: : El enfermo es el sistema

El viernes pasado lo pasé casi por completo en una ruidosa sala de emergencias. Semi desnudo cubierto apenas por una batita de color verdoso y abierta por la espalda. Por suerte mantuve mis calzoncillos azules y mis calcetines. Un poco de dignidad ante todo. Semi desnudo pero digno.

Las camillas estaban separadas por unas horribles cortinas, casi tan feas como la batita. Se escuchaba todo. Al lado había una señora cubana que acompañaba a su marido a quien lo habían operado hacía poco y cuya herida se había abierto. En medio del dolor se daban el tiempo de entretenernos con sus comentarios llenos de regionalismos muy graciosos.

Al otro lado, un viejo pesado que se había auto recetado internarse y que no aceptaba las conclusiones del doctor de turno. Alegó por todo. Un tipo muy desagradable. Llamó a la administración del hospital y no se fue, a pesar de que ya le habían dado el alta, hasta que vino el administrador a escuchar sus reclamos. Los enfermeros querían aplicarle un enema, pero el doctor no los había dejado.

Volviendo a lo mío, después de un largo día de exámenes y más exámenes me mandaron a la casa con el mismo malestar con que había ingresado horas antes. La única diferencia fue que me mandaron a ver a un especialista. “No podemos hacer nada hasta que lo haya visto un especialista” me dijo el doctor de turno. Le pregunté al galeno porqué siendo ese un centro de estudio perteneciente a la universidad, y habiendo tantos especialistas en el lugar no contactaban con alguno para que me viniera a ver en orden a solucionar cuanto antes mi malestar. “Hoy es viernes y nadie va a dejar de hacer sus cosas para venir a verlo” respondió.

Con el mismo dolor, molesto, desilusionado y hambriento abandoné el lugar. Lo único que había logrado es que me escribieran en un pedazo de cartón el nombre y teléfono del especialista a quien debía contactar. Llamé de inmediato y nada, ya habían cerrado y debía esperar hasta el lunes.

Lo primero que hice el lunes fue arreglar lo de mi seguro médico, ya que al igual que más de cincuenta millones de personas en el país no tenía uno que me resguardara. Hice todas las averiguaciones y contraté uno que más o menos acomodaba mis necesidades. Por supuesto, no entré al sistema de forma inmediata como yo quería, claro que aún no lo sabía.

Inmediatamente después de haber solucionado lo del seguro llamé al “especialista” para pedir hora. La secretaria me atendió con una frialdad y pesadez dignas de algún tipo de premio de la academia. Anotó todos mis datos y finalmente me dio una cita para dentro de un mes.

- ¿Un mes más? Dije sorprendido.
- El doctor no puede verlo antes de esa fecha, respondió pesadilla.
- Pero si yo ya no soporto el dolor.
- Si es así, debería ir a la Sala de Emergencias.
- Ya fui a la sala de emergencias – dije con tono molesto -, y ellos me dijeron que llamara al doctor.
- ¿Tiene seguro? Preguntó.
- Sí. Lo saqué esta mañana respondí.
- Por eso no me aparece en el sistema – dijo -, deme de nuevos sus datos.

Tal y como pesadilla pedía le repetí todos mis datos más los datos de mi nuevo seguro. Pasaron algunos segundos y el milagro vino, la agenda del doctor se abrió por completo al punto de que me dió una cita para el día siguiente a lo que respondí. No gracias, buscaré otro especialista.