: : Poniendo cervezas frías al asunto

Hace tiempo tuve problemas con uno de mis vecinos que ocupaba mi estacionamiento como si la cosa fuera broma, dejaba su basura tirada por todos lados, hacía ruidosas fiestas a mitad de semana. En fin, un buen tipo. Un personaje sin igual. Nunca se me ocurrió invitarlo a que arregláramos nuestras diferencias con una cervecita. Que tonto fui. Tal vez ahora seríamos amigos. Inseparables. Mi hijo menor podría llevar su nombre en honor a nuestra amistad. Tantas cosas que podrían haber sido y no fueron. Como no se me ocurrió antes.

Sin ir más lejos, ayer el profesor afroamericano de Harvard y su amigo el policía blanco que le llevó arrestado se sentaron junto al Presidente a tomar cerveza. Supongo que bien frías, ya que no hay mejor forma de tomar cerveza que si está bien helada. Nada como terminar el día con una cerveza fría. Que mejor manera de terminar una disputa que bebiendo. Pero no, la cosa no se arregló. Eso de que “lo que nos unes es más fuerte que lo que nos separa" no pasó de ser más que palabras bonitas. Un cliché. La cosa sigue igual, solo que quedan menos cervezas en la nevera de la Casa Blanca.

¿A quién se le habrá ocurrido la magnífica idea de hacer esta velada? ¿Quién habrá sido el asesor que asesoró brillantemente en esto? Tarde o temprano lo sabremos. Un sagaz reportero lo descubrirá y le preguntará al consejero este ¿Qué pasó por su cabeza cuando propuso la brillante idea? Tal vez fue idea del mismo Presidente para enmendar sus culpas ante la sociedad norteamericana. ¿No habrá sido todo esto una trampa hecha al Gobernante para hacer aflorar algún tipo de resentimiento ancestral? No debemos olvidar que a diferencia de Kennedy, Obama no es un blanco católico de Massachusetts. El problema que muchas personas tienen con él no pasa solo su religión.

Lo de la cervecita en el patio de la Casa Blanca puede parecer una mala idea. Una ridiculez. Una chambonada. Sin embargo, a pesar de que no hubo acuerdos, ambas partes involucradas se dieron la mano. Tal vez tenían los dedos de su mano izquierda cruzados en la espalda, pero se dieron la mano. Un gesto. Hubo un acercamiento. Hubo algo.

Dependiendo de cómo se le mire, la “Cumbre de la Cerveza” puede haber sido un completo fracaso. Un fiasco. Un revés para esta administración. Pero puede ser que no estemos viendo el verdadero fondo del asunto. Tal vez fue un éxito. Una movida brillante. Un gran acierto. Es indiscutible que Gates y Crowley no llegaron a ningún acuerdo. Nada cambió. Eso era previsible. Sin embargo, puede ser que algo potencialmente desastroso para todos haya sido impedido. ¿Han pensado alguna vez que si el señor Presidente no hubiera hecho el poco atinado comentario de que el policía había actuado de manera “estúpida”, posiblemente la cosa hubiese sido peor? Así es. Si Obama no hubiera hecho su infortunada acotación algún reverendo de color habría saltado hiperventilado haciendo todo tipo de acusaciones de racismo. Tal vez cuadrillas de ciudadanos desilusionados por el hecho habrían salido a las calles a protestar, destruyendo propiedad privada, haciendo barricadas y desordenándolo todo. La cosa podría haber sido peor. ¿Se acuerdan de lo que pasó en California en 1992? Imagínense si Rodney King hubiera sido profesor de Harvard.

Creo que tirar temas raciales a la palestra no es una buena idea ya que es algo que, aunque nos duela, no se solucionará fácilmente. Algo que no hemos madurado como sociedad. Algo que está pendiente. Unos le tienen bronca a los otros y viceversa. ¿Qué habrá sido de mi vecino? ¿Dónde estará ahora? Ni siquiera supe cómo se llamaba. Creo que nunca cruzamos palabra alguna que no fuera para quejarme de alguno de sus desmadres. Tal vez si hubiésemos conversado la cosa podría haber sido diferente. Tal vez ahora seríamos compadres. Hay veces en que agitar las aguas no es lo mejor. No tiene sentido. Hay veces en que es mejor ponerle cervezas frías al asunto.


: : Un asunto de seguridad

Hoy día el trafico estaba bastante expedito, así es que llegue a la estación del tren con tiempo de sobra. Mi estación es la penúltima, y desde la plataforma se puede ver si el tren del sur viene o no. Miré y noté que no había tren alguno en la otra estación, así que me avivé y me subí en el carro que iba partiendo en esa dirección. Me senté cómodamente y partí en mi viaje de todos los días feliz de mi viveza. Ya en la última estación, o primera en este caso, vi como el vagón se llenaba con rapidez. Me tome el tiempo de mirar con cuidado a cada uno de los que en él entraban.

Es bien sabido que desde la caída de las Torres Gemelas, los medios de comunicación del país han realizado un magnífico trabajo manteniendo a la ciudadanía en un estado de paranoia permanente. Recién el lunes pasado atraparon en Carolina del Norte a seis o siete nuevos conspiradores que planeaban sendos ataques en contra de nuestra aplaudida democracia perfecta. No los iban a hacer en nuestro territorio, pero serían en contra nuestra. Horror. Ya se me había olvidado que el peligro acecha en cualquier rincón.

Desde la nefasta fecha de la demolición de las torres del World Trade Center, la seguridad interior tomó nuevas dimensiones. Se comprobó que no estábamos tan seguros en casa como pensábamos, y la cosa no se arreglaba con una simple llamadita a ADT. Ahora todos caminamos por las calles llenos de desconfianza. Los estereotipos ya fueron definidos así que a desconfiar se ha dicho. Tipos con barbas o sin ellas, de lentes oscuros u ópticos, o sin lentes de ningún tipo, que hablan con acento raro, personas que leen libros que no sean la Biblia, blancos, afroamericanos, latinos, asiáticos, indios, árabes, etc. Todos entran en el perfil del terror.

