: : Los tiempos difíciles

Quién sabe cómo serán las cosas en Haití. Lo más probable es que sean peores de lo que creemos. Las imágenes que nos llegan desde la desgarrada isla son poderosas. Terribles. Increíbles. Acéfala y desabastecida la población llora a sus muertos mientras los delincuentes se aprovechan. Los bandoleros siempre se aprovechan de las malas situaciones. Es su naturaleza. Es parte de lo que somos como humanos. Pero así como situaciones como esta sacan lo peor de nuestra especie, por otro lado también aflora lo más noble y respetable. Dos caras de una misma moneda en lo que hoy pareciera ser tierra de nadie.

Haití está en estado de sitio. Sus instituciones, que desde hace tiempo no eran de lo mejor, ahora no tienen nada que ofrecer. No tienen soluciones para la magnitud del descalabro en que han quedado. No pueden, no pudieron, quien sabe si algún día podrán.

Acá nosotros también hemos vivido nuestra propia tragedia, y al igual que en Haití, los facinerosos hicieron lo que quisieron, y lo siguen haciendo delante de nuestras propias narices y nadie hace nada. Me refiero a la crisis hipotecaria en la que cayó el país. Los heridos aun no se reponen y los bancos siguen haciendo de las suyas. Es increíble que estas instituciones prefieran ver como una propiedad se pierde antes de ceder y ganar menos dinero. Prefieren que una familia esté en la calle antes de mostrar un poco de compasión. Triste pero cierto. Wall Street, los bancos, las aseguradoras, los prestamistas, la mafia no tienen corazón.

Creo que lo que ha sucedido en Haití es horroroso. Un desastre que aún no termina. Pero no puedo dejar de pensar que acá el desastre aún no ha terminado y sin embargo parece que todos lo han olvidado. Los medios de comunicación no son capaces de manejar más de una noticia a la vez. Esta calamidad que se desarrolla en la isla les ha caído como anillo al dedo a los desalmados que llevaron a este país a la crisis de la que, por si no lo sabían, aun no hemos salido.

Miami esta devastada por los aprovechadores y los usureros. Los jefes de pacotillas que les sacan el alma a sus empleados amparados por la ley. Acá nadie hace nada y lo peor es que tampoco hay a quien recurrir para que se haga algo. La indefensión en la que está sumida la población en esta parte de la nación es terrible. Puede que en otros lados sea aún peor, pero en este caso sólo me referiré a lo que conozco de primera fuente.

Las calamidades, desastres naturales y aquellos creados por los desalmados son terreno fértil para que los aprovechadores se aprovechen, los ladrones roben y los asesinos asesinen. La cosa es tener a la población bajo la suela de los zapatos y todo estará bien. Hay cosas que están mal y no tienen solución, para eso está la iglesia que nos vende que no importa el sufrimiento en la tierra ya que después seremos recompensados. Lo siento, pero no puedo entender como eso me hará sentir mejor ante la cantidad de injusticias que veo a diario. Creo que el Dios que nos venden no está de nuestro lado. Al menos no en esta vida.

: : La consecuencia con la memoria

Subí dos pisos para visitar a unos amigos y ellos gentilmente me invitaron a tomar mate. Bien rico debo reconocer. Hace siglos que no tomaba un poco de ese amargo brebaje. Me acordé de cuando era chico. De los inviernos al lado de la estufa y de mis abuelas. Debo reconocer que estas chiquillas eran más habidas a tomar té, pero a veces se bajaban su matecito. Al menos es lo que guardo en mi memoria.

Una persona sin recuerdos es como que no ha vivido. Ellos son parte importante de nuestras vidas. En los momentos difíciles siempre podemos recurrir a ese baúl y sacar algunas cálidas remembranzas de antaño. Hace bien. Los recuerdos deben estar ahí siempre, al alcance de la mano. Claro que como todas las cosas, en exceso se tornan una pesadilla, tanto para el que se quedó pegado como para los que los rodean.

