: : Al mal ejemplo, buena cara

Anoche quedé sorprendido. Sin palabras. Anonadado. Sarkozy gastó trescientos mil dólares en construir una ducha que al final nunca utilizó y Chávez aprobó un aumento de sus gastos en un seiscientos por ciento, claro que le pidió a la ciudadanía austeridad. Predicar con el ejemplo es una cosa dura. Claramente estos dos personajes no lo pueden hacer. Malos ejemplos, eso es lo que son. Los dos. A la par. Lado a lado.

La ducha de Sarkozy es sólo parte del escándalo de los excesivos gastos, también hablan de una cena en la que se gastaron casi ocho mil dólares por persona. Por el otro lado, según cifras del presupuesto oficial para el año entrante, recientemente aprobado por la Asamblea Nacional, Chávez derrochará unos dos mil millones de dólares en gastos tan variados como la seguridad personal, los viáticos y su calzado. No olvidemos que ambos personajes han pedido a los ciudadanos de sus respectivos países apretarse los cinturones.

Estos señores son ejemplos de derroche. Nada nuevo en todo caso. Lo que sucede es que para variar, estamos todos inmunes a este tipo de idioteces. Nadie dice nada. Nadie alza la voz. Pareciera ser que a nadie le importara. Los noticiarios lo cuentan como si fueran niñerías, pequeñeces. Trivialidades. Pero no lo son. Son casos de despilfarro e idiotez absolutos. De pobres mentes elegidas para altos puestos. De peleles con poder. Nada más. La prensa los celebra como si fueran bebes aprendiendo a dar sus primeros pasos. Una vergüenza. Mientras tanto, en sus países la clase media se ahoga cada vez más acercándose a la extinción.

La ducha de Sarkozy o el aumento de los gastos de Chávez son como una guinda en la torta de la desfachatez. De la falta de criterio. De la mediocridad de los pobres tipos y de las pobres mentes. Para eso es que se persigue el poder, para abusar de él. Para desbancar un poco más las arcas fiscales en desmedro del bien social, algo que no es más que tema de campaña en algunos países. Chávez y Sarkozy son nombres en la larga lista de peleles que están en el poder. Lamentablemente elegidos con el voto popular. No quiero pensar que todos los votantes sean unos tontos, lamentablemente la alternativa es que en verdad no pusieron atención, algo que de ninguna manera aminora la falta.

En este marco hay quienes creen que cualquiera que esté en contra de este tipo de chifladuras es un izquierdista, un rebelde, o en el peor de los casos un anarquista, pero no. Nada más lejos de la realidad. Creo que querer un poco de sentido común en los escritorios presidenciales no es una utopía. Es una obligación. Pienso que exigirles a estas personas que hagan lo correcto por encima de lo popular es un deber. En el mundo tenemos ejemplos exitosos de gobiernos que han logrado bien social de la mano de economías solidas. Si ellos lo han logrado, no veo porque otros no lo puedan hacer.

A Sarkozy y a Chávez les da lo mismo lo que piense la gente. Se sientan en la opinión de la ciudadanía o del mundo. Algo parecido pasa por estos lados. No puedo dejar de mencionar este país. Acá tampoco se hacen las cosas bien. No somos inmunes a las idioteces. Lo que sucede es que a veces nos cuesta entender lo que está sucediendo gracias a que los medios de comunicación están claramente vendidos. Todo lo que nos dan de comer en la televisión y en los diarios no es más que aire. Nos venden la NFL o la Serie Mundial para que no nos demos cuenta de cómo se reparte la torta en el Capitolio. Así es, si ponemos atención, veremos que no son pocos los que siguen el mal ejemplo de Chávez y Sarkozy bajo nuestras propias narices.

: : Jugar para recibir

Desde mis días de juventud he sido un apasionado de los deportes. Un fan como millones de otros. Soy de los que van al estadio, claro que debo reconocer que ya no tanto como antes. Tan fanático he sido que en alguna ocasión he derramado un lagrimón por mi equipo, de alegría o de tristeza, eso da igual. Pero no soy fan de un solo deporte, ya que mis aficiones trascienden distintas especialidades. Mi primera preferencia por supuesto es el fútbol, el balón pié, el también mal llamado soccer. Después le sigue el Tenis. Lo disfruto mucho, claro que es una especialidad que aprecio con mayor frecuencia en televisión que en los courts. También disfruto del basquetbol y del beisbol. En cada especialidad tengo mi equipo o jugador predilecto. La cosa no es desordenada ni al azar.

Ayer los Yankees cayeron en el primer juego de la Serie "Mundial", que de mundial tiene poco. Horror. Como habrán notado le voy a ese equipo. Perdieron jugando de local. Inaudito. Una catástrofe. Con todo el dinero que le pagan a los jugadores uno esperaría un poco más de ellos. No fue así. El partido fue ganado por los que pusieron más empeño. Los que tenían más ganas. En todo caso esto no es nada nuevo en el mundo de los deportes. Planteles de miles de millones no aseguran que las cosas se hagan a la perfección. Ahí tenemos al Real Madrid que hace pocos días cayó con un desconocido equipo de la tercera división. Daba risa ver a los madridistas trotando detrás de los delanteros vestidos de amarillo. Una vergüenza, haciéndole descaradamente la cama al DT. Pero más vergonzoso aún son los salarios que ganan algunos deportistas. Son cifras realmente desquiciadas.

Vivimos en un mundo de locos. Un mundo donde la distribución de los dineros se hace bajo criterios incomprensibles y trastornados. Como dijo Seinfeld, un mundo bizarro como el de los comics de DC donde todo está al revés. Nuestro mundo está claramente al revés. Patas para arriba diría mi madre. Los humanos nos hemos encargado de que así sea. Nos hemos dejado estar, permitiendo que unos pocos manejen nuestras vidas. Que nos guíen para donde quieran llevarnos. Que nos digan que comer, con que vestirnos y que escuchar. Creemos que estamos en control, pero es sólo una ilusión. Quizás por eso disfruté tanto la película Matrix, la primera, ya que las que le siguieron me desilusionaron. Los hermanos Wachowski expresaron mi sentir de manera brillante y entendible, de paso no lo hicieron nada de mal en V for Vendetta, otra de mis favoritas. Vivimos en la Matrix. Todo es una ilusión. No tenemos el control de nada y vamos a la deriva.

Pero volviendo al tema de los deportes, debo reconocer que quedé helado con la noticia de que una fanática del beisbol se había ofrecido a cambio de unos boletos para ver la Serie "Mundial", que como ya dije, de mundial no tiene nada. La mujer colocó su aviso en internet y terminó encerrada por promover la prostitución. Mala idea la de la fanática. Su pasión le jugó una mala pasada. Esos son los excesos en que cae la gente. Una locura. Pienso que a lo que más he llegado, a sido a derramar lágrimas por mi equipo, más que eso no. Una vez, perdí una apuesta y me tocó ir a un clásico y sentarme en la barra del otro equipo. No sólo eso, perdimos y me tocó celebrar los goles. Eso fue terrible. Lo bueno es que ya pasó.

La parte social de los deportes tiene que ver con las ganas de salir de la pobreza que tienen miles de familias. Los padres sacrifican todo para que sus hijos atletas tengan la posibilidad de salir de sus barrios y comprarse un Hammer. El problema es que muchos de estos muchachos terminan en nada, ya que sus habilidades en las canchas no siempre van de la mano de su buen juicio. A poco andar terminan despilfarrando sus fortunas o entregándoselas a personas que sin el menor reparo se las mal administran. Una pena.

En verdad, lo que más hay en el mundo es dinero. Lo que sucede es que la mayor cantidad está en manos de unos pocos. Esta mañana veía en Facebook una amiga que ingresó a un grupo de personas que piensan que si el Vaticano vendiera alguna de sus obras o propiedades, y entregaran las ganancias a causas como acabar con el hambre en el tercer mundo, las cosas mejorarían. En seis meses el grupo reunió más de un millón de seguidores, sin embargo nadie le para bola a Facebook. Extrañamente los que más dan son generalmente los que menos tienen o los que más necesitan. Por siglos se nos ha enseñado que hay que dar para recibir, sin embargo, asumo que quienes pusieron estas enseñanzas por escrito saben que eso sólo se da si uno guarda los recibos de lo dado y los deduce de sus impuestos.