Con todo esto en mente miré cuidadosamente, como ya les había mencionado, a todos los que abordaban mi carro. Todos eran sospechosos. Todos ocultaban algún oscuro secreto. Todos tenían miradas que los acusaban de algo. Ninguno tenía cara de inocente. En eso vi a dos muchachas que corrían desde la escalera mecánica para no quedarse abajo del tren. Una de ellas traía una maletita de estas con ruedas. Un carry on como le dicen los más siúticos, de color gris oscuro. La que viajaba con las manos vacías contuvo las puertas de cerrarse para que su amiga lograra entrar. Ya adentro y con el tren en marcha se acomodaron. Una de ellas logró encontrar asiento, la otra debió quedarse de pié. Le habría cedido el mio, pero se fue hacia el otro lado, lejos de donde yo estaba y la perdí de vista detrás de un corpulento hombre con tipo de rapero que movía los labios, cantaba con los ojos cerrados, así que no piensen que no soy un caballero, ya que no es así. Lo soy, todo un caballero. Solo que esta no fue la ocasión idónea para demostrarlo.

Siguiendo con mi relato, noté que la maleta de la muchacha que viajaba sentada tenía aún la etiqueta que le ponen las aerolíneas donde aparece el destino y el nombre del pasajero. “Idana” era el nombre. No tenía cara de turista, y miraba nerviosa a todos lados. Sospechoso me dije, muy sospechoso. ¿Sería de ella la maleta o el nombre pertenecía a otra persona? ¿Qué había en ella? ¿Explosivos o suvenires? Preguntas y más preguntas. Mientras estaba en eso, el gordito engominado de guayabera que viajaba a su lado se paró y caminó hacia la puerta con la intensión de bajarse, entonces “Idana” llamó a su amiga quien velozmente caminó a sentarse. Sospechoso, muy sospechoso. Sería el gordito engominado de guayabera parte del complot. No lo creo. Si querían confundirme no lo habían logrado.

Ahora el parcito iban sentadas juntas. Una con maleta, la otra no. ¿Turistas? Dudoso. La música de Tool sonaba con fuerza en mi cerebro. Aún no encontraba respuesta a ninguna de mis preguntas y ya se acercaba mi estación. Me tocaba el turno de descender del carro. Me puse de pié y caminé hacia la puerta. Entonces, justo antes de bajar del tren me di vuelta, la miré con mi mirada James Bond y con voz ronca le pregunte: “¿Tu nombre es Idana?”. A lo que respondió, “Si, ¿Cómo supo?”. No se necesitaron más palabras. Me di vuelta y descendí del vagón. Ahora podía descansar. Me quedó claro que la maleta era de ella.

: : La parada suprimida

En la misma calle en la que vivo, hay un paradero donde llegan buses de distintos recorridos. Es una estación final. La última, o en este caso mañanero la primera. Generalmente parto desde ahí hacia la estación del tren que me lleva hasta el downtown donde trabajo. Es un viaje de poco más de una hora. Una pequeña eternidad.

El lunes pasado, cuando llegué a la estación en cuestión, me encontré con la sorpresa de que la parada había sido temporalmente suprimida. Durante la noche, la calle había sido cerrada para hacer no se qué tipo de trabajos, que por el tipo de maquinaria y el nivel de destrucción que presentaba el pavimento, parece que tomarán un buen tiempo en terminarse.

Debo decir que no es ninguna gracia que a uno le supriman el paradero sin aviso. Hay sorpresas que no importa por donde vengan, no tienen nada de agradables. Por más que uno le busque el lado positivo no lo tiene. Al menos por ahora, en vista de los no pocos inconvenientes que han provocado. Es feo ser pasado a llevar. Muy feo.

Como la molestia por el tema era mucha, trate de averiguar por aquí y por allá cual era el dichoso arreglo a ver si mejoraba mi ánimo y pasaba de mi esta copa. Pero no. La mejora no era más que un parche para tapar el pobre trabajo de los urbanistas municipales. Algo que debía haber sido hecho veinte años atrás, pero que en su momento se considero que podía esperar.

Por alguna extraña razón, las entidades que están para protegernos, para velar por nosotros, quienes regulan nuestro actuar y que nos controlan, no consideran que un buen trabajo sea motivo suficiente para ser recordados. Eso da lo mismo. Lo que en si importa es ganar lo más que se pueda, y que los amigos personales también se beneficien mientras dure el paseo. Da lo mismo, total lo que yo dejo mal hecho, otro lo parchará más adelante aplicando la misma política. Arreglar las cosas seriamente y para siempre, es un muerto que nadie quiere cargar.

La parada de buses estará clausurada por un tiempo indeterminado, no eternamente por suerte. Se supone que dentro de algunos días se volverá a abrir. Por suerte es solo temporal y no permanente, ya que en ese caso la cosa se pondría fea de verdad. Lo peor de las cosas permanentes es que no tienen vuelta atrás, no hay esperanza alguna, no hay más.

Todos llevamos dentro una pequeña ilusión también llamada esperanza. Es triste vivir sin esperanza de algo, de lo que sea. Esta expectativa de que hay algo más y mejor es la que nos mantiene en este mundo. Sin ella nuestras vidas serían vacías y planas. Siempre que nos levantamos estamos esperanzados en algo. Que el examen sea suspendido. Que me suban el sueldo. Por eso jugamos a la lotería con la ilusión de cambiar nuestras vidas llenándonos de millones, por eso es que vamos a la iglesia y nos portamos bien con la esperanza de que algún día iremos al cielo. Esa ilusión la tendremos hasta el último momento, por eso decimos que es lo último que se pierde. Por ahora tengo la esperanza de que algún día abran de nuevo la calle y el paradero vuelva a funcionar.

: : Bien por Sonia

“Un día histórico para Estados Unidos", fue como lo describió el demócrata Charles Schumer, y sin duda lo es. Claro que no podía ser completamenta perfecto. Ya que hubo algunos miembros del comité quienes se mostraron con temor por los prejuicios que la Jueza Sonia Sotomayor pueda tener a la hora de emitir dictamines. Casualmente son miembros de la oposición cuya principal labor es esa, oponerse a lo que sea. Buscarle la quinta pata al gato.