Mis recuerdos tienen muchas estaciones, colores, sabores y hasta temperaturas. Son variados. Son entretenidos. Polémicos y otros no tanto. Son viajados por cielo, mar y tierra. Algunos son colectivos, en pareja y otros solitarios. En verdad hay muchos que son solitarios, o al menos eso es lo que se desprende de ellos. Un dejo de amarga soledad. Una tenue luz y ansiedad. Claro que no puedo negar que la memoria a veces nos mantiene engañados. Eso me sucedió cuando regrese a Chile después de seis años de ausencia. En mi cabeza habían sobrevivido recuerdos grandiosos que cuando nos sentamos a comentarlos con algunos de mis secuaces descubrí que no habían sido tan espectaculares ni especiales como los recordaba. Quien lo diría. La memoria me había mantenido viviendo de recuerdos que nunca fueron o que al menos no fueron como yo los recordaba.

La memoria es frágil y corruptible. Es fácil olvidar si uno no se preocupa y aunque no lo crean, si uno se deja estar, estos se pierden dentro de nuestras cabezas para no volver. Es triste cuando pasa, pero créanme, pasa. Sucede más veces de las que quisiéramos. Es más común de lo que pensamos. Pero que sería de nosotros sin ella. Algo terrible es cuando se pierde. Por suerte no me ha pasado. Aún no la he perdido. En momentos he sentido como si hubiese perdido la razón, pero la memoria nunca. Ahí sigue. Firme. Al pié del cañón. No sé si todo lo que está en ella será cien por ciento cierto, especialmente después de esa experiencia que les comente, sin embargo la sigo queriendo y respetando como el primer día.

En todo caso, al margen de que puedan ser ciertos o no mis recuerdos que guardo en esta maltrecha memoria, hay cosas que son inmutables. No han cambiado con el pasar de los años y no se transan por ningún precio. Me refiero a mi amor por la democracia y la libertad. Mis principios y valores. Los mismos que tenía en el 88 se mantienen hasta ahora. No se han transformado ni un poco. Puede ser que después del 5 de Octubre de ese año las cosas no hayan sido como la mayoría las esperaba, sin embargo la llama que ardía en mi interior no se ha apagado. Es la misma. Quién sabe si mis recuerdos sean correctos o sólo sean recreaciones poéticas de un pasado quimérico. Aún así mis ideales se mantienen firmes.

No podría nunca entregar mi boleta en blanco o anularla a la hora de elegir especialmente si al hacer esto entrego todo lo que tanto costó recuperar. Tengo claro que para mí hay un solo camino y aunque me insistan que las cosas están mal, lo que veo desde lejos es disímil con lo que me arguyen. Si las cosas fueran tan malas como las pintan entonces que alguien me explique de donde sale una aprobación de ochenta y un por ciento a la Presidenta. Una maravilla. Un reconocimiento sin par.

Es por esto que digo que no es casualidad que hoy las cosas sean como son. Se han cometido errores pero a pesar de ellos son muchas las cosas que se han hecho bien. Han sido veinte años de trabajo continuo con una meta clara y en muchos casos se ha logrado. Las cosas hoy son mucho mejores de lo que eran en esos tiempos que guardo en mi memoria. Ha sido un proceso largo pero exitoso. La continuidad es la solución y no el mal llamado cambio que algunos profesan a viva voz.

: : El pillín de Weisman

Saliendo desde el lobby del edificio donde trabajo me topé con una situación extraña. Un helicóptero se encontraba detenido justo sobre mí, o mejor dicho nosotros, ya que no me encontraba solo. Estático. Haciendo el típico y desagradable ruido que hacen estos aparatos. Ese que no les permite pasar inadvertidos. De inmediato comenzamos todos a preguntarnos qué había pasado.

Rápidamente pude notar que a mí alrededor casi todos comenzaron a consultar sus teléfonos móviles en busca de respuestas al pequeño enigma que revoloteaba sobre nuestras cabezas. Las páginas de noticias no tenían respuestas. La incertidumbre continuaba. Se mantenía. Crecía. Por mi parte no busqué nada. Mi celular tenía poca batería y no la gastaría en algo que, pensé, pronto alguien tendría la respuesta. Me quedé quieto mirando a todos a mí alrededor, y por supuesto al cielo, donde estaba el asunto. No todos los días se tiene un helicóptero detenido sobre la cabeza, eso está claro. Comenzamos a caminar y el aparato volador se mantenía quieto en su posición. A poco andar, notamos que aparecía una segunda nave por detrás de los edificios que, un poco más alejada, también se quedaba estacionada en su posición. Definitivamente nos dijimos, algo había ocurrido.