: : Una lunática experiencia

El otro día conversaba con mi amigo el Capitán, quien me contaba sobre el tremendo poder que ejerce la luna sobre las mareas. Una maravilla. Lo encontré genial. Por supuesto que de una forma u otra conocía de casi todo lo que me estaba explicando sin embargo, posiblemente debido a su rango y los años de experiencia acumulados como hombre de mar, la información sonaba mejor y más entretenida. Seria y creíble. Pero así es, la luna nos afecta a todos. Por supuesto afecta más a unos que a otros. De ahí el adjetivo lunático, que no es más que un chiflado que gracias a la luna empeora.

Cosa sería esta luna. No sale nunca por la misma parte. Es una caprichosa. Por eso le cantan los poetas y la buscan los enamorados. Es mágica. Me gusta la luna a pesar de que no siempre le coloco atención. Nunca me ha dado por espiarla con un telescopio ni por anotar sus movimientos, de hecho rara vez se si viene de o si va para su redondez completa. No entiendo de qué manera me afectará su presencia. Asumo que no soy inmune a sus efectos. Por eso debe ser que disfruté mucho de las historias que el Capitán me contaba sobre la luna y las mareas, otro tema que desconozco. Eso se debe a que no me considero un hombre de mar, le tengo mucho respeto. Algo cercano al temor. Le temo al mar, sin embargo, igual que la luna tiene un embrujo especial. Me gusta pararme en la costanera a mirarlo, especialmente cuando la luna esta brillante. La luna y el mar hacen una pareja especial. Como Fred Astaire y Ginger Rogers.

El domingo recién pasado fuimos a pasar la tarde a la casa de otro amigo, que no es hombre de mar sino de tenis. Juega mucho al tenis. Pero además descubrimos que mejor aún que su revés o su servicio son sus habilidades culinarias. Nos encantó con un festín de delicias mediterráneas y orientales, y ni hablar de los vinos. Una real experiencia para el paladar. Entre los invitados se encontraba un oceanógrafo gringo. Muy simpático él, igual que el resto de los asistentes. Entre copas y platos lancé a la conversación algunos de los datos anecdóticos que me había transmitido el Capitán y mi recién conocido amigo me los confirmó agregando datos científicos que le dieron mayor peso a la información. Como dirían mis amistades cubanas, la luna es una bárbara. Es poderosa. Mística. Embriagadora.

El fin de semana pasado fue muy entretenido. No me puedo quejar. Tuvimos de todo lo necesario para que fuese de antología. Creo que al final de eso se trata la vida. De dejarse llevar por la corriente hasta donde nos quiera llevar. A veces cuando uno se lo pasa planificando termina quedándose con nada. Sin embargo cuando uno deja que las cosas fluyan los resultados terminan siendo fascinantes. Todo lo que se necesita para pasarlo bien son las ganas y una buena compañía. Un buen vino quizás. Jamones, quesos o carne asada. Cervecitas bien heladas. En fin, un poco de todo y las ganas de pasarlo bien. Un buen fin de semana nos permite arremeter contra las adversidades de lo cotidiano y de la semana laboral. No importa si nos encontramos faltos de sueño o con los achaques, lo comido, lo tomado y lo bailado no nos lo quita nadie. Así decía mi abuelo, que de paso hablo poco de él, no por falta de cariño, sino que porque en realidad nunca fuimos muy apegados. El sábado compartí el único recuerdo de un gesto de afecto recibido de su parte, una especie de coscorrón que me dio mientras veíamos el Festival en su televisor a color. Lo tomé como una muestra de cariño de un hombre rudo y de pocas palabras. Qué tiempos aquellos.

Creo que la luna sabe como pasarlo bien. Conoce los secretos del universo. Es sabia. Es especial. La luna es una romántica empedernida. Una enamorada de la vida como lo deberíamos ser todos. Se deja llevar por el momento sin tapujos, por eso encanta y trastorna a los chiflados. Todos somos un poco locos aunque no lo queramos reconocer. La luna lo sabe y por eso nos visita de noche regalándonos sus hechizos y encantamientos. Una vez al mes la luna se pone en exacta oposición al astro Rey, una perfecta alineación de astros luminosos. En ése momento, los enamorados la vemos redonda y más brillante que nunca. Esta llena. Es una noche especial para todos. Mística. Un momento para la celebración. El ritual de la luna llena en tiempos de Escorpio se debe realizar. Pero en fin, otro fin de semana se nos viene encima. En el fondo de mi corazón esperaba que nos acompañara una resplandeciente luna llena. Pero no. Lamentablemente para mis expectativas, la próxima caerá en lunes.

: : La vida nos da sorpresas

Un muy buen amigo está atravesando por una separación. Un divorcio. No es cosa alegre por ningún lado. Pero lo bueno es que éste amigo en cuestión ha tomado una actitud más o menos positiva al respecto. Así es. Ha buscado refugio en libros de auto ayuda. No es mala la cosa. Hay personas a las que ayudan ese tipo de cosas. A mí como que no mucho, pero que le vamos a hacer. Ese soy yo. En todo caso, como ya mencioné en alguna ocasión soy un fiel admirador de la sicoterapia. Creo que eso si que ayuda. Gracias a un año de sesiones pude salvar mi matrimonio que iba en dirección desconocida. Así es, claro que el problema era yo, posiblemente por eso me ayudó. Mucha gente busca ayuda siendo que no son ellos el problema. Eso sucede más seguido de lo que uno pudiera imaginar.

Eso de la autoayuda es extraño, Ya que si uno la saca de un libro lo de auto ya no corre. Es simplemente ayuda entregada por otra persona de buenas intenciones. Así es. La mejor intención es la de vender uno de sus libros que de paso, tiene continuación. Así que si uno realmente se quiere mejorar tiene que seguir comprando libros hasta completar la colección. En verdad, si uno lo mira detenidamente la única ayuda que se está dando es a la economía y al escritor.

Lo más simpático de todo es que generalmente la ayuda que estos libros entregan es bastante simple. Lógica si se quiere. Es cosa de poner atención. Fijarse en los detalles. Dejar que la vida lleve su camino y no tratar de forzarlo. En general, aprender a aceptar las cosas como son. No como uno quiere que sean, en pocas palabras, aplicar el sentido común. Lo que sucede es que generalmente cuando estamos pasando por esos momentos dolorosos de la vida no tenemos cabeza para concentrarnos en eso. Tampoco tenemos oídos para escuchar a los que están más cerca de nosotros y que por ende puede ser que nos conozcan mejor y que entiendan mejor la situación por la que estamos atravesando. Así es que nada mejor que buscar ayuda poniendo atención a los consejos de otra persona. Que con más calma ha podido ordenar el razonamiento lógico que todos hemos ido perdiendo poco a poco con el pasar de los años. Algunos lo hemos perdido con el tiempo, otros nacen genéticamente dañados. El asunto es que los libros se venden mejor que las empanadas que prepara mi señora.

No me gusta por lo que está pasando mi amigo. Es doloroso. Lo entiendo porque hace años pasé por lo mismo. Por alguna razón el rompimiento de un matrimonio es siempre un paso difícil de dar. Si uno mira para atrás, algunos más que otros, en general nos pasamos la vida rompiendo relaciones hasta que damos con la correcta. No es nada fácil. Toma tiempo. A veces simplemente no llega. Así es la vida. Cosa seria. No hay recetas que nos enseñen a vivir. Hay quienes nos quieren vender perfección sin embargo todos sabemos que ese estado donde todo es maravilloso, de darse, dura un suspiro. Lo que hay que aprender es a disfrutar los momentos cuando se dan y tratar de mantener el recuerdo. Hay quienes se quejan de lo mal que les ha ido, eso es porque han concentrado toda su atención en esos momentos nefastos que debemos asimilar pero no mantener vivos eternamente en nuestras memorias.

Aunque no lo crean los recuerdos alegres son el combustible que nos mantiene con energía, eso y el hambre de logros y retribuciones. Lo demás debe ser anotado y archivado. Dejar los malos recuerdos sobre nuestra mesa de noche por siempre es un error. Lo mejor es aprender y seguir adelante. Recordar lo bueno y sacar una lección de lo malo. Debemos querer más. Pedirle más a la vida y esforzarnos el doble por lograrlo. Creo que mi amigo va por buen camino. Me alegro que se acercara a mí para confiarme sus pesares. Espero serle de ayuda. Por lo menos ser un apoyo. Que no se sienta solo. Es rico tener amigos. Los amigos en general siempre son mejores que la familia, ya que a ellos los elegimos o nos eligen, eso da igual. A veces en la familia se encuentran esos casos especiales de primos que son como hermanos y de hermanos que son como padres. Como he dicho en más de una ocasión, he sido afortunado ya que tengo de todos esos ejemplares y más.