Los comités son un mal necesario. Igual que la oposición. Debemos aprender a vivir con ellos si queremos tener una “democracia perfecta” como la que tenemos. Que sería de nosotros sin ellos. Sin la oposición la cosa sería una dictadura, pero ojo, que las dictaduras también tienen oposición, una no reconocida, pero oposición al fin de cuentas.

Bien por doña Sonia. Me alegro que la oposición no la amedrentara. Que se parara firme como toda la dama que es frente al comité este.

En todo caso me llama la atención que algunos miembros del mentada comisión se manifestaran preocupados por los “prejuicios” que la Jueza pudiera tener. ¿Prejuicios? ¿En Estados Unidos? No lo creo, debe haber algún error en el uso del término. Acá nadie tiene prejuicios. Acá vivimos libres de eso. Hipócritas. Eso es lo que son. Los primeros que muestran prejuicios son ellos ante la señora Sotomayor. Perdónenme que les diga, pero en este país y en especial en esta ciudad, además de demasiados comités y de opositores, lo que más tenemos son prejuicios.

Claro que la señora Sonia debe estar llena de prejuicios, pero el que esté libre de ellos que tire la primera piedra. Nadie. No hay quien pueda tirar el dichoso primer peñón.

Sonita es un ejemplo para motivar a nuestros hijos a esforzarse por más. Creció en un barrio pobre de Nueva York. Latina. Mujer. Que más se le puede pedir a la vida. Desde el principio tenía todas las de ganar. Por suerte no se dejó desmotivar por nadie. No escucho las voces que le decían que de nada servían sus esfuerzos. Que estudiar tanto no la llevaría a ninguna parte. La pequeña Sonia puso los prejuicios al lado y siguió en su marcha hacia el éxito.

No es casualidad que el primer Presidente afroamericano sea el que le da la oportunidad. De él también se dijo que tenía prejuicios y mil otras cosas más. Pero no se dejó amedrentar.

Hay oposición buena, pero también hay oposición mala. Destructiva. Despiadada. Irracional. Por suerte la señora Magistrada se vistió con su mejor coraza y la enfrentó con la frente en alto. Orgullosa. Brillante. Bien por Sonia. Bien por Puerto Rico. Bien por los latinos. Bien por este país.

: : El ocio en tiempos de crisis

No hay nada más terrible que el ocio en tiempos de crisis. Especialmente cuando en todo el mundo las empresas andan súper estresadas debido a que nadie está consumiendo sus productos o servicios por temor a quedarse sin dinero. En tiempos como estos lo peor que puede haber es estar sin hacer nada. No tener nada que hacer en la oficina es pavoroso. Nefasto. Lo peor.

En casos como estos, el ocio es un martirio. Dar vueltas y vueltas por el internet buscando algo en que mantenerse ocupado no es buena cosa. Terrible. Debe ser parecido a la espera del condenado por el amanecer de su último día. Un calvario. Ponerse a jugar solitario no ayuda en nada, es una pesadilla.

Pero las reuniones cuando no hay nada que hacer son aún peores, más terribles. Todos sentados alrededor de una gran mesa con caras serias. Mirando sus celulares como si el Presidente les hubiera mandado un correo electrónico importante. Un tragicómico suplicio. Todos están de acuerdo con cualquier cosa que se diga con tal de salir luego de ahí, para ir a sentarse nuevamente detrás del escritorio a hacer nada. Para seguir dando de comer a la sicosis de la inactividad. Hay que aparecer ocupado. Sea como sea, no se debe notar que uno no está en nada. Lucir serio y ocupado es la consigna. Muy serio.

La terrible sicosis del ocio en la oficina. Así es, sicosis. La sicosis de la inactividad desmedida. Esa sensación de persecución a que aumenta a medida que pasan las horas, los días y los meses. Uno se siente perseguido cada vez que alguien se asoma por la puerta de la oficina. No es bueno que a uno lo pillen en nada. El estrés producto de la falta de trabajo es peor que el estrés que produce el exceso del mismo ya que nunca se sabe cuándo llegará el jefe con ánimos de recorte. Con una de esas soluciones creativas de reducción de personal ¿Seré yo el próximo Maestro? Espero que no. Espero que no haya próximo alguno. Que nadie se quede sin trabajo. Eso es otro estrés grandote. La pena que produce cuando un compañero es despedido. La nefasta sicosis del ocio hace eso, que uno se sienta constantemente perseguido. Sé que suena terrible, pero es bien sabido que nadie tiene el trabajo garantizado. Todos somos prescindibles y absolutamente reemplazables. Es triste pero cierto. El estrés de la desocupación en la oficina no ayuda en nada a la autoestima, eso está más que claro, por el contrario, nos tira para abajo y nos estrangula contra el piso. Cuando nos entra la sicopatía ésta nos desconectamos de la realidad. Afecta nuestros pensamientos, sentimientos, percepción y conducta. Es cosa seria repito, cosa seria.

El ocio en la oficina es entretenido sólo cuando estamos haciendo tonto al jefe y nada más. Ahí sí que la navegación por el ciberespacio vale la pena y jugar solitario tiene un encanto especial. Un placer oculto. Un vicio prohibido. Un deleite. Mientras todos los demás trabajan, uno sumergido en ganarle a la maquina. Sin duda es una delicia.

Bueno, decir que no hay nada más terrible en tiempos de crisis que el ocio es una exageración. Claro que hay cosas peores y más terribles que el ocio, pero por el bien de lo que escribo no entremos en esos debates. Pero ustedes me entienden. Captan lo que quiero decir. Por ahora sigamos con este tema del recreo forzado por culpa de la mala economía, ya que gracias a que no tengo nada que hacer en este instante es que puedo darle vueltas al asunto lo suficiente como para escribir algo. Escribir en tiempos de inactividad es un buen ejercicio mental. Escribir en cualquier tiempo es un buen ejercicio mental, y leer en tiempos en que el trabajo escasea también. La lectura es altamente recomendada para mantener el Alzheimer alejado de la casa. Mantenerse sano de mente es una buena cosa. Si uno aprovecha el recreo entonces algo bueno puede sacar. Lo terrible es que si uno no tiene cuidado con esto del ocio, cuando pase el tiempo de las vacas flacas y una vez más estemos tapados de trabajo no sabremos qué hacer. Estaremos lentos y fuera de práctica. Sin ganas de producir. El ocio excesivo produce acostumbramiento. A cuidarse del enviciamiento.

