: : Reflexión para los enamorados



A modo de reflexión puedo decir que, para mí, la cosa es bien sencilla, el día de los enamorados no es más que la creación de algún genio del mercadeo quien necesitaba subir las ventas de chocolates y/o ramos de flores. Lo logró. Partí reconociendo la calidad de genio del tipo ese. Sin embargo, este día comercialote es una farsa. Una vergonzosa mentira. Una chambonada. Una ficción lo mismo que el día de la secretaria, el día los muertos y el de la piscola.

Ojo, no he dicho que los enamorados no existan o que en su defecto el enamoramiento sea una patraña. Lo que digo, es que para los verdaderos enamorados, todos los días son su día. Un hombre enamorado siempre querrá llevarle regalos a la mujer que ama. El verdadero enamorado siempre querrá agasajar  a la culpable de su enamoramiento, y viceversa. Ellas también sienten los mismos deseos a diario.

Hay quienes consideramos esta celebración una baratija, no por eso somos menos románticos o nuestros enamoramientos son menos enamorados. No. Pensar eso es un craso error.

En lo personal me considero un enamorado del amor, un romántico empedernido, un poeta. Nada produce más felicidad en mí que la felicidad de mi pareja, que ella disfrute, que se sienta única y especial. Que se derrita cada día al sentir mis manos recorriendo su espalda como si fuera el primer día. Que su corazón se agite al sentir que la abrazo. Que todos sus temores desaparezcan al descansar sobre mi pecho. Eso y más. Soy un romántico a mi manera. Un loco enamorado.

Creo que cualquier día es un buen día para los enamorados, lo único que en verdad se necesita, es tener ganas de hacer que la otra persona se sienta especial. El enamorado no es egoísta. El enamorado se entrega por entero por su pareja. El enamorado solo desea amar.

: : Aquello que me gusta



El otro día me estaba tomando una cervecita con un par de amigos. Hablamos de todo, como es la costumbre en las reuniones con amigos. De fútbol, ya que nadie más que nosotros sabe realmente lo que pasa en la cancha o como parar bien un equipo. Bueno, Sampaoli ha demostrado que sabe, retiro lo anteriormente dicho. De música. Política. Lo humano y lo divino. Hablamos hasta de farándula, por banal que parezca. Ahí me di cuenta de algo. Tuve mi pequeño momento de epifanía. Se me prendió la ampolleta. Me iluminé.

Sucede que últimamente he andado medio bajón por los más variados motivos. La vida a veces se pone media chúcara con uno y nos zarandea de aquí para allá. Quedamos todos despeinados y doloridos. A veces bien molidos y hasta casi casi derrotados. Pero no, uno se levanta, y ¿por qué? Porque es lo único que nos queda por hacer.

En el medio de la epifanía vi con claridad los elementos que hacen que uno se levante. Los que ayudan. Los que se hacen indispensables. Así que hice un listado. No en orden alfabético ni cronológico. Más bien desordenado. Casi caótico. Delirante.

El listado es simple, sencillo y contempla aquellas cosas y personas que me gustan. Que me hacen bien. Eso que me agrada. Aquello que es indefectible en mi vida. Primero, mis hijos. Mis dos niñitas preciosas, talentosas e inteligentes. Mi hijo, mi cachorro brillante con quien entre otras cosas, compartimos el mismo sentido del humor. Hablar con mi hermano, posiblemente mi mejor aliado. Mi primo y hermano José, con quien tenemos historias desde la infancia. Su apoyo incondicional, su complicidad son invaluables.

Mis amigos, un ramillete ecléctico de personalidades que me han acompañado, en algunos casos desde la misma infancia, otros desde los recordados ochenta y noventa. Ahí están siempre. Ahí, siempre están.

Me gusta la música, un melómano empedernido. Pero no solo escucharla sino que a veces disfruto haciendo música, tocando mi bajo o el piano. Una guitarra, o lo que sea. Me gusta leer. Amo los libros que leo, de los más variados tópicos y estilos. La poesía. La buena mesa. Comer en fuera. Los asados. Disfruto una cama fresca en una noche calurosa de verano. Una cama tibia en invierno. Disfruto de una pierna suave para sentir antes de dormir.

Me gusta ir al estadio, en especial al Santa Laura, donde encuentro que el fútbol se ve mejor. Amo la sensación, la nostalgia que me produce estar ahí. Siento cerca a mi papá.

Me gusta el cine, especialmente las comedias ya que encuentro que la vida tiene suficientes dramas y lo que menos quiero es una sobredosis de mala onda. Me gusta caminar por la tarde cuando ya ha pasado el calor y la brisa se pone fresca. Cuando hay tantas cosas buenas para disfrutar, es imposible que los malos tiempos nos mantengan permanentemente abajo. Me gusta la vida, y mientras más lo pienso, es mucho lo que tengo aún por vivir.


: : Siempre positivos


No siempre las cosas salen como esperamos. Por más que tratemos. Que le pongamos pino. Que hagamos concesiones, trancemos, sedamos, demos sin contemplaciones y un cuanto hay más. A veces, es tanto lo que queremos algo que dejamos todo de lado para conseguirlo. Pero al final no se da. No resulta. Queda ahí. Se acaba.

La vida esta llena de estas pequeñas situaciones. Si no son nuestras, las vemos a nuestro alrededor. Cerquita. En primera fila.

Pero, ¿qué nos hace llegar a estas situaciones? Soledad, tristeza, rabia. Puede ser producto del simple y desmedido amor. Puede ser eso, o peor. Puede que si, puede que no. Pueden ser un sinfín de razones. Puede ser solo demencia momentaria. Puede ser simplemente un embrujo.

Pero los hechizos también se acaban. Pasan. Se superan. Puede ser con ayuda divina o porque tenía que ser no más, y la vida sigue. Continúa. No hay mucho tiempo para dejarse estar. Las cosas deben seguir su curso. Lo que no fue, no fue. Se acabó. No hay mucho más que decir al respecto.

¿Por qué escribo esto? No tengo la menor idea. Puede ser a manera de exorcismo. Una terapia. Un pequeño desahogo. Un mantra sagrado, escrito para poder dar paz a mi corazón, y que al leerlo otras personas encuentren la misma paz que busco. Quien sabe. Puede ser eso y más. Puede que en verdad no sea nada.

Hace rato que mi vida esta envuelta en cambios que en verdad no esperaba. Cambios para los cuales no estaba preparado. Cambios que nunca soñé. Cambios que quizás nunca quise. Estos cambios han llegado por todas las áreas habidas y por haber. En lo personal, laboral, familiar, amoroso. En lo cotidiano y en lo vespertino. En lo espiritual y en lo mundano.

Los cambios llegan y es poco lo que podemos hacer más allá de simplemente aceptar y seguir adelante. Los cambios hay que aceptarlos, si no lo hacemos, ellos terminan por acabar con uno. Por convertir el poco tiempo que tenemos de lucidez en un continuo infierno. Aceptar y continuar. No queda más, y confiar, proyectar la fe. Creer. Pueda ser que solo sea un pequeño cambio y que al final, este sea para mejor.