Como ya dije, los celulares no tenían respuestas sobre qué era lo que estaba pasando en el downtown. Todos miraban para todos lados a ver si por alguna parte encontraban algo que diera luz a nuestras dudas. Se produjo un silencio. Nadie hablaba. Al parecer nos habíamos cansado de tirar posibles situaciones que ameritaran dos naves detenidas en el cielo de Miami. Claramente no podían ser turistas paseando. Eso quedó fuera de inmediato. ¿Qué turista va a pagar para un paseo que no va a ninguna parte? Pensándolo bien, conociendo la naturaleza humana, de más que encontramos a alguien que pague por algo así. Entonces llegamos a la estación del tren. La plataforma donde se aborda estaba repleta. Para variar el tren venía atrasado. Nos siguen sacando dinero para mejorar el sistema de transporte público y la cosa va de mal en peor. Increíble. Mientras esperábamos pacientemente que pasara el tren, entre broma y broma, seguía mirando a ver si encontraba respuesta al enigma de los aparatos voladores detenidos sobre el downtown pero, nada. Seguían parados donde mismo. No había respuestas. Mientras tanto, todos a mí alrededor tenían algo entretenido que hacer. Yo como de costumbre los observaba.

Ya en el bus, traté de escuchar lo que hablaban a mí alrededor a ver si alguien sabía algo del misterio pero nada. La mayoría contaba de cómo habían encontrado los autos escarchados en la mañana y de cómo nunca antes habían visto algo así en la ciudad. Fastidioso. Todo el día había escuchado lo mismo por todos lados de la oficina, al almuerzo, al lado de la copiadora, mientras me servía un cafecito. A esa hora el asunto ya era un martirio. Pero en fin. Cerca de mí se encontraban tres mujeres. Dos de ellas eran compañeras de trabajo y le hablaban a la tercera respecto de su jefe, un abogado de apellido Weisman. Al parecer, el jurista acababa de contratar una nueva secretaria. Hasta ahí todo bien, el detalle que inspiraba a las dos mujeres es que los frescolines se conocían de antes. “No lo puedo creer” les decía su amiga con los ojos bien abiertos y con una sonrisa pícara en los labios. Por supuesto que la cosa no quedó ahí. La conversación continuó y comenzaron a aparecer las suposiciones de romance. “La nueva no hace nada en todo el día”, “Se encierran por ratos largos y Weisman no toma llamadas”, “ella no sabe nada de nada”, “se van juntos todas las tardes” y demases. Por lo oído parece que el abogado es un pillín de primera línea.

Tonto Weisman de traerse a la amiguita a trabajar con él. ¿Acaso no sabe que es pésima idea meterse con los compañeros de trabajo? Parece que no. Cuando se es jefe parece que esa parte del cerebro se congela igual que los cristales de los autos en la mañana. Hay jefes que definitivamente no creen en el sentido común. Algo les falla. Posiblemente les queda grande el puesto. Hace tiempo aprendí que cuando se arman romances en el lugar de trabajo por lo general terminan mal. De paso, de los helicópteros parados sobre el downtown nunca más supe ya que el cuento de la nueva secretaria del abogado me mantuvo entretenido por un buen rato, tanto así que casi sin darme cuenta, ya había llegado a mi casa.

: : Del cielo llovían iguanas

A quien se le hubiese ocurrido que Miami despertaría con cero grados celsius. Si me lo hubieran contado no lo habría creído. Horror. La caminata desde mi casa hasta el paradero del bus se me hizo eterna. Terrible. El frio viento pegaba en mi cara como pequeñas navajas. Pinchaba. Dolía. Me tiritaba todo. La caminata fue tormentosa. Por suerte, todo pasó cuando subí al bus.

Raro fue el viaje a la oficina viendo a toda la gente tapada como si estuviéramos por allá en una ciudad del norte o de Europa, allá tampoco lo están pasando nada de bien con las gélidas temperaturas. El mundo se ha ido a los extremos. Hay países que también se han visto afectados por el calentamiento global. Se han ido a los extremos. Me sorprende que los pueblos no aprendan de la historia. La extrema izquierda es mala, tanto como la extrema derecha. En esos ambientes nunca gana nadie, o mejor dicho, sólo se benefician unos pocos.