Lo más temible de este tiempo de recreo excesivo es que cuando regrese el trabajo nadie va a querer hacer nada acostumbrados a los juegos. Se nos olvidará producir enviciados con las películas en Hulu o a los videos graciosos de YouTube. La crisis del mercado nos está mal acostumbrando a todos y nadie se da cuenta. El ocio es la madre de todos los vicios, dicen por ahí. Sabias palabras esas, sin duda una gran descripción.

Una buena cosa sería que los jefes hicieran un compromiso de no tomar represalias con sus pobres empleados si estos se llegan a enviciar con el ocio, ya que no ha sido culpa de ellos. Si buscamos culpables deberíamos mirar a Wall Street. Si el ocio es la madre de todos los vicios, Wall Street es el padre de la crisis. Buena pareja nos resulto ésta. Pero ya no se habla del origen del problema, y como en todas las cosas, se dio vuelta la página y nadie pagó por el desastre que se armó. Por eso no es culpa mía ni de nadie que no haya mucho que hacer. Hay que ver como logramos que la cosa se reactive, ese es otro asunto, ya que como les decía antes, el ocio se convertirá en costumbre y las farmacéuticas aun no salen con una vacuna efectiva para esta nueva pandemia que nos afecta, ya que con la última, lo único que lograron fue que se nos olvidara que los que armaron esto se fueron de vacaciones.

: : Los eternos visitantes

Trescientos millones de personas en los Estados Unidos, y su selección de fútbol no juega de local en ningún estadio. Se fueron a Nueva York, al estadio de los Gigantes y nada. Tablero vuelto. Pero todos o por lo menos la gran mayoría eran mexicanos. Es increíble que acá nadie se haya dado cuenta que los que mantienen vivo ese deporte somos los latinos. Asumo que si inmigración se hubiera dado una pasada por el estacionamiento del estadio habría llenado un par de buses de indocumentados. Pero no lo hicieron, ya que los indocumentados estaban consumiendo. Más de una gran empresa se estaba haciendo un poquitito más grande gracias a los dólares que gastan los que no tienen papeles.

Cinco a cero les hicieron las vistas que jugaban como locales en Nueva York. El Tri se agrandó en el último minuto. Increíble. Tal vez si hubieran jugado con el equipo femenino sacaban un empate. Las mujeres de este país juegan mejor al fútbol. Eso les debe doler en el orgullo y en su machismo. Estados Unidos no juega de local en ninguna parte del país ni del mundo. Si van a Utah no llenarían las galerías con mormones, ya que igual estarían ahí los latinos. Gastando dólares. Porque acá nadie gasta en pesos, ni soles, ni sucres. Gastamos todos en dólares, y como gastamos. Es grande la vanidad de los gringos, bien grande. Tan grande que no los deja ver cuando lo están haciendo mal. Claro que no todos son así. Conozco varios que no lo son.

A modo de anécdota les contaré que cuando chico jugué de cuarto arquero en un equipo capitalino. Nunca jugué un partido oficial. Creo que tampoco tuve guantes propios, y nadie lo notó ya que nunca los necesité. Así que técnicamente no tengo mucha moral para opinar de fútbol ya que mis laureles peloteros no son los mejores, sin embargo, de la vanidad de los norteamericanos sí. Insisto en que no todos son así. Sin embargo, muchos de los que están en Washington sí lo son. En Hollywood también lo son, y se nota en sus películas, esas que nos venden el mundo como ellos quieren que lo veamos. Nada como idiotizar a las masas para que no se note lo malos que somos para el fútbol. Si bien es cierto no soy quien para criticar las decisiones técnicas del seleccionados nacional, si puedo criticar por lo que creo es una falta de respeto hacia el resto del mundo.

El otro día, sin ir más lejos, le explicaba a mi hijo pequeño que Estados Unidos no es América, sino que solo es parte de ella. Así como tampoco son el mundo, aunque sea eso lo que enseñan en las escuelas. América es un continente formado por muchos países. Sin embargo acá están convencidos de que no es así. Por eso es que aquí se juega la Serie Mundial, que es disputada por el campeón de una Liga con el campeón de la otra. Juegan entre ellos y la llaman mundial. Un chiste. Tienen una liga Americana donde no hay ningún otro equipo de América en ella. Otra burla.

Pero volviendo al fútbol. Lo que más les duele a los norteamericanos es que la FIFA se les avivó y no los dejan controlarla como hacen con la ONU y con la OEA y con otro montón de organizaciones llenas de siglas. Nada más que hermosos adornos. Si bien es cierto la FIFA es una organización bastante mafiosa en muchas de sus acciones, no se han dejado comprar por este país. Todavía.

Si la FIFA estuviera en Nueva York o en Washington, posiblemente las reglas del deporte serían otras. Harían que todo el mundo le llamara “soccer”. Se jugarían cuatro tiempos más cortos. Voluptuosas porristas llenas de ritmo y simpatía y Bruce Springsteen cantando en el medio tiempo (lo que en todo caso, no me molestaría para nada). Estadísticas de cuantas patadas da un jugador con el pie izquierdo y cuantas con el derecho ― dato bastante importante y enriquecedor. Se venderían tarjetas coleccionables con fotos de los jugadores. Se inventarían novedosas maneras de meternos aún más merchandising. Los expulsados serían castigados de inmediato, encerrándolos en cajas trasparentes al lado de la barra brava del otro equipo, para que durante cinco minutos fueran brutalmente increpados por su error y violencia desmedida, para luego volver al campo de juego con un “warning”. Los penales serian en una jaula cerrada en donde el arquero puede atacar al delantero con lo que encuentre a mano en orden de que no le metan un gol. Sin duda, las trasmisiones televisivas serían más entretenidas, pero el deporte nunca volvería a ser el mismo.