: : Así con los suecos

Nunca he tenido el placer de estar en Suecia y no creo tener ningún amigo sueco. De los suecos sé poco. Muy rubios y herméticos ellos. Dicen que el clima no los ayuda mucho que digamos. Por ahí he leído que no manifiestan abiertamente ni las alegrías ni las penas. Son como las estatuas griegas. Frías. Una piedra. Qué sé yo, como les decía no conozco a muchos suecos. Al grupo ABBA, pero nunca les he parado mucha bola, para ser franco no soy muy asiduo a su música. Dicen que el problema con los suecos es que el invierno allá es muy duro y oscuro. Eso no los ayuda para nada. Por ahí leí que en pocos países parece ser la gente tan jovial como en Suecia durante los claros meses del estío, tan llena de sentimientos de felicidad y de libertad, aunque ligados a la melancolía producida por “la demasiado corta duración del verano”. Rara la cosa. Es claramente una tierra de contrastes.

Como les decía, nunca he tenido el placer de estar en Suecia y no creo tener ningún amigo sueco. No es raro en todo caso, no debo ser el único, estoy seguro que si ahora hiciera una encuesta sobre cuántas personas están en la misma situación encontraría más de un millón de amigos igual que Roberto Carlos. Así que con este dato se darán cuenta de que en realidad tengo pocas o casi nulas posibilidades de hablar con conocimiento de causa al respecto de este país y de su gente. En todo caso, ya que estamos en el tema, me gustaría referirme a una organización que tiene su sede en dicho país. Me refiero a la Fundación Nobel. Esa, la que dejó don Alfred, para como dicen las malas lenguas, aplacar sus sentimientos de culpas. Pobre don Alfred.

Los albaceas de don Alfred como que se equivocan. No hay nada malo en eso digo yo, todos nos equivocamos. No siempre se puede estar de acuerdo con sus determinaciones de a quién premian y a quién no. Eso es bien sabido en todo caso. No siempre se le puede dar el gusto a todos. Claro que estos escandinavos y su premio a veces dejan al mundo entero marcando ocupado. Por ejemplo ¿Quién es Herta Müller? Ni idea. Pero se ganó el premio. Bien por ella. No soy quien para desconocer su laurel, ni sus pergaminos, sin duda ahora que lo ganó posiblemente trate de leer algo de lo que ha escrito ya que su nombre ha quedado en mi memoria. Así es la vida. Claro que como de costumbre, los únicos que alegan conocerla son los más snobs, los que nunca faltan y que lo conocen todo. Pero no puedo dejar de preguntarme ¿Qué fue de Nicanor Parra o de Vargas Llosa? ¿Algún día los irán a tomar en cuenta los señores del Nobel? Quién sabe. A estas alturas parece que no. Tal vez lo hagan cuando sea demasiado tarde. Don Alfred debe sentirse tan perdido como nosotros. No debe entender nada.

Se reconoce a los suecos como personas amables y de buenos modales. No tengo porque dudarlo. También dicen que son buenos para escuchar, bien me parece, aunque a veces no sé a quien escuchan. Claramente no me escuchan a mí. Debe ser porque no conocía a la señora Müller y sus escritos. Por eso. Quién sabe. Los nórdicos son distintos a mí. Tal vez por eso premiaron a don Obama por las cosas que piensa hacer. Ellos piensan de otra manera. Generalmente yo hubiese esperado a celebrar sus logros y no sus promesas. Pero ese soy yo, el mismo que no conocía el trabajo de doña Herta. Quién más. Ahora sólo me queda esperar como se darán los cosas de aquí para adelante. No será fácil para don Barack lo que se viene encima. Los ojos del mundo ya estaban sobre su persona, ahora será peor, ya que las expectativas serán aún mayores. Con doña Herta no importa ya que la premiaron por lo que ha escrito. si decide no escribir más será su problema, con el presidente será diferente. Ahora no puede irse de vuelta a su humilde casa de Chicago a descansar, ya que tiene que empezar a cumplir sus promesas de paz y de prosperidad.

: : Hay semanas y semanas

Hay semanas y semanas. Querámoslo o no la vida tiene su ritmo propio. Su propio pulso. Baila a su propio compás. Las cosas salen como quieren y cuando quieren. Por más que tratemos de doblarle la mano al destino no se puede. Eso me pasa a mí y lo más probable es que también le suceda a usted. En su casa, en su oficina, en la calle. Mientras maneja o cuando va en el bus. En el parque y frente al mar. En la cordillera o en la piscina. No hay nada que hacer. Somos esclavos de las circunstancias y nada más. La suerte es así. Hay quienes dicen que la tienen toda, otros se quejan de no tener nada.

En realidad he llegado a la conclusión de que en general todo en la vida es parejo. La dualidad de las cosas se da en todo y no hay más. Justas a la perfección. Al dedillo dirían por ahí. Cuando pedimos al cielo, a los ángeles, a las figuras inanimadas, o al ente divino que sea, siempre tendremos un cincuenta por ciento de probabilidades de que las cosas se den o no. Si resultan, le prendemos una velita en agradecimiento a quien sea el gestor de nuestro milagrito, si no sale, la prendemos igual y aceptamos que tal vez no era el momento de que se dieran las cosas en nuestro favor. Nos quedamos con la excusa de que simplemente no era el momento. Aceptamos callados y seguimos adelante con nuestras vidas como si nada hubiese pasado.

A nadie le falta Dios decía mi madre. Mi madre siempre decía muchas cosas. Me acuerdo de todas. Todos los días. Es como si su voz sonara en mi cabeza repitiéndome “te lo dije”. Sabía mucho la vieja. Era una vieja sabia. Como sacada de un libro. De una novela de esas entretenidas llenas de cuentos y anécdotas. Un encanto. En todo caso mi viejo no lo hace nada de mal. Ahí anda, a sus ochenta y tantos años más activo que nunca. Trabajando. El trabajo siempre ha sido su pasión. Mi abuelo era un viejo grandote, fuerte como un roble. Jubiló, dejó de trabajar y se lo llevó el buen Dios. Se lo comió la arteriosclerosis. Entiendo a mi viejo en no querer dejar de trabajar. Para qué. Aún hay mucho que hacer por estos lados materiales. El mundo inmaterial puede esperar.

Hoy es uno de eso días raros. Tenemos reunión en la tarde, de esas que me gustan tanto y después celebraremos cumpleaños y demases. Con cervecitas, vinitos y de todo un cuanto hay para degustar. Quesitos, camarones. Una delicia. Nada como terminar la semana así. Sin despidos. Sin sobresaltos ni malos ratos. Comiendo y bebiendo. Como lo hacían los romanos, festejando, claro que después se asesinaban por la espalda. Ojalá que ese no sea el caso. Si me asesinan que sea de frente. Los cobardes lo hacen por la espalda. Los romanos en su imperio no lo hicieron muy bien que digamos. Por eso se acabó. Desapareció. Nada que se haga con malas intenciones puede durar mucho tiempo. Es la ley de la vida. Nada es eterno. Se acuerdan que les decía en la dualidad de la vida. Las cosas se dan en pares. Como pecas pagas dicen por ahí. Mi vieja también lo decía.

Pero hoy es viernes. Traje empanadas hechas por mi señora. Deliciosas. Se vendieron todas y la clientela quedó con gusto a poco. A ver si la próxima semana traigo más. Ahora saldremos a almorzar como dice la tradición que hemos instituido en nuestro departamento. Saldremos a celebrar que se acaba otra semana y que hemos sobrevivido. Ni uno de nosotros fue sacrificado a los dioses mundanos. Ninguno pasó a formar parte de las estadísticas del desempleo. Comeremos para celebrar como es nuestra costumbre. Celebrar que afuera está soleado y es rico salir a dar un paseo de vez en cuando. Ahora que el invierno se nos viene encima salimos cuando ya está oscuro.