Ahora estamos todos congelándonos –y en otras partes asándose a fuego lento–, por la culpa de unos pocos hombres de negocios, banqueros y chapuceros que por sórdidos intereses personales han hecho paja la pobre capa de ozono, colmando nuestra atmosfera de gases poco amigables y que, como si fuera poco, nos han convencido el cuento de que todas sus chifladuras –guerras y demases–, las hacen por el bien de todos. Pamplinas. Lo increíble es que no son pocos los que se creen los cuentos y peor aún, los defienden.

Se espera que el golpe de frío del Ártico que dejó al Estado del Sol tiritando, pasará a finales de la semana. Claro que no se irá sin dejarnos sendos recuerdos. Principalmente en las cuentas de luz, ya que la compañía eléctrica ya anunció que se había batido todos los records de consumos durante este fin de semana recién pasado. Horror. Con estas temperaturas que hemos estado sintiendo, como si fuera poco, nos han estado lloviendo iguanas. Así es. Durante toda la semana, grandes iguanas verdes han estado cayendo de los árboles en parques y áreas boscosas. Cuando las temperaturas bajan a los 30 y tantos grados Fahrenheit, los reptiles quedan catatónicos. Inmóviles en las aceras quedan en un estado de animación suspendida. Pobrecitas.

Ya sean los fríos o calores extremos, el siglo veintiuno nos castigará por lo desordenados que hemos sido. La naturaleza autodestructiva y arrogante de nuestra raza se ha encargado de, en pocos años poner todo patas para arriba. Hemos consumido los recursos naturales como si fuéramos una plaga y lo peor, es que no aprendemos. En lugar de invertir tratando de solucionar las cosas, lo hacemos para ver si en otro planeta podemos ir a buscar lo que nos haga falta. Somos unos cara dura.

A ver si algún día aprendemos de las lecciones que nos da la naturaleza. Quién sabe si una mañana nos despertamos iluminados por el sentido común y vemos una actitud renovada en las personas. Me parece bien que nos quejemos del frio, o en otros lados del calor, siempre y cuando miremos más allá del día a día y aceptemos que si no tomamos cartas en el asunto del cambio climático, los records se seguirán rompiendo hasta que al final no quede nada más por romper.

: : Un lento viernes por la mañana

Como la mañana estaba lenta me puse a escuchar música mientras leía los diarios de por aquí y de por allá como es mi costumbre. Al fondo sonaba Mercedes Sosa interpretando un tema de Sui Generis. Una belleza debo reconocer. Este es sin duda un momento de nerviosa calma. No me gusta estar sentado en mi escritorio esperando que suene el teléfono o que llegue un correo electrónico llamando a la acción. Nada sucede. Pasan los minutos y las horas y nada. No se mueve nadie. Algunos ven películas en sus computadores. Por allá hay uno que saco un tremendo libro de su mochila y lo está devorando con una concentración envidiable. Por otro lado, un par ve fotos de las vacaciones. Una maravilla.

Como ya mencione en un artículo anterior, esto de estar en la oficina haciendo nada me estresa demasiado. Es cosa seria. No se puede estar tranquilo de esta manera. No es agradable en lo más mínimo. Ahora cambio el fondo musical por algo un poco más heavy. Slipknot suena con fuerza dentro de mi cabeza. Los fonos ayudan a que nadie más participe de mi montaña rusa musical. Pandora es una de esas invenciones geniales de los marketeros. Me gustaría que alguna vez se me ocurriera algo así de genial.

Por mi ventana veo la ciudad iluminada por un sol que apenas entibia. Los pobres turistas no han podido sacar de sus maletas los trajes de baño ni los pantalones cortos. Pobrecitos, han tenido que salir a comprar bufandas y guantes. Aunque no sean pocos quienes se niegan a aceptarlo, el calentamiento global tiene la pura tendalada. Más al norte se están congelando. Hace dos días que mis hijas no van a la escuela por las nevadas. Cosa seria. Acá nos estamos congelando pero en menor grado. Lo nuestro es diferente. Es más pintoresco. Bizarro si se quiere. Esa era la palabra que estaba buscando.