Cada vez que el ciego orgullo que mueve los hilos de este país se ha metido en alguna parte, nada ha vuelto a ser igual. Es como si se crearan mundos virtuales donde la vanidad de políticos, generales, petroleros, banqueros y medios de comunicación se pude ver en todas partes. Espejos de su propia realidad. Exportadores de un montón de cosas tan malas como su fútbol. Si en los Estados Unidos se preocuparan de solucionar los problemas que hay acá, posiblemente todo sería mejor. Predicar con el ejemplo y no querer que otros hagan lo que acá no se hace. Es cierto que hay muchas cosas que están mal en el mundo, pero también es cierto que hay muchas cosas que están mal aquí. Una de ellas es la selección, que jugó de visita en Nueva York. Sin embargo, por cómo se han dado las cosas, igual van a llegar al mundial. Un chiste.

: : La calentura del calentamiento

En el hemisferio norte se están cayendo los patos asados, mientras que en el sur se vio caer nieve en el desierto. Cosas extremas sin duda. Como para preguntarse si será verdad eso del calentamiento global. En la televisión hay un calentamiento serio. El tono de la programación sube y sube y parece que nadie se da cuenta. En la política el calentamiento también se da. Ahora todos están calientes con Obama por sus comentarios. Zelaya anda caliente por volver al poder y Chávez le aviva el fuego. El calentamiento es cosa seria. Por ahí leí que el cambio climático afecta también al ecosistema neuronal de las personas, provocando un progresivo y alarmante agujero en la capa de ozono de su sensatez. Creo que están en lo cierto. Del calentamiento global a la calentura hay un solo paso.

La cosa es que hace calor por estos lados. Hace calor por todos lados, Excepto, por razones obvias, en el sur donde hace frio, hace mucho frio. Por acá estamos con esos calores que no dejan ni pensar. Por suerte yo no ando por la calle, y desde mi escritorio no tengo porque quejarme. El aire acondicionado funciona de lo más bien. Algo raro en este edificio. Parece que los días nefastos en que el aire funcionaba mal han pasado finalmente.

Hace ya varios años que Al Gore anda recorriendo el mundo hablando de este tema del calentamiento pero parece que nadie le ha parado bola. Nadie parece calentarse con el tema. El problema es que si la cosa sigue así, Miami quedará sumergido. Horror. A buscarse una casa bote con muchas habitaciones. A ver cómo hacemos para revertir la situación o si no me tocará emigrar a las montañas con cargas y petacas. Mis hijos no querrán irse conmigo. Tal vez mi esposa tampoco quiera acompañarme en mi aventura. Lo que si se es que si no se hace algo pronto, Miami quedará para el turismo de inmersión. Imagine a los turistas con traje de hombre rana bajando a ver los corales que crecen en lo que era Bayside. Espanto.

Me imagino cómo serían las cosas si el niño W no le hubiera quitado la elección al señor Gore. Tal vez ahora estaríamos disfrutando de autos voladores impulsados por energía solar y con cero emisiones contaminantes. Tal vez estaríamos comiendo mejor, durmiendo más tranquilos. Tal vez otro gallo cantaría. Pero esos son los misterios de la vida. Esos que nunca tendrán respuesta porque las cosas simplemente no fueron. Hay cosas que simplemente no son y otras que sí. A veces las que son no deberían ser, pero de todas maneras son. Así con las enredadas cosas de la vida.

Por ahí he leído artículos que hablan en contra del calentamiento global. Increíble. Dicen que todo no es más que una burla, un cuento y que nada fuera de lo normal está pasando. ¿Perdón? ¿Serán ciegos digo yo? Pero de qué me extraño. Esto no debe sorprenderme, ya que se han visto científicos decir que el tabaco no da cáncer y aun hay quienes defienden la invasión a Irak como algo necesario. Hay de todo en la viña del Señor. Por todo si, encontraremos un no. "Fe progresista es creer en el calentamiento global aunque no lo veamos", dice una frase célebre que leí en un periódico digital español. Yo creo. Me declaro creyente. Dudo de muchas cosas pero no de esta. Creo que los humanos nos estamos mandando un numerito acorde con lo que ha sido nuestro comportamiento autodestructivo durante los siglos. Si no nos matamos por religión, lo hacemos por petróleo, por agua, por tierras, por control. En general por puras leseras. Siempre habrá unos pocos dispuesto a que unos muchos se hagan pedazo con tal de tener el sartén por el mango y que no lo tengan los otros. Lo más triste es que esos muchos no se dan cuenta y se dejan utilizar.

Volviendo al tema, ahora la cosa es parar este calentamiento y la calentura ya que ambos en exceso no producen nada bueno. Tenemos que ponernos serios con el asunto. Exigir cambios reales. Hacer sacrificios. La calentura se pasa con una ducha fría, el calentamiento debe funcionar más o menos igual. Tal vez eso es lo que necesitamos. Un duchazo frio. Una ducha grande que nos haga entrar en razón y salir del letargo, o tal vez todo lo contrario, lo que deberíamos hacer es calentarnos un poco más con el tema para ver si algo pasa.

: : El pez en el vagón

Algo realmente para la risa y a la vez triste fue el encontrarme a primera hora con la noticia de que un par de brillantes pescadores habían paseado con su presa por el pequeño tren azul que se mueve por las alturas de Miami. La presa no era cosa poca, era un tiburón de casi dos metros. Imaginemos. Las puertas del pequeño vagón se abren y ahí estaba el escualo tirado en el piso. Algunos testigos del macabro y a la ves insólito evento dijeron que el pez aun movía sus agallas.

Nadie hizo nada al respecto. Nadie se pregunto que hacía ahí esta presa. El par de avezados pescadores habían decidido ir a vender su trofeo a algún restaurante de la zona por la módica suma de 10 dólares, y para eso nada como viajar en el trencito.

La crueldad del par de pescadores no tiene nombre. En tiempos de crisis se ven este tipo de actos inhumanos, absurdos, inconcebibles. En ocasiones, en tiempos de crisis, se ve lo peor de las personas. La estupidez llevada a su máxima expresión.

¿Qué se les habrá pasado por la cabeza al parcito de oro? Quien sabe. Posiblemente eso nunca lo sabremos.

En muchas ocasiones me ha tocado viajar en estos pequeños trenes azules. La vista es hermosa, sin duda fueron hechos pensando en los turistas. Una plataforma, un pequeño observatorio móvil. En espacio para la fotografía y un poco de aire acondicionado.