: : Lo que Sopo no supo

Hace poco terminé de leer un interesante artículo sobre el arresto de un delincuente buscado internacionalmente. El fresco se había escapado a una playa de México. Palmeras, arena y mar. Cervezas y margaritas. De día al sol y bailando toda la noche. La vida del Jet Set. Seguramente se codeaba con la crema y nata de la sociedad. Rubias, morenas, pelirrojas. Latinas, europeas y asiáticas caminaban agarradas de su brazo. Todo bien hasta ahí para el malandrín este. Todo perfecto, hasta que cometió un pequeño error. Un desliz. Un descuido. Subió las pruebas de sus andanzas en el paraíso al internet. Utilizó una red social para ser la envidia de todos y como si fuera poco, aceptó a un ex funcionario del Departamento de Justicia como amigo. Craso error. Por eso lo pillaron. Facebook fue su perdición.

El internet hace muchas cosas, buenas y malas. Es una droga. Un gran vicio. Un paraíso. Un refugio para los solitarios y para los cortos de genio. Los tímidos. Para los solteros y los casados. Los divorciados y los viudos. Los anarquistas y los xenófobos. Los de derecha y los de izquierda y porque no, también los del centro. Los de arriba y los de abajo, también los de aquí y quién sabe si también estén los de allá. Los del sur y los del norte. En general, un gran mosaico de personas y personalidades, de gustos y de disgustos. Un cuánto hay de lo más selecto y refinado de la sociedad y aquellos que no lo son tanto. Una maravilla. Un verdadero primor. Sé de algunos que no comen y casi no duermen navegando por el espacio virtual que es el internet. He sabido de quienes lo han perdido todo por su adicción.

¿Pero qué se puede hacer ante tanta tentación? No es fácil decirle que no a la tremenda excitación de dejarse llevar por la corriente de información, conocimiento y contactos que este medio nos ofrece. No son pocos sus servicios. No. Internet debe ser como la manzana de Adán, que de paso, si hubiese tenido internet en el paraíso posiblemente nunca se hubiese dejado engatusar por su media costilla. Pero no fue así. No había internet en ese paraíso, pero si lo había en Cancún, y esa fue la manzana que mordió Sopo. Maxi Sopo, ese es su nombre, el delincuente que no pudo con el impulso de mostrarse en internet. No lo soportó. Fue más fuerte que su sentido común. Pero eso es otra de las cosas que tiene el internet, se presta para fechorías de todo tipo. Desde viejos cochinones a la siga de menores de edad, hasta delincuentes que sólo quieren desplumar nuestras cuentas bancarias. Hay de todo en el internet. Es un callejón oscuro. Un laberinto lúgubre lleno de recovecos y vitrinas donde las prostitutas se muestran, algo así como una escena del barrio rojo de Ámsterdam. Eso es. Una gran vitrina, un muestrario de lo mejor y peor de la sociedad o suciedad en la que vivimos.

Sopo no supo lo que hacía. Se dejó llevar por sus impulsos, posiblemente los mismos que lo llevaron a ser un fugitivo de la justicia. Pero ya sabemos que la justicia no es ciega, ya que de ser así, nunca hubiesen visto esas fotitos de Sopo en el paraíso. No se hubieran dado cuenta de cómo les sacaba la lengua y desde lejos le paraba el dedo del medio. La justicia lo vio. Lo pilló y fue en su busca. Lo apresaron y ahora se desquitará. Hará que pague por su crimen y por su descuido. Quién sabe cuál de los dos le pese más en su conciencia. Sopo no supo lo que hacía y por eso fue capturado. El internet, a pesar de ser un lugar oscuro, no es un sitio impenetrable para los buenos. Batman debe tener una cuenta en Facebook, posiblemente bajo su nombre de pila, Bruce Wayne o Bruno Díaz. Lo mismo debe ser con Superman y con la Mujer Maravilla. Posiblemente tengan la cuenta bajo otro nombre. No el que todos les conocemos. Un seudónimo bajo el cual pueden velar por nosotros y combatir la delincuencia o puede ser que solo busquen amigos. Contactos con quien chatear. Debe ser triste ser súper héroe. Un trabajo solitario, mal pagado, y como si fuera poco secreto. Algo así como el mío, pero peor, mucho peor.

: : Los cuentos que nos cuentan

Cuando era niño me contaban cuentos para que me durmiera. Creo que así era. En verdad no recuerdo. Mis viejos se lo pasaban leyendo así que supongo que se deben haber sabido unos buenos. La caperucita y los tres chanchitos no, esos no. Tienen que haber sido cuentos mejores, mucho mejores. No tengo porque dudarlo. Ahora yo le cuento cuentos a mi hijo para lo mismo. Para que se duerma. Para que descanse. Eso sí que me consta. Desde pequeños nos acostumbramos a eso. A escuchar cuentos para poder dormir tranquilos. De grandes la cosa no cambia en nada. Seguimos escuchando cuentos por todos lados. Nos dicen que nos quieren, que nos aprecian, que somos indispensables, que ya viene el aumento. Cuentos y más cuentos. Por eso no me sorprendí mucho cuando lo leí esta mañana. No podía ser de otra manera. Supongo que siempre se supo, claro que la esperanza es lo último que se pierde. Uno siempre espera que el cuento no sea tal. Que algo pase. Pero no. No fue así. Más tropas para Afganistán. Al menos eso es lo que decía el Washington Post. Trece mil tropas más. De nada sirvió el Nobel de la Paz. Este país nunca ha tenido presidentes pacifistas. Este país vive de las guerras. De nada sirve que por todos lados se grite que ya basta de violencia. No se consigue nada. Nadie escucha.

En la casa de muros blancos al final de la calle Pennsylvania las paredes no permiten que se escuche nada de lo que se grita afuera. Dentro de esas murallas se vive en otro mundo. Uno que desconocemos. Uno que no entendemos. Uno que no se maneja en los mismos cánones que el resto de la sociedad norteamericana. Quienes lo manejan, tienen una agenda completamente diferente a la del resto del país. Dicen que gobiernan para todos, pero eso no es cierto, lo hacen para unos pocos. Sus amigotes. Los que les pagan las campañas. Los que firman los cheques con plumas de oro. Los que nos inventan los cuentos. Los que escriben los guiones. Ellos, los magnates de la salud, del petróleo, de los bancos y de las comunicaciones. Esos que dicen que su enriquecimiento no tiene nada que ver con que los demás se hagan un poco más pobres. Ellos que se han encargado de mantener en una burbuja al Presidente y a todos sus consortes. Los que le dicen lo que debe hacer aunque en campaña él clame ser independiente. Esa independencia no existe. La casa de paredes blanca tiene dueños, y esos no son los que votan cada cuatro años en las urnas. No. No somos nosotros. Me duele decirlo, pero la democracia no es más que una ilusión que nos vendieron como tantas otras cosas. Un gran cuento.

Pero no sólo de cuentos vive el hombre. Por eso es que salimos a producir. Porque tenemos que pagar las cuentas. Porque si no nos ganamos el sustento nadie nos lo va a dar. Si no tenemos para pagar nadie viene con paquetes de rescate, no. De esos paquetes no hay para nosotros. Tenemos que salir a trabajar para ganarnos el sustento y de paso pagar los impuestos. Esos que de vez en cuando nos dicen que van a bajar. Esos que nos juran de guata que no subirán más. Esos que sirven para pagar por esos paquetes con los que se aseguraron las pensiones los visionarios que nos dejaron en banca rota. Los que toman vacaciones con el Jet Set en playas privadas. Los que viajan en aviones privados. Los que no quieren que haya paz. Cuentos y más cuentos. Todos son puros cuentos.

La verdad es que no recuerdo a mis viejos contándome cuentos antes de dormir. Puede ser que así haya sido. En una de esas tengo algún tipo de amnesia que no me permite llegar a esos recuerdos o puede que nunca hayan sido. Da lo mismo. Ya pasó. Sin embargo me acuerdo de mi viejo revisando los diarios de la mañana a la hora del desayuno. Explicándome porque las cosas eran como eran. Si bien es cierto no compartimos las mismas opiniones en relación a un montón de temas, mi viejo me enseñó a ser tolerante con las ideas de otros. Me enseñó a ser paciente y a tratar de ser justo a la hora de emitir juicios. He tratado. Les juro que lo he intentado. He tratado de llevar a la práctica sus enseñanzas pero no ha sido fácil. Espero que mi hijo, a pesar de los cuentos que le cuento antes de dormir algún día pueda decir lo mismo, que trató. A veces da lo mismo si se consigue todo lo que uno se propone, ya que en el intento, como decía Leo Burnett, uno nunca termina con las manos vacías. Seguiré intentando creer en la democracia. Trataré de creerme el cuento. A ver si en una de esas todo no ha sido más que un error de imprenta. Sólo un mal entendido.