De Mercedes Sosa pasamos a Slipknot y ahora Tool. La montaña rusa suba y baja, gira, da vueltas. Miro a mí alrededor. No puedo oír nada de lo que hablan. Solo puedo imaginar historias. Declaraciones de amor lésbicas o pelambres en contra de ciertos ejecutivos de cuenta que no sirven para nada y solo consumen oxigeno dentro de la oficina. Otros chatean con sus familiares, amigos o quien sabe quién. Ahora suena Jack Johnson con sus melodías y letras infantiles y saturadas de patéticos clichés. De J.J. saltamos a Dave Mathews y la cosa mejora. Al menos en lo musical. Me equivoqué. La canción era tan rara que tuve que parar de escribir para cambiarla. Increíble.

Debo reconocer que soy cada vez menos romántico. Las baladas en tiempo de lentitud en lo laboral me bajonean así es que prefiero hacerles el quite. Mantenerme alejado de ellas. Momentos como este están dados para escuchar rock pesado que suba los niveles de adrenalina. Prefiero eso a meterme una sobredosis de Red Bull.

Borrar con la mano lo que se escribió con el codo dice Calamaro en el fondo. Este debe ser el tipo más cursi a la hora de escribir letras para canciones. Sin embargo no me molesto en cambiarlo. Prefiero seguir escribiendo esta bitácora del ocio. La continuación de una historia que lleva meses escribiéndose aquí en el downtown. Afuera brilla el sol que no calienta y aquí nos estamos sofocando con la calefacción que parece que nadie la sabe manejar. O nos congelamos o nos morimos de calor. No hay término medio en este asunto. Pero en febrero nos mudamos a unas nuevas oficinas. No habrá estacionamientos para todos y para llegar habrá que tomar un bus de más, pero por lo menos el termostato estará bajo control. Siempre hay un lado positivo para cualquier situación. ¿No les digo? Que mejor, ahora me despido escuchando Rush.

: : La fuerza interior

El frio de Miami me tiene loco, claro que no es nada comparado con los menos cincuenta grados que se registraron en gran parte del medio oeste. Sin embargo me siguen amenazando con que las temperaturas bajarán más aun. Esta mañana estaban anunciando nieve cerca del lago Okeechobee. Horror. Seguimos batiendo records como locos. Espero que con estas descontroladas temperaturas no se me congelen las ideas. Mi querida amiga Carolina se alegraba de estar en Inglaterra y no en Oslo. A pesar del frio, yo también me alegro de estar acá y no allá. Cosas de la vida. Hay quienes dicen que no siempre se les puede dar en el gusto a todos. El frio se pasa un poco abrigándose más, hay cosas que no obstante requieren de un poco más de trabajo para superarlas.

Ese es el caso de un señor de apellido González, quien se encontraba descontento con el desempeño del alcalde de Miami Carlos Alvarez. Tanto fue su malestar que se puso en campaña y en pocas semanas logró reunir más de veinticuatro mil firmas para pedir la destitución del cuestionado edil. Este hombre de sesenta y tres años hizo lo correcto. No se quedó de brazos cruzados esperando que alguna otra persona tomara la iniciativa. Se paró y actuó. A poco andar, sus ideas se cruzaron con más personas de igual sentir. Una maravilla. Algún día veremos su historia en HBO o Lifetime. Puede que hasta Disney se interese en llevarla a la pantalla grande, siempre y cuando lo puedan hacer en 3D.

Como si fuera poco, esta mañana me encontré con la noticia de que algunos sindicatos han decidido entregar su apoyo a este Quijote de Coral Gables ya que dicen compartir plenamente su sentir. Estos sindicalistas señalan estar molestos por los despidos en el condado, los recortes de salarios de la mayoría de los empleados y los aumentos de sueldo para el equipo ejecutivo de Alvarez. Si bien es cierto no pertenezco a ninguno de estos sindicatos, comparto plenamente su sentir, ya que la sinvergüencería de esta persona por suerte no pasó inadvertida.

La reacción del señor González merece ser tomada en consideración, ya que la mayoría de las personas nos pasamos la vida quejándonos de esto y de aquello sin hacer mucho por que las cosas cambien. Don Lázaro, ya que ese es su nombre de pila, es un gran ejemplo para toda la comunidad que silente ha permitido que estos criminales de cuello y corbata hagan y deshagan en las arcas fiscales. Con contratos brujos y tratos de índole gansteril. Miami Vice no terminó cuando mandaron a Don Johnson a la casa, lamentablemente se ha mantenido en el tiempo detrás de las puertas de la alcaldía. ¿Nadie ha notado la cantidad de edificios vacios que se construyeron en el downtown?