Una vez, viajando en el trencito este, me tope con una disputa de pareja. Ella lloraba. El fumaba. No se puede fumar en estos vagoncitos, sin embargo el ofuscado hombre fumaba. Ella tenía muchos aros y tatuajes. Rosas, llamas, nombres. El no se quedaba atrás en el departamento de arte, claro que los suyos eran bastante menos prolijos. Sus tatuajes habían sido hechos por un mal tatuador. El fumaba y caminaba de un lado para otro. Ella lloraba. Yo iba sentado al otro lado del pequeño vagón. Era tarde, el cielo se oscurecía al este, mientras que por el oeste aun se podía ver colores rojos, naranjos y amarillos en las nubes. El sol aún no se había ido por completo. La vista desde mi carro era hermosa.

Generalmente uno no se mete en las peleas de pareja. Siempre me han dicho que eso es mala idea. Así es que no me metí. No pregunté nada. Trate de hacerme el desentendido, hacer como que nada pasaba. Miré para otro lado. Ya les mencione las nubes de colores que se podían ver por el oeste. Eso miré. Se veía hermoso. Lo otro era extraño y era mejor no meterse. En las peleas de dos, el tercero siempre sale mal.

Eso fue bastante raro para mí. Claro que en nada se compara con viajar al lado de un tiburón que agoniza. Estar cerca de cualquier ser viviente que agoniza es, por decir lo menos, duro.

Quienes viajaban en el carro azul no hicieron nada. Se corrieron al otro lado para dejarle espacio al moribundo escualo y a sus dos desastrados acompañantes. No los puedo juzgar. Supongo que yo, por atroz que parezca, habría hecho lo mismo. En estos tiempos casi todos nos hemos ido deshumanizando. Cuando lo vemos en la televisión siempre decimos lo que hubiéramos hecho, pero la verdad es que la gran mayoría no habríamos hecho nada. Ahora la policía busca al parcito. Quieren hacerle algunas preguntitas. Quieren conversar con ellos para saber como fue que pescaron al tiburón. Lo más probable es que quieran saber que anzuelos deben usar la próxima vez que salgan a pescar.

: : Un día personal

A veces uno se despierta con ganas de seguir durmiendo. Como si la noche se hubiera ido en vela. Horror. Cuando eso pasa es mala cosa, ya que la mayoría de las personas estamos obligados por contratos de trabajos, nupciales y quien sabe de cuanto otro tipo haya por ahí. En mi caso las obligaciones normales de un hombre casado de más de cuarenta. Así es, de más de cuarenta.

Ayer me desperté con esas ganas de seguir durmiendo. El despertador sonó, entonces lo apagué con decisión y me di vuelta para seguir en brazos de Morfeo, el dios de los sueños. Morfeo, uno de los hijos mayores de Hipnos y la señora Nix. Mil hijos tuvieron ese par. Hipnos sí que no podía quedarse durmiendo aunque quisiera. Alimentar a mil mocosos debe ser cosa sería, aunque uno tenga sueldo de dios griego. ¿Cuánto habrá ganado un dios griego?

Zeus se molestó con Morfeo por contarles secretos a los mortales a través de los sueños y lo mató. Ese sí que debe haber sido un funeral grandioso. La viuda junto a Hipnos y su esposa Nix detrás del féretro, que era llevado en andas por sus novecientos noventa y nueve hermanos y hermanas. Más atrás les seguían las novecientas noventa y nueve esposas y esposos de los hermanos y hermanas de Morfeo. Mucha gente en el entierro ese, y eso que no he contado a los sobrinos y sobrinas y sus respectivas parejas, en el caso de los mayores. Sin duda un gran funeral.

Volviendo al tema, el asunto es que apagué el despertador y seguí durmiendo. Claro que como todo en la vida, la cosa no fue tan fácil. Uno no puede llegar y decidir quedarse en casa. Ningún jefe en su sano juicio, si existe persona tal, aguantaría que uno no llegue al trabajo a la hora pactada en el contrato, si es que media documento tal. Las obligaciones son para cumplirlas. Uno debe ser responsable. Así que de ahí en adelante, la cosa con Morfeo no funcionó mucho. No pude volver a conciliar el sueño a pesar de que era lo que quería.

Me senté en la cama y pensé. Entonces recordé que de acuerdo con el dichoso contrato, junto con mis obligaciones también se hablaba de ciertos beneficios. Días personales y de enfermedad. Brillante, ¿porqué no utilizar uno de esos días especialmente ofrecidos para mí? Días especiales para recuperarme de mis dolencias o para realizar trámites importantes que solo pueden ser hecho en horas de trabajo. Recuperar el sueño atrasado que se había acumulado es sin duda un tipo de dolencia y tal acción claramente entra en la clasificación de asunto personal, ya que mi sueño solo se puede recuperar por mí. No puedo ir a un notario a redactar un documento entregando este trabajo a otra persona. Un poder simple que le dicen. No señor, mi sueño lo recupero solito.

Puse el despertador para que sonara poco antes de las nueve para así llamar a la oficina y dejarles saber que no contarían con mi presencia ya que debía efectuar asuntos personales que nadie más podía hacer por mí y para mejorar aún más la escusa, le agregué que además me sentía mal, ya que alguien en la oficina me había contagiado de algún tipo de resfrio, no necesariamente relacionado con los cerdos, pero resfrío al fin y al cabo. Entonces, tranquilo con la maquinación, fije el despertador y me dí vuelta para seguir durmiendo.

Claro que tanto pensar me había alejado el sueño. Morfeo se había retirado del edificio. En su lugar, me había dejado solo en mi cama, con una habitación a media luz y el control remoto en el velador. Mi señora seguía durmiendo plácidamente. Claro que al final se despertó, ya que como no podía dormir hice lo que se hace en esos casos, me di vuelta en la cama mil veces hasta que la desperté. Entonces, juntos esperamos que sonara el despertador para llamar y avisar que no iría a trabajar porque tenía asuntos personales que atender. Hoy vine a trabajar como si nada, y lo peor es que tengo más sueño que ayer.

: : La luna no está de fiesta

En distintas partes del país celebran las cuatro décadas desde que un hombre pisara por primera vez el suelo lunar. Gran cosa. Anoche estaba nublado así es que no pude ver la luna. Me hubiera gustado verla. Eso es siempre agradable, pero que le vamos a hacer, Anoche no fue.