: : Esperando en constante movimiento

El mismo día en que se bombardeaba la luna le otorgaban el premio Nobel de la Paz a Obama. Me parece algo simbólico. Sacado de un cuento. De una fábula. De una novela rosa. Increíble. Una maravilla. Lo más probable es que los suecos andaban cortos de candidatos y por eso lo escogieron. No creo que hayan tenido malas intenciones ni planes maquiavélicos con su nombramiento. Es cierto que a todas velas los motivos parecen débiles, pero que le vamos a hacer. Ya fue. A celebrar. A seguir esperando que salgan las cosas. Que se cumplan las promesas. Pero hay que mantener la calma. Nada de ponernos nerviosos ni ansiosos. Las cosas no se darán rápidamente. No. Como todo en la vida, los cambios toman tiempo. No se dan de la noche a la mañana. Eso sólo pasa en las películas. En Hollywood. En los libros. Todo toma su tiempo. Todo tiene un período de adaptación.

Lo que pasa es que la paciencia se acaba. Cuesta mantenerse esperando por las cosas que uno quiere. No es fácil sentarse a esperar. En todo caso, sentados esperando no logramos nada. ¿Para qué? Mejor estar en movimiento. Haciendo cosas. Creando. Sentados nos atrofiamos. Nos echamos a perder. Dejamos de funcionar como corresponde. Nos oxidamos. Por eso escribo. Es un modo de mantenerme ocupado. Una manera de ejercitar las neuronas mientras espero. De mantenerlas activas. De mantener alejado el Alzheimer. De estar más o menos sanito. No es fácil. Mantenerse sano en la actualidad es una lucha que no termina. Es una guerra constante. Es cosa seria. Si nos descuidamos nos sube el colesterol, el azúcar, nos crece el abdomen, desarrollamos la doble pera. Yo estoy en eso. Peleando constantemente por bajar de peso. No sé es que momento me descuidé tanto. ¿Cómo fue a pasar? Fácil, pasó el día en que me senté a esperar por algo, por el cambio, por el golpe de suerte, por mi minuto de gloria. Ahí fue. Me senté, me quedé acostado y engordé. Me puse como chanchito. Me salió la doble pera que ahora la escondo debajo de una barba cana y desordenada. Así fue. Ahora lo recuerdo.

Como verán, hablo del tema porque lo conozco y creo que he aprendido mi lección. Pienso que no es demasiado tarde. Nunca es demasiado tarde. La lucha se acaba sólo cuando damos el respiro final. Cuando bajamos la cortina. Cuando caminamos por el largo túnel siguiendo la luz. Eso no lo inventé yo, mi madre me lo comentó una vez cuando regresó de uno de sus comas. Tuvo tres. Era dura mi vieja. Un ejemplo. Mantuvo el ánimo en alto hasta el final. Siempre sonrió. Siempre les subió el ánimo a todos. Guardó sus penas en un baúl y tiró la llave al mar. La tiró desde los requeríos del Tabo. En la playa que quedaba en la bajada del restaurant San Pedro. Ahí, donde hacíamos fogatas cuando era niño con los otros hijos de periodistas deportivos. Que recuerdos aquellos. Mi vieja subió a la roca más alta y desde ahí tiro la llave del baúl donde guardaba sus penas.

Todos tenemos penas que guardamos bajo siete llaves. No sé para qué. De qué sirve guardarlas si al final siempre terminan por salir. Es mejor darles la cara. Enfrentarlas y así ahorrarnos la ulcera. Eso es lo mejor. Claro que para variar eso también lo aprendí tarde. Después de que ya me la había ganado. Ahora trato de sufrir el momento. Por suerte, no he tenido demasiados. No soy un personaje de telenovela. Mi vida en general ha sido afortunada. Entretenida. Dinámica. A veces emocionante y sin duda variada. Ha tenido de todo. Por suerte los momentos alegres han superado con creces a las tristezas y gracias a ellos, a esos recuerdos alegres, es más fácil superar los otros, los amargos, los que nos duelen. Todo en la vida se supera menos la muerte, y cuando ella llega, hay que recibirla sonriente. Sin miedo. Con las botas puestas. Con la maleta en la mano lista para un largo viaje.

Yo le temo a la muerte como todos. Le temo porque en verdad no sé lo que hay en el otro lado. Por eso es que he jugado mis fichas con moderación. Quién sabe si al otro lado de verdad me esté esperando un hombre de blanca barba y blancas vestiduras con un libro grandote, también blanco y enchapado en oro, donde tendrá anotadas todas mis andanzas y fechorías. De ser ese el caso, he tratado de que me anoten algunas cosas buenas, a ver si con eso puedo reducir mi condena. Todo se arregla conversando. Quién sabe si lo convenzo de que me deje pasar. La esperanza, como les he dicho en otras ocasiones, es lo último que se pierde.

Por ahí cantaban que fumando espero. No es mi caso, hace cuatro años que dejé de fumar y ya no espero nada. Me cansé de esperar. Por eso es que hago o al menos trato de hacer cosas. De estar activo haciendo y no sentado esperando. Cuesta, no es fácil. Las ganas de dormir a veces son más grandes. Por ahí hablan de que ese es un síntoma de depresión. Soy depresivo, pero trato de que no me supere. Trato de que no me sobrepase. Vivo tratando y creo que cuando pongo mi vida sobre la mesa, cuento más logros que fracasos. Más alegrías que tristezas. En general, cuando miro esto pienso que deprimirse es perder el tiempo, y en verdad, si se busca, siempre hay algo mejor que hacer. Si tengo que seguir esperando por mi premio, que sea en constante movimiento.

: : Elucubraciones aturdidas de viernes por la mañana

Los muchachos de la Nasa no se cansan de impresionarme con sus descubrimientos. Son geniales. Maravillosos. Pusieron a un hombre en la Luna y con eso fue suficiente. Con una vez basta dijeron y no lo volvieron a intentar más. Con eso le ganaron a los rusos y a los chinos. ¡Somos los mejores, los number one! dijeron y cambiaron de rumbo. Claro que para muchos fue sospechoso. Nadie se explica que no hayan seguido con sus lunáticas investigaciones, perdón, quise decir lunares investigaciones por varios años. Hicieron el video del alunizaje y pararon. Se acabó el interés. Hasta ahora.

― ¿Habrá agua en la Luna? Necesitamos saberlo ya, especialmente ahora que el agua en la tierra está empezando a escasear se dijeron.
― Imagínense la oportunidad de mercado – propuso en voz alta un científico de ojos azules y cabeza calva que estaba perdido detrás de unos monitores –, Zephyrhills no sería competencia ante una botellita reciclable de agua lunar. Lo mejor. La más refrescante. Y si viene del lado oscuro de la Luna podríamos cobrar el doble y usar la canción de Pink Floyd en los comerciales.

Supongo que así pudo haber sido o puede que no. Puede ser que haya existido otro diálogo en los laboratorios de Cabo Cañaveral. Razones menos comerciales y de dudosa talla. Razones banales. Oscuras. Desesperadas.

― Jefe, el gobierno federal nos acaba de avisar que nos van a quitar los fondos nuevamente.
― ¿Cómo? ¿De nuevo?
― Si Jefe. Dicen que ya nadie nos respeta y que nos hemos convertido en una mala inversión. Somos el hazme reír de la comunidad científica.
― Debemos hacer algo inmediatamente para recuperar el respeto mundial y garantizarnos los salarios por unos cuantos años más. Dijo el Jefe encolerizado.
― ¿Pero que se le ocurre jefecito?
― Bombardeemos la Luna.
― ¿La Luna?
― Como lo oye, la Luna. De esa manera matamos dos pájaros de un mismo tiro. Sea cual sea la reacción en el suelo lunar podemos decir que confirma nuestras teorías.
― ¿Cuáles teorías?
― No me interrumpa. Eso da lo mismo. Sería maravilloso y por el otro lado nos sacamos de encima a todos los locos que dicen que nunca llegamos a ella. Si la volamos, no tendremos necesidad de mandar a nadie para allá nunca más.
― Suena bonito Jefe, pero ¿usted cree que dará resultado?
― Por supuesto. Desde que inventamos el velcro y los microondas nos ganamos el respeto de todos. Podemos decir lo que queramos.