La verdad es que pasamos la mitad de nuestras vidas lánguidamente y la otra mitad la dormimos con tranquilidad, ya sea en nuestras camas o en nuestros trabajos. Dormimos más de la cuenta. Nos lo pasamos soñando más tiempo del recetado por los doctores. Dicen que soñar no cuesta nada, y puede que sea cierto, sin embargo no nos la podemos pasar en los brazos de Morfeo todo el tiempo.

Siempre me he considerado como una persona de acción, sin embargo debo reconocer que con el tiempo me he ido poniendo demasiado cómodo para mis cosas. Me he ido convirtiendo de a poco en uno de esos entes a los que acostumbro criticar. Me miro al espejo y siento que la persona que veo no es la que quiero ver. En alguna parte del camino me senté a descansar y no me volví a poner de pie. Triste pero cierto. No es fácil de reconocer pero es la santa y pura verdad. Me duele pero debo reconocerlo públicamente para poder comenzar con el proceso de reivindicación. Por eso, cuando leí de don Lázaro me sentí positivamente inspirado. Espero que no sea una anémica inspiración como la de bajar de peso del año pasado que al final se quedó a medio camino. Espero que esta iluminación me dure más.

: : Una declaración de guerra al peso

Me gusta comer ensaladas, a pesar de que no lo hago muy a menudo. Rara vez las aliño. Eso de los aderezos no va conmigo en lo más mínimo. No es mi costumbre. En lo que respecta a las ensaladas soy un tipo simple y sin complicaciones. Lamentablemente no me sucede así en todas las cosas. Sin embargo, eso de los aderezos puede ser aplicado a todas las partes de mí día a día. Trato por todos los medios de no ser complicado aunque no siempre lo consigo.

Creo que ahora que me propuse bajar de peso debo comer más ensaladas de lo que he comido últimamente. Quiero bajar aún más de lo que he bajado. No por simple vanidad sino que por salud. Mis pobres rodillas están hechas una miseria soportando el tremendo mastodonte en que me he convertido. Bajar de peso es algo que generalmente me propongo todos los años. Bajo un poco y subo otro poco. En general mis esfuerzos hasta el momento no han sido de lo más exitosos. Es como si las Naciones Unidas estuvieran mediando en mi problema con el peso. No llegamos a nada. Puras conversaciones. Cascos azules por aquí y por allá pero no pasa nada con el peso. El colesterol debe estar por ahí también. Acechando. Agazapado en un rincón de mis arterias. Debo dejar de lado las mediaciones de la ONU y tomar el asunto del peso en mis manos.

En todo caso, aunque no me crean, he bajado. En relación al año pasado tengo diez libras menos. No me pregunten cuantos kilos serán, saquen la cuenta solitos. El problema es que me había propuesto bajar sesenta. Si las matemáticas no me engañan, me faltan cincuenta. Horror. Pero para allá voy. A bajar de peso se ha dicho. No me parará nadie. He tomado el toro por los cuernos. Ahora sí que se verán cambios sustanciales. La cosa no será igual.

He decidido hablar del peso ya que cuando hablo de religión o de política como que todos se me espantan. No es nada personal. Tampoco es por falta de respeto en las creencias de los demás, pero siento que si me llenan el correo electrónico con cadenas religiosas y políticas, lo mínimo es que sepan como pienso en relación a algunos temas. Tengo mis opiniones. No soy sólo una cara bonita.

Sé que no todas las personas son iguales y hay quienes viven sus creencias al máximo y de manera honesta. Sin embargo vivimos en un mundo hipócrita donde son demasiados los lobos que disfrazan sus sinvergüencerías bajo mantos de religiosidad. Sólo se engañan ellos o quizá de verdad aún creen que el cielo se compra. Puede ser que así sea ya que si miramos detenidamente a las religiones veremos que en su gran mayoría no son más que grandes negociados. Corredores de propiedades celestiales. Asumo que Dios en su inmenso amor me pueda querer así gordito como estoy, sin embargo el problema es que soy yo quien no se está queriendo. Bajar diez libras en un año es un chiste. Una vergüenza. No estuve ni cerca de lo que era mi meta.