El fin de semana estuvo bastante agradable. Caluroso pero agradable. Claro que ayer fuimos a la casa de unos amigos que queda más o menos lejos, allá nos topamos con una tormenta. El cielo se veía aterrador. El viento. Truenos en el horizonte y nosotros tomando Cuba Libres como si no hubiera mañana. Después de la tormenta, la noche quedó más fresca pero nublada. Así que no se pudo ver la luna.

Hace cuarenta años un gringo la piso por primera vez. La luna perdió su virginidad. Yo no soy anti gringo, pero dejándose de cuentos los gringos le han quitado la virginidad a un montón de cosas. En la luna no hay petróleo, para que ir a molestarla. Por ahí dicen que todo eso fue un cuento. Ojala así sea. La luna debe sentirse mal de que la hayan ido a deshonrar los gringos y que después ni una llamadita telefónica más. Houston, we have a problem.

Pobre de la luna, que anoche no se dejo ver. Posiblemente para ella esta fecha no sea ningún orgullo. Porque serlo, si ella era virgen y un gringo fue allá a pisarla. Que feo.

La luna deshonrada se oculto anoche detrás del velo de nubes, que coincidencia, como si fuera una mujer de medio oriente. Allá las mujeres caminan por las calles con sus rostros cubiertos por velos. Otra casualidad, allá también hay gringos. En verdad hay gringos por todos lados. Donde uno mire hay uno. A veces se disfrazan de turistas, otras veces no.

Hoy, como si fuera la gran cosa CNN se lo ha pasado mostrando historias relacionadas con el día en que el hombre deshonró a la luna. Cero respeto por este satélite maravilloso. Tanto es así que en su logotipo, el creativo Spielberg colocó a un niño pescando desde una media luna. Nadie más gringo que Spielberg y sus socios. El no respeta a la luna, y Armstrong tampoco. No la toman en cuenta con la seriedad que ella merece. La luna es una dama. Es verdad que solo sale de noche, pero la luna no sale de juerga. Por ahí dicen que el toro está enamorado de ella, otra casualidad, soy tauro.

Nefasto día para las estrellas y satélites. La luna, que debe ser como una madre para ellos ya nunca más fue la misma. En todo caso es difícil de entender que los gringos hayan hecho todos sus esfuerzos para ir a deshonrar a la luna para nunca más volver. Raro, bien raro. Más de algún sicólogo podría hacer algún estudio al respecto.

Lo que si está claro es que anoche la luna no quiso que la viera. No me quiso mostrar su rostro resplandeciente. Estaba nublado. Hoy también estará nublado a la noche. Esta mañana, antes de salir de la casa vi en la televisión que toda la semana va a estar nublado. Supongo que no habrá luna para nadie, Ni para los turistas. Pobres turistas, mala suerte para ellos. Pero ahora que lo pienso, en verdad me dan lo mismo los turistas.

: : La sicosis de los viernes

Con esto de la crisis económica, la empresa en donde trabajo no se ha querido quedar atrás y, si bien es cierto todas las semanas contratan gente nueva, cuando llegan los viernes siempre hacen desaparecer a uno o dos de los más o menos viejos. Tanto es así que cuando llega el viernes se puede sentir un ambiente raro en los pasillos y en la cocina. Algo así como lo que se siente en la sala de esperas de una Sala de Emergencias.

Es cosa sería ese efecto, y estoy seguro que todos lo hemos sentido mas de alguna vez en la vida. Tanto es así que cuando regresamos del almuerzo de los viernes (que por supuesto se alargo poco más de una hora), nos quedamos un grupo de colegas parados en la vereda al frente de la entrada principal del edificio. Siempre hacemos lo mismo. Como ya no se puede fumar dentro de los edificios, este es el momento en que los fumadores aprovechan de fumarse un par de cigarritos.

En eso estábamos cuando una compañera de trabajo entró al edificio. Iba caminando rápido y con cara de molesta. La salude y no me dio ni la hora. Siguió de largo sin decir una palabra. La brisa fresca del aire acondicionado nos llegó por unos segundos y la puerta eléctrica se cerró detrás de ella.

Hasta ahí no pasaba nada especial. Alguien comentó que podía ser que iba apurada después del almuerzo o que estaba con su visitante de todos los meses. Ustedes saben a qué me refiero.

Seguimos en lo nuestro, mirando a todos los que pasaban frente a nosotros y haciendo uno que otro comentario sobre la forma en que caminaban, como iban vestidos, si eran deformes, etc. Pequeñas trivialidades para después del almuerzo.

En eso la mujer que les mencionaba salió arrastrando un carrito en donde llevaba, lo que pensamos eran cosas personales. Me miró y juro que vi que iba llorando, por ahí me han dicho que no fue así pero que le vamos a hacer, le pone más sabor a la historia si iba llorando que si no. En todo caso, en ocasiones anteriores me he equivocado, y quién sabe si esta haya sido una de esas.

La cosa es que salió con su carrito detrás de ella y se fue hacia el estacionamiento de al lado del edificio. Hubo un silencio, no sabría si largo o corto, lo que si se es que fue un silencio. Tragamos saliva y casi al unísono dijimos “la echaron”.

Como si fuera poco, no alcanzaba a terminar esta escena cuando por el otro lado del escenario aparece la mejor amiga de ella quien venía caminando acompañada del mero mero, quien venía algo así como explicándole algo, al menos eso fue lo que imaginamos todos.

Ya con todos estos datos en la libreta, quedamos todos convencidos de que había uno menos en la oficina. Un escritorio más había quedado disponible. Un cesante más a las calles de la ciudad. Horror. De solo pensar que ni uno de nosotros está exento de esta nefasta posibilidad me sube un hielo por la espalda que me hace estremecer.

El asunto es que todas nuestras horrendas reflexiones no fueron ciertas. Nos habíamos equivocado medio a medio. A diferencia de otros viernes en la oficina, este viernes nadie había sido despedido, y todo había sido un extraño caso de situaciones desconectadas que al ser ligadas por un grupo que venía recién de almorzar, y muy creativos debo agregar, tomaron un giro equivocado. No pienso volver de nuevo a ese restaurant.