¿Habrá sido así? Eso nunca se sabrá. Las paredes de la Nasa están selladas a machote. Son impenetrables. Inexpugnables. Nada sale de ahí. El control es absoluto. Por mi parte son sólo teorías. Elucubraciones aturdidas de viernes por la mañana. Ya la neurona no da para más. El fin de semana está a las puertas. Falta poco para que oficialmente podamos descansar. Irnos a la casa a disfrutar en familia del Nobel que le acaban de dar a Obama. No por lo que significa, sino porque no estaba de acuerdo con que se lo dieran a Ingrid Betancourt. Creo que, en todo caso, Obama aún no ha cumplido con las expectativas de quienes lo elegimos. Hasta ahora su mayor logro ha sido sentar a un profesor afroamericano y a un policía blanco a tomar cerveza a la sombra de altos árboles en el patio de su alba casa de la capital. El premio se lo dieron sólo por las palabras bonitas, ya que de hechos hemos visto pocos. Buenas intenciones nada más. Los demócratas no han sido capaces de lograr lo que prometieron ya que los especialistas en lobby han demostrado ser realmente buenos en sus trabajos. Una maravilla. Se ve porque ganan lo que ganan. Mi madre nunca me dijo que me dedicara al lobby. Tal vez ahora viviría en Connecticut.

: : El verdadero Show de David

La audiencia del programa de David Letterman aumentó. Era de esperarse. A todo el mundo le gustan los escándalos. ¿Acaso hay algo mejor? Un poco de morbo en la televisión es lo que vende. Es el suero que nos mantiene con vida. Pero un poco, sólo un poco. Nada de morbosas exageraciones, ya que es peligroso, se corre el riesgo de perder la audiencia y ver bajar el rating. ¿Qué sería de nosotros sin los escándalos de los poderosos y de los famosos, que en este caso son la misma persona? Nada. No seríamos nada. Aquí el famoso y poderoso David Letterman no sólo sacó risas nerviosas de los presentes en su estudio, sino que dio una gran alegría a sus superiores. Si yo dijera públicamente que me he acostado con algunas de mis subordinadas mi vida sería un infierno. Mi esposa llamaría al cerrajero de inmediato y dejaría mi maleta en el estacionamiento. Mi jefe llamaría a Recursos Humanos para dar la orden de mi despido. Mis hijos me quitarían el saludo ya que se sentirían defraudados. Horror. Como decía, un verdadero martirio. ¿Y por qué? Sencillo. No soy famoso, poderoso ni tengo buen rating. En verdad ni siquiera tengo mal rating. No tengo rating at all.

Así es como nos venden las cosas. No nos damos ni cuenta. No somos más que números en listados de audiencia. Somos un mercado. Potenciales compradores. Consumidores. Eso. Consumimos todo lo que nos dan en la televisión sin el menor asco. Dejamos que nuestros hijos lo consuman también. Somos cómplices de esta barbarie. Participamos sin chistar. No nos quejamos a menos que nos corten el acceso a esta sopa de decadencia que nos mantiene entretenidos.

― ¿Qué hacemos ahora jefe? Se preguntan los altos ejecutivos.
― Lo que corresponde. Contesta el jefe con voz fuerte y clara. Darle todo nuestro apoyo a David en este momento difícil de su carrera.
― Pero ¿qué dirán los clientes?
― Ellos estarán de acuerdo con lo que digamos. Respondió con autoridad.
― ¡Bravo! Dijeron todos los felices heraldos agradecidos por la lección de liderazgo.

¿Liderazgo? No señor, eso no es más que falsedad llevada a su máxima expresión. Doble estándar dirán por ahí. Eso es todo lo que es. El caso de Letterman es un buen ejemplo de todo esto. Si lo mismo le hubiese sucedido a otra persona sería un gran problema. Una vergüenza. Una tremenda mancha en la hoja de vida. En este caso, los ejecutivos televisivos se frotan las manos sacando cuentas alegres. Los auspiciadores, que de paso no le perdonarían una cosa así a ninguno de sus empleados lo celebran también. Por supuesto, ya que sus marcas están siendo vistas por más y más audiencia. Posibles compradores. Consumidores. Títeres. Adictos. Nosotros. Todos. Todos ellos se frotan las manos porque están recibiendo un buen servicio por su dinero. Están felices. ¿Y por qué no? El Show vale cada centavo invertido en él.

El doble estándar es lo que nos mantiene. Es tanto que ya estamos inmunes a él. No nos toca y si podemos lo practicamos en nuestras casas, lugares de trabajo, en la tiendas, en los parques y en la playa. Donde vayamos. Sin ningún remordimiento. Es lo que hacemos en nuestro día a día. Lo hacen los Presidentes y Senadores. Lo practican abiertamente los jueces y los abogados. Los doctores y las enfermeras lo ejercen también. Los policías. El alcalde y sus cortesanos. Lo hacen los que viajan en buses, trenes o automóviles particulares. Se ve en las esquinas. En las recepciones. En los colegios. En las iglesias. En todas partes. La vida está llena de eso. Querámoslo o no es lo que aprenden nuestros hijos a diario. Hay más doble estándar a nuestro alrededor del que imaginamos y mientras más alto es el cargo es peor. El poder y la avaricia son sin duda los mayores nutrientes de este mal, que de paso no es un mal moderno. Si miramos los libros de historia, que de paso es un buen hábito, veremos que ha estado presente desde siempre. Dicen que la prostitución es el trabajo más antiguo, el doble estándar le debe hacer el peso en antigüedad.

Ahora las organizaciones defensoras de los derechos de las mujeres y de los trabajadores salen embistiendo a viva voz al animador pero nada. Más rating para su show. Letterman se disculpo en pantalla con su esposa y ya. Lo llamaron sus superiores y le entregaron su apoyo. Sus auspiciadores también. La estación está feliz por toda la publicidad gratis que está recibiendo. Su desatino ha sido un tremendo empujón para su programa que de paso no lo necesitaba. Al menos en mi mente su Show sigue siendo el mejor. Nunca he sido muy fanático de este tipo de programas, pero cuando he tenido el tiempo lo he preferido por sobre su competencia. Letterman se equivocó. Lo que hizo está mal y no tiene explicación. Debería ser despedido. Su programa sacado del aire. Su imagen debería ser despedazada públicamente en Times Square. Pero no será así. Se saldrá con la suya. Sus jefes lo aman ahora más que antes. Hay quienes ya piensan en imitarle. Quieren ser como él. Ahora es un ejemplo. Como debe ser en todo caso. Si el doble estándar se acabara caeríamos todo en una gran depresión, no tendríamos nada que ver en la televisión.

: : Todo tiene su momento

Hace pocas semanas, dos naturalistas aficionados descubrieron una tremenda huella de dinosaurio. Una maravilla para los estudiosos. Hoy me entero del descubrimiento de un anillo gigantesco alrededor de Saturno. Santos anillos de Saturno Batman, ¿cómo no lo habíamos visto antes? De despistado que somos probablemente. No hay otra respuesta. Será que no era el momento preciso. Ahora sí estaban dadas las condiciones exactas para descubrir un anillo nuevo en el espacio y una huella gigante estampada en la piedra de un sendero del sur de Francia. Como podemos ver, todo tiene su momento especial, oportuno, perfecto. Todo llega en su momento y por más que tratemos y tratemos no se da ni un segundo antes. No. Las cosas llegan cuando tienen que llegar y san se acabó.

Los más religiosos dicen que todo lo que nos pasa está escrito en alguna parte que no podemos ver. Puede ser. Démosle el beneficio de la duda. Sin embargo, creer que da lo mismo lo que haga con mi vida ya que mi futuro está escrito me da un poco de rabia. Me gusta pensar que soy yo quien está en el control de las cosas. Las cosas que me suceden son por mi culpa o por mi diligencia y no porque están escritos. El plan divino no me convence. Como que no me llena. No me lo creo. Pienso en que el azar no es más que eso. Azar. A veces se da a nuestro favor y en otras no. No podemos negar que el azar es así, misterioso, caprichoso, raro. Difícil de entender. Indomable. Un encanto.