El otro día sin ir más lejos, un colega se quejó de que mis escritos se habían vuelto demasiado negativos y que yo no era así. Puede ser que empecé mi dieta y eso me tiene viendo lo que me rodea con los lentes equivocados, ya que si me los saco no veo nada. Tal vez me los debería sacar, puede ser que mi problema no sea la dieta sino que no me gusta mucho lo que veo a mí alrededor.

: : Creo que ya no creo

En la tarde hacía un frio terrible. Calaba hasta los huesos. Cosa rara en Miami. Una paloma blanca estaba parada afuera del departamento de un amigo. Su esposa nos habló de unos viajes místicos para purificar el espíritu. Limpiar las vidas pasadas de todos los traumas. Nos dijo que después del viaje en cuestión la vida no volvería a ser la misma. Lo de ella son las hierbas. Interesante nos dijimos con mi señora. Por lo menos novedoso.

Nos pasamos la vida buscando razones de ser. Jugando con los espíritus, con los fantasmas, con las reencarnaciones. Me acuerdo que una vez me invitaron al cumpleaños del papá de una amiga. El caballero es una de esas personas tremendamente místicas. La casa era de esas viejas casonas de techos altos y de patios gigantescos. Con una fuente de agua y todo. Una fuente de esas de verdad y no como las que venden por ahí por Horse Country. El asunto es que cuando me presentaron al cumpleañero, sin más ni más tomó mi mano y mirándome fijamente a los ojos dijo muy seriamente que yo era un alma vieja y se retiró a seguir compartiendo con sus invitados. Ahí quedé, aturdido por decir lo menos. Mi señora siempre se queja de que soy muy viejo para mi edad. Puede ser que se refiriera a eso el caballero este.

Aunque no lo crean, lo místico siempre me ha llamado la atención. Es como si no creyera en nada y a la vez creyera en todo. Cosa rara. No sabría cómo explicarlo. De todo tengo una opinión y a la vez como que no sé nada de nada. Ando perdido entre libros sagrados, budas e inciensos. Entre velas blancas y de colores. Tengo una biblia en el living de mi casa colocada sobre un cofre que me regaló un amigo para mi cumpleaños abierta en el Salmo 91. Algo así como un talismán. Una pata de conejo. Un amuleto de la buena suerte que me protege de todos los males.

Mis hijos han crecido libres de todo eso. No he querido forzar en ellos ninguno de mis temores místicos. Sin religión han crecido sabiendo de lo que está bien y de lo que está mal. No les he impuesto mis fetiches ni nada por el estilo. Creo que sin mala intención, tanta biblia cuando niño me terminó llenando la cabeza de cosas raras. Confundiéndome y llenándome de trancas. Paradójicamente no creo en ella, sin embargo creo que hay un Dios. Claro que este ser supremo del que les hablo no se parece en nada al del libro. Es mejor. Es menos sádico. Es más puro. Me quiere y acepta como soy y nos cuida a todos. Creo en los espíritus y en más de una ocasión me he topado con fantasmas. Sin embargo, aún no he encontrado explicaciones razonables para nada de eso. Entiendo que están ahí y trato de no molestarlos para que ellos no me molesten.

La primera vez que me pidieron que no siguiera yendo a una iglesia fue en Nueva York. El pastor terminó metido en un tremendo escándalo con la esposa de otro pastor y al final de la iglesia salieron una veintena de nuevas iglesias y nuevas interpretaciones del libro santo. La segunda también fue por esos lados, esta vez el pastor terminó desapareciendo buscado por las autoridades por meterse con unos niños de la congregación. De esta experiencia no se dividió la iglesia, sin embargo la sobreviven no más de veinte personas que la utilizan como club social o algo parecido. Mi tercera experiencia fue acá en Miami. Más o menos lo mismo. El problema de estas personas es que quieren ser más santos que los santos. Se olvidan que en verdad somos todos humanos y tarde o temprano se nos sale la humanidad por algún lado. No somos perfectos. Mientras más alto instalan sus vidas en relación a los demás, más fuerte caen.