: : Que mañana más rara

Que mañana más rara. Me desperté a la misma hora de siempre y me encontré con que había una llamada perdida en mi celular. Alguien me llamo a las 2 de la mañana y ni lo sentí. Mejor. Estaba durmiendo plácidamente. Que rabia que a uno lo despierten a esa hora. Quien sabe quien sería. Sin embargo no me preocupó demasiado el asunto ese y me fui al baño. Me afeité, me di una ducha más o menos rápida y salí. Mi amada me había servido mi café. Ella es un encanto. No tiene porque levantarse temprano, sin embargo todas las mañanas lo hace y me prepara un café con unas tostadas. Perfecto.

Salí con tiempo a esperar el bus, así es que caminé sin apuros. En la parada había una señora mayor vestida todo de negro y con lentes de marco color oro. Nunca la había visto. Extrañamente, en mi paseo en el bus no vi a nadie de los que generalmente veo. No era feriado. Raro.

Ayer cuando venía de vuelta en el bus me quedé dormido. Dormí todo el viaje de vuelta a casa. Fue agradable, ya que ahora llego hasta la última parada del autobús. Una vez, cuando vivíamos en la otra casa me quedé dormido y fui a parar a no sé dónde. No fue para nada agradable despertarme y mirar a todos lados sin saber donde estaba.

Ya en el tren viajé sentado. El vagón venía prácticamente vacío. Repito que no es feriado y sigo sin entender donde se metieron todas las caras conocidas que viajan conmigo todas las mañanas. ¿Donde están metidas? Raro, muy raro.

Cuando me bajé del tren caminé como de costumbre. Tratando de hacerle el quite al sol de la mañana que pega con fuerza y no es agradable llegar a la oficina todo transpirado. Caminé por el costado de la corte. Por la sombrita. En la esquina había un bus de turismo, y al lado un montón de turistas brasileños tomándose fotos al lado de un teléfono público. ¿Qué puede tener de interesante tomarse una foto al lado de un teléfono público en Miami y que no es distinto a los teléfonos de ninguna parte del mundo? Lo entiendo si uno se toma una foto al lado de una de esas casetitas rojas que hay en Londres, o al lado del toro de Wall Street. Estos turistas brasileños son raros, igual que la llamada perdida que encontré en mi celular cuando desperté o que la ausencia de caras conocidas en mi viaje hacia el downtown. Todo raro.

Ya en la oficina, lo primero fue una llamada de Minaya, que de paso no quiere que mencione su nombre sino que prefiere que lo describa, cosa que no haré, para decirme que venía tarde. No sé si lo había mencionado, pero el jefe del área en la que trabajo se tomó unos días libres y me dejó al mando del buque. Parece que es cierto que cuando el gato sale los ratones hacen fiesta, ya que ayer la hora de almuerzo fue levemente más larga de lo habitual. Generalmente los viernes pasa eso, ya que salimos todos a almorzar fuera y generalmente nos desordenamos un resto, pero ayer no era viernes.

Hoy es viernes, y es un viernes raro. Es mi primer viernes en la casa nueva. Es el fin de mi primera semana tomando este nuevo bus, en que las caras conocidas se dan solo hasta el jueves y en un barrio nuevo donde llaman a las dos de la mañana y no dejan mensaje. El lunes regresará Joe a hacerse cargo nuevamente y me preguntará como estuvo todo. Dudo que le interese saber lo que me pasó esta rara mañana.

: : El premio de consuelo

Desde mi ventana puedo ver la bahía. También puedo ver la estrella roja de Macy’s y las azoteas de los edificios del centro de la ciudad cargadas de un toque melancólico.

A veces puedo ver un crucero darse la vuelta en la bahía. La vista es entretenida. Siento que me la he ganado. Una oficina con vista a la bahía es un premio de consuelo agradable. Por lo menos cuando me canso puedo alejar mí vista de los monitores y mirar hacia afuera. Hacia la bahía.

Desde la altura todo se ve pacifico. Sin embargo acá todos estamos que nos pegamos un tiro. Este trabajo es un poco como camina sobre una cuerda floja. Siempre estamos con esa sensación de que cualquier pequeña brisa nos tirará para abajo, Y ahí quedaremos reventados en la acera frente a la corte. Con suerte el día que caiga le reviento encima a un chupasangre.

Hoy no hay una sola nube en el cielo. Se ve precioso. Sin embargo hay veces en que se ve aterrador. Hace algún tiempo vino una tromba de viento que entró desde el balcón que da a la escalera de servicio y boto todo lo que había en el lobby del piso, mientras afuera llovía furiosamente. Como todo en la vida, hay días despejados y otros nublados. Desde mi ventana los puedo disfrutar todos. Claro que eso es cuando me canso de mirar los monitores. Mi premio de consuelo.

Me lo merezco. Es mi premio. Una vista a la bahía, con días nublados y otros no tanto.

El viaje para llegar a la oficina es otro cuento. También es un premio. Especialmente cuando lo comparo con la soledad de ir detrás de un volante, conduciendo un vehículo que se mueve a dos por hora. Lo que es yo, viajo en bus y luego tomo el tren. Una hora de ida y otra de vuelta. No está mal. Manejando sería el doble o tal vez más.

Eso si que no se si lo merezco o no. Puede que no. Puede ser que merezca un trabajo más cerca de casa. Una hora extra al lado de mi familia sería un buen premio. Al menos el paseo en bus y en tren a veces es entretenido. Con el tiempo que paso en el viaje este ya conozco de vista a un montón de personas. Nos saludamos con un movimiento de cabeza y una subida de cejas. A veces hasta utilizamos palabras. No muchas. Un simple “hola".

Pero volviendo a mi ventana con vista a la bahía, no les había dicho, pero de noche, cuando el sol se ha ido a enterrar en el horizonte, la vista cambia radicalmente. Se llena de luces y de color. Una belleza, especialmente si a uno le gustan las luces de la ciudad. La noche tiene algo especial. La ciudad de noche es especial. A veces me toca quedarme hasta tarde en la oficina. Mi premio de consuelo es ver los brillos de la ciudad reflejarse en la bahía desde mi ventana.

Creo que soy afortunado.