Cambiando de tema, hace unas semanas mi amigo Marcial se escapó a la playa con su compañera. Cada vez que pueden lo hacen y me parece ideal. La cosa es que se fueron al “Patiperro Hostel”, al frente de la Plaza Victoria, en pleno centro de Valparaíso, a pocos minutos de la casa del bate Pablo Neruda. Me contaba que llegaron de noche, cansados. Un par de perros callejeros salieron a recibirlos. Un cuadro pintoresco y encantador. Golpearon a la puerta de la vieja casona y les abrió un gringo a pie pelado. Me dice que parecía hippie.

– Bienvenidos al hostal, dijo amablemente con su accidentado spanglish.
– Muchas gracias contestó mi amigo y entró siguiendo a su amada.

Acto seguido, el gringo hippiento los guió al mesón donde anotó sus datos en un empastado libro viejo. Algo poco común en estos tiempos de enfermiza y despiadada modernidad. A pocos minutos de estar en el lugar, la velada seguía develando magia a granel. Se desbordaba por las altas paredes, resplandecía en el crujiente piso de madera. Magia por todos lados. Ideal para una pareja en busca de descanso y romance.

Subieron por una larga escalera que crujía fuertemente a cada paso hasta su habitación. La casa estaba llena de recovecos y pasillos, muy limpia y acogedora. Ya en la pieza, Marcial me cuenta que era hermosa. Altas paredes, un armario viejo y una cama cómoda. Por la alta ventana disfrutaba de una vista diagonal a la calle, los viejos y pobretones techos de las casas del puerto y a lo lejos se podían divisar las grúas de estiba durmiendo, ansiosas de volver al trabajo a primera hora.

– Me acordé de mis juegos de mecano de cuando era chico. Me dijo mi amigo.

Verdad. Yo también jugué con mecanos cuando chico. Se me había olvidado. Eran entretenidos. Claro que me gustaba más jugar con legos. Mi viejo me los traía de sus viajes. Mi viejo se lo pasaba viajando. Pero volviendo a lo mío, Marcial estaba contento contándome su escapada de fin de semana. Al día siguiente, disfrutaron de un tremendo desayuno en un local que queda frente al restaurant Vinilo. Si algún día andan por ahí no pueden dejar de ir a comer o a tomarse un trago. Después pasearon en Trolley Bus, fueron a una feria de las pulgas y pasaron a la tienda de un anticuario italiano, dueño de la casa con la mejor vista del puerto. El paseo de fin de semana había sido un tremendo éxito. Un maravilloso paseo alejados del smog y del estrés de la capital. Una delicia. Mi amigo estaba contento recordándolo del otro lado de la línea.

No faltará quien se pregunte ¿porqué Pablo comparte esta historia con nosotros? No sé. Así soy. Impredecible como el azar. Aunque, pregúntome yo, ¿qué tenía que ver este magnífico relato en el plan divino? Quién sabe. Todo y nada. Tal vez ese hostal lleno de gringos necesitara de la visita de mi amigo para poder salir de sus deudas. El anticuario italiano debía toparse con mi amigo y su compañera. Si no llegaban a desayunar ese suculento desayuno se hubiera perdido. Creo que el azar le jugó en favor de mi amigo. Todo se dio para que su fin de semana fuera perfecto. Así es la suerte. Todo tiene su momento. La última vez que me escapé al puerto estaba nublado y hacía frio. Cosas de la vida. Tal vez ese no era mi momento indicado. Esa vez la suerte no estuvo conmigo.

: : Cuando nos sobrepasa el entorno

Me bajé del avión cansado después de un largo e incómodo vuelo. Caminé por los largos y aburridos pasillos hacia inmigración. Hice la fila como corresponde a todo buen ciudadano. Presenté todos mis papeles y partí a buscar mis maletas. Con todo esto de la seguridad en los aeropuertos me hicieron llevar las maletas para ser revisadas. Al lado había un muchacho de pelo largo y apariencia de surfista. El guardia lo hizo desarmar todo su equipaje. El muchacho quedó en calzoncillos. Lleno de vergüenza y visiblemente complicado tomó todas sus cosas y las movió hacia un lado para poder vestirse nuevamente y armar su maleta. Yo observaba callado. Que podía hacer. No había nada que decir. Mi maleta también sufrió del acoso del oficial y me tocó cerrarla en completo desorden ya que mi vuelo de enlace avisaba por los altoparlantes que partiría sin mí. Corrí para poder dejar las maletas en el mesón de conexiones y de ahí seguí corriendo para abordar mi avión. Apenas alcancé a subir. Mi asiento fue el último. Apenas se podía inclinar. Hasta ahí todo bien. Al menos no me había quedado botado en Houston.

En todo caso no me hubiese molestado quedarme botado en esa ciudad. La encuentro hermosa. Ordenadita. Moderna. Muy republicana, pero que le vamos a hacer. Nada es cien por ciento perfecto. Hay ciudades que son especiales. Mágicas. Que tienen ese que se yo. En su momento me gustó mucho Portland. Viví ahí varios años. Con mi hermano compartíamos una cabañita al lado del lago Sebago. Una belleza. Ideal. Desde la casa a la ciudad había que manejar unos treinta minutos. Cero problema, ya que creo que nunca me topé con un trancón o algo por el estilo. La vida por allá arriba es diferente. Mucho más tranquila que acá. Después pasé muchos años en Nueva York. Una maravilla de metrópoli. Impresionante y sobrecogedora. Es una mole de cemento y acero llena de personalidad.

Tuve la suerte de crecer en una ciudad hermosa como lo es Santiago de Chile. No me puedo quejar. Eran otros tiempos. Había muchos menos vehículos contaminando que ahora. La cordillera era particularmente hermosa en invierno. Toda nevada. Se veía imponente. Por ahí guardo fotos con esa cordillera nevada a mis espaldas. Una belleza. Ahora cada vez que la visito me sorprendo de lo moderna que está. Una ciudad imponente. Pero no es la única. El otro día conversando con una colega argentina me mencionó que su karma había sido crecer en Buenos Aires. Sin duda una tremenda ciudad. Llena de cultura y arte. Una belleza. La Manhattan de Sudamérica. Ciudad de México es otro monstruo de capital. Gigante. Imponente. Majestuosa. Llena de personalidad. Las ciudades marcan a sus habitantes. Somos de una u otra manera lo que ellas son. Nos vamos mimetizando con ellas. Haciéndonos uno.

Hay urbes frenéticas que mantienen a quienes las habitan en un hilo de estrés permanente. Las empresas que están emplazadas en ellas lo demuestran. Se les parecen. Son una. Se potencian. Se imitan. Es increíble pero cierto. Mientras más grande la ciudad, más grande será el estrés de estar en ella. Sin embargo hay capitales que se niegan a crecer. No quieren madurar. Quieren ser siempre juveniles y desordenadas. Metrópolis con el síndrome de Peter Pan. Que se hacen y se rehacen con tal de que no se les noten las canas. En algunos casos, estas ciudades no tienen canas que esconder. Nunca las han tenido. No son más que pequeñas barriadas con edificios altos. Esa es la mentalidad que las mantiene. De pueblo. No quieren madurar. Copian a las grandes en las cosas que sienten que las hacen verse respetables. Sin embargo se caen en los detalles. Muchas empresas imitan el modelo. Son iguales. Son como uno. Esas ciudades me espantan. Me hacen querer salir corriendo de ellas. Alejarme lo más posible. Pero no siempre se puede. A veces sin querer uno se va dejando estar. Se ve sobrepasado por todo lo que le rodea. Se va haciendo uno con su entorno. Se vuelve conformista. Se estanca. Se deja ser.

: : Cuentos de amor y azar

Hace algunos años un gran amigo me compartió una bella historia. Iba de vuelta a su casa después de una larga sesión de estudio para su post grado. Conducía su Fiat azul a una velocidad moderada, como se podía esperar de un joven serio y de buenas costumbres. En un semáforo quedó del lado de una bella pelirroja que conducía un auto gris. Sus miradas se cruzaron y algo sucedió. Inexplicable. Extraño. Especial. La luz verde les dio permiso para seguir y así hicieron. Sus carrocerías flirteaban en un juego de adelantamientos y cruces coquetos. Así siguieron por algunos largos e intensos minutos. Romanceando sobre ruedas. La pasión se encendía en cada parada. Una maravilla.