Creo que no creo en nada y de paso, como ya les dije, siento que creo en todo. Una contradicción muy humana por cierto. Una dicotomía mucho más común de lo que se pudiera pensar. Lo único que tengo claro es que a medida que pasa el tiempo me pongo más humano para mis cosas. Más necio, complicado, irresoluto e infantil. Menos tolerante y más avaro. Menos razonable y definitivamente menos piadoso. Siento que este nuevo año viene cargado de buenas energías. Tengo fe en que así sea. Mi viejo me decía el otro día que en su iglesia había profetizado que el veinte diez será de grandes bendiciones, y por ahí leí que en Cuba los babalaos anunciaron que éste año si que se nos va Fidel. Lo dicen las profecías y las estrellas. Lo muestran las cartas y los caracoles. En algo hay que creer. El dos mil diez sin duda debería ser mejor.

: : 2010

Me tome unos días libres en esto de la escritura. No tenía ganas de escribir para ser bien honesto. Me fui en una volada reflexiva. Una pequeña introspección. A veces hace bien parar la maquina y mirar hacia atrás para poder tomar impulso y seguir hacia adelante. El dos mil nueve fue un año particularmente duro para muchas personas, sin embargo muchas cosas positivas se pueden sacar de él. Estoy seguro que si todos hacen el ejercicio verán que no miento.

Sucede que el año que recién termina dejó heridas por todos lados, pero lo importante es que lo pasamos y el que viene asoma con buenas expectativas. Por todos lados se respira optimismo, algo que en las celebraciones del año pasado no hubo. Se sabía que no sería fácil sin embargo, se esperaba que ya para junio o julio el naipe empezara a mejorar, pero en muchos casos no fue así.

La navidad me llegó con su carga de estrés acostumbrada. Creo que las empresas se han encargado –exitosamente debo añadir– de hacer de esta celebración un monumento al consumismo. No soy religioso por lo cual el sentido de esta celebración me toma como un observador. Sin embargo, es casi imposible no ser salpicado por ella. Como explicarle a mi hijo que el pascuero no existe y que este año no hay xxx para comprarle todo lo que quiere. Horror. Pero ya pasó y sobrevivimos. Eso es sin duda algo positivo. Lo demás es celebrar. Champagne y uvas. Maletas y calzones de color y por supuesto, los fuegos artificiales.

El año nuevo comienza con la inauguración de la torre más grande del mundo, casualmente en Dubái, que si mal no recuerdo hace unas pocas semanas estaba totalmente en quiebra. Cosas de la vida. La torre en cuestión es el doble de grande que el Empire State de Nueva York. Guerra de falos diría un siquiatra que conozco. Estas economías emergentes llegan con la arrogante confianza de un jovencito de veinte. Bien por ellos. Ojalá que les dure.

Si las diferencias entre oriente y occidente se solucionaran construyendo edificios la cosa no sería tan mala. Creo que lo que hace falta entre las culturas es construir puentes de acercamiento. Al final, lo que nos une es siempre mayor que lo que nos divide. Sin embargo, mientras sigamos siendo gobernados por conglomerados de empresas veo difícil que vean las cosas como las vemos nosotros los pobres mortales.

Todo es un asunto de confianza al final de cuentas. Los asiáticos y orientales están en su punto alto. Manejando al mundo con sus productos. Tomaron la iniciativa y hemos visto como han ido dejando a sus competidores atrás. Occidente se durmió en los laureles. Se dejaron estar. Cayeron en las redes de personas que al final eran más vivas que ellos. Empezaron por dejar morir ciudades enteras mandando a hacer sus productos a otros lados donde la mano de obra les saliera más barata y ahora están todos metidos en un forro. Estamos todos en ese mismo forro ya que nos afecta a todos, querámoslo o no.

Acá perdemos tiempo valioso en celebraciones consumistas como si lo que más nos sobrara fuera precisamente tiempo. A los empresarios que gobiernan les da lo mismo, ya que ellos arreglan todo despidiendo unos cientos de personas. La impunidad con que las empresas se mueven es increíble. Quién sabe si veinte diez viene con nuevos aires de prosperidad para todos. Ojalá que la buena fortuna se rebalse y les llegue a los que estamos más abajo en la pirámide esta que llamamos sociedad.