Por largos minutos se mantuvo el galanteo hasta que una caprichosa luz roja los separó dejándola a ella delante de él. ¿Un traspié? No. El conductor enamorado llamó raudo a una muchacha que vendía rosas y le pidió que entregara el ramo más hermoso a la joven del auto de adelante acompañado de una nota en la que él había escrito el número de su celular. Así hizo ella, entonces les dio la luz verde y partieron. Pasaron unos minutos de silencio y de pronto su teléfono móvil sonó. Era ella. Conversaron unos minutos y decidieron verse en un café cercano a donde se encontraban. Lo demás se puede adivinar. Salieron. Se enamoraron. Estuvieron juntos un tiempo y finalmente se separaron. Esa es una buena historia de amor o enamoramiento. Un encanto. Como para hacer una película con Tom Hanks y Meg Ryan. Mi esposa no soporta al señor Hanks, pero la vería sólo por Meg, su artista favorita.

El gran filosofo George Louis Constanza decía que no había tenido nunca una relación amorosa duradera producto de que no tenían una buena historia de cómo se conocieron. Puede ser. Quién sabe. Con mi actual señora llevamos nueve años de matrimonio. Nos conocimos por casualidad – llegué sin invitación a su fiesta de cumpleaños –, aunque no me crean, fui su regalo. Así es la vida. El amor es impredecible. Cuantas veces uno ha dicho que nunca más se enamorará. Imposible. El amor es cosa seria. No perdona. Hace lo que quiere y cuando quiere. Llega sin aviso y sin invitación.

En general la vida es una caja de sorpresas. Lo bueno y lo malo llega sin aviso. A veces cosas malas terminan siendo buenas y cosas que en su génesis parecían perfectas terminan siendo una maldición. La vida nos da sorpresas cantaba Pedro Navaja sin saber que al cruzar la calle se encontraría de frente con su final. Es difícil de entender todo lo que nos rodea ya que no existen patrones establecidos. El azar está por todos lados. Todos, unos más que otros tal vez, esperamos ese golpe de suerte que cambie para siempre nuestras vidas. Pero en verdad nada nos puede decir si será para mejor o para peor. La vida es así, caprichosa como el amor.

En todo caso, toda historia de amor es especial, ya que dudo que alguien pueda decir que todo fue planeado, a menos que forme parte de alguna familia real, y en ese caso no puede ser tomado en cuenta como evidencia. De ninguna manera ya que las monarquías se manejan en otros cánones que es mejor no tratar de descifrar. Para que. Sin embargo el sueño de toda doncella es conocer a su Príncipe azul. Es como la lotería, la princesa a la que medio mundo corteja. Todos la quieren con locura y con pasión. Hay quienes la persiguen con cabalas y cosas afines. Otros lo dejan a la discreción del azar. Que sea la suerte la que nos elija. Da lo mismo. Como todo, no tiene una lógica estática, tiene vida propia y elije a quien quiere cuando ella quiere. Lo que es yo, nunca me he ganado un verdadero premio. Una vez me encontré cinco mil pesos botados en la calle pero eso no cuenta. He estado un montón de veces entre los posibles ganadores, pero nunca he llegado a obtener un premio final. Mentira. Esa mujer de la que fui regalo de cumpleaños, ha sido un premio para mí. La mejor compañera que el azar me podía dar.

: : De la que se salvó don Lula

Para quienes aún no se han enterado, empezó el carnaval en Rio. Se armó la fiesta. No es que necesitaran excusa alguna para celebrar, pero ahora que la tienen quien los para. Los brasileros son especiales en muchos sentidos. Son gente muy alegre, algo que no es muy común en los latinoamericanos. Hay quienes confunden ser alegres con ser alcohólicos. No es lo mismo. Hay países en que la fiesta no es tal hasta que la mitad de los asistentes están inconscientes y la otra mitad esta a una cerveza de estarlo. Es la verdad. La mayoría no sabemos ser alegres.

Me gustaría ser más alegre. Mi señora siempre se queja de que soy muy serio. Puede ser. Creo que soy alegre pero no lo soy. Tiendo a confundir a la audiencia con bromas pero por dentro estoy destrozado. Una careta dirán por ahí. Puede ser. No les voy a discutir. Ahora, ya que estamos hablando del tema, yo creía que usar caretas no significaba ser hipócrita, sin embargo en Wikipedia dicen lo contrario. Según este noble portal de internet, la hipocresía es el acto de preconizar cualidades, ideas o sentimientos contrarios a los que en realidad se tienen. La explicación es mucho más completa que eso pero con esa parte he quedado helado. Horror. Soy un hipócrita.

Lo siento pero es verdad. A veces me descubro y me espanto un poco más de mi mismo. No soy lo que pienso que soy. Soy peor. Supongo que ahora que he llegado a esta dolorosa verdad querré cambiar eso, sin embargo lo dudo. Siempre lo he sabido. Sólo unos pocos conocían mi verdad. Lo que pasa es que xxx siempre he sido muy hermético, y esta careta era la manera de mantener a los observadores a raya. Algo así como la cinta amarilla que ponen las autoridades en la escena de un crimen. Mi crimen es no querer que nadie sepa lo que llevo por dentro. Ahí está, lo he dicho. Ahora cambiemos de tema. Volvamos a lo de las olimpiadas de Rio. Buena fiesta será esa. Quienes vayan lo pasarán bien. Sí, porque allá se pasa bien. Allá son alegres.

“Hacer el mundial y las olimpiadas, sería como la coronación de mi Presidencia”, le dijo don Lula a uno de sus más cercanos colaboradores, y así ha sido. Lula está cerrando con broche de oro un ciclo virtuoso de su gestión de gobierno. Alta popularidad, liderazgo regional y un rol cada vez más activo a nivel internacional. Por suerte para él en todo caso, don Obama es un tipo tranquilo ya que de haber estado el vaquero a esta hora las tropas norteamericanas estarían desembarcando en Rio para quitarles las olimpiadas. Era cosa de inventar que debajo del Cristo Redentor Lula guarda armas de destrucción masiva o uranio enriquecido para que la ONU diera su permiso. Ahora, después de este pequeño revés para la administración del cambio asumo que el asunto de la reforma de salud también debe estar pendiendo de un hilo. Nada como golpear a alguien que está con la guardia baja. Con las olimpiadas en Chicago posiblemente se hubiesen solucionado un montón de problemas en la zona pero no fue así. El sueño se acabó. Hay que mirar en otro lado por soluciones para los problemas internos. Una lástima. Pero qué le vamos a hacer. Así son las competencias. Unos celebran y otros lloran la derrota. Lo importante es que hay que ser optimista y mirar hacia adelante con fe. No siempre se puede ganar. Hay que dar vuelta la página.

Supongo que ahora la cosa de todas maneras tendrá que tirar para adelante, ya que finalmente el Fondo Monetario Internacional dijo que la crisis había terminado y ya estamos en plena estabilización. Por lo menos. No hay mal que dure cien años decían por ahí. Ahora hay que ver como ordenamos el pastel que nos dejaron los niños locos de Wall Street. Que jovencitos más desordenados estos. Se fueron a la casa con las mochilas repletas de dólares y ya. Que otro cargue con ese muerto dijeron. Pillines. Ahora sí que estoy siendo hipócrita. No me causa ni una gracia el tete que nos dejaron estos desalmados “brokers” del carajo. Me acuerdo y me da rabia. La sacaron facilita. Dejaron a todo el mundo embarcado y se fueron con sus millones. Sabandijas. Ojalá paguen por lo que hicieron. Dios quiera que alguna vez veamos un poco de justicia en todo esto.

Me gustaría ser más alegre de lo que soy. Lo digo de todo corazón. Me gustaría poder tomarme las cosas con más liviandad pero no puedo. Me cuesta. Como que no está en mi naturaleza. Sin embargo y aunque parezca raro, soy un soñador. Un optimista. El ser serio no implica ser pesimista. No lo soy. Siempre trato de buscarle el lado positivo al asunto. Me alegro por los brasileros que se quedaron con las olimpiadas. Me alegro de que hayamos salido de la crisis. Lo siento por don Barack que después de esto no debe haber quedado muy contento, pero al menos lo intentó. Compitió en buena fe y no ganó. Cosas de la vida. Sé que se pondrá de pie y sacará algún aprendizaje de esta experiencia, yo al menos acepte públicamente que no soy tan alegre como parezco.