: : Un viejo perro

Tengo un par de amigas japonesas que me caen muy bien. Les gustan las ensaladas y una de ellas baila salsa como loca. Le gusta. Lo disfruta y cada vez que puede lo hace. Una niña encantadora. Finita. Apenas se le escucha cuando habla. Una ternura. Nació en Tokio; una tremenda ciudad. Moderna. Energética. Llena de personas de todos lados. Treinta y dos millones para ser más exactos. Una locura. Muy estresante me comenta mi amiga.

Las ciudades grandes son sin duda mágicas. Atractivas. Interesantes. Uno puede deambular por ellas sin cansarse descubriendo cosas entretenidas. Pero a veces lo mejor no está ahí. La vida en lugares más pequeños, remotos, aislados puede llegar a ser mucho mejor.

A dos horas en tren de Tokio, hay una pequeña ciudad llamada Sakura. En ella hay poco más de once mil habitantes. La vida ahí es mucho más tranquila y provincial. En esta ciudad acaba de morir un perro. Un gentil can que tenía una particularidad, era el más longevo del mundo. A su haber tenía 26 años. ¿Cómo llegó a vivir tanto? Posiblemente la vida tranquila y de aire descontaminado. La buena alimentación y el ejercicio. En general, los orientales son conocidos mundialmente por ser amigos de lo sano. Nada malo con ello.

En las grandes ciudades no nos preocupamos de esas cosas hasta que generalmente es demasiado tarde. Nos cuidamos cuando ya estamos enfermos y no a modo de prevención. No somos prudentes ni previsores. Nos creemos súper, lo más grande, invencibles.

Pesuke, así se llamaba el perrito, era además un quiltro. Una cruza. Un mestizo. No era de raza pura. Tal vez había guardado para sí lo mejor de sus ancestros. Sin duda era muy querido y bien cuidado. En general la mayoría de los perritos lo son.

Asumo que en la vida de este can se deben haber juntado todos estos elementos y más. La tranquila y sana vida de pueblo, la comida sana, el amor de su dueña. Veintiséis años para un perro no son poca cosa. En tiempo de humanos estamos hablando de más de ciento ochenta años. Una locura. Algo inalcanzable para ningún humano, especialmente en las condiciones actuales del planeta.

A la hora de almuerzo le preguntaba a unos amigos que harían si tuvieran la oportunidad de hacer cambios radicales en sus vidas y en general, ni uno dijo irse de la ciudad. Alejarse al campo. Partir a la montaña. Asumo que en general, esa alternativa no está dentro de las primeras cosas en nuestras mentes. Posiblemente, yo tampoco habría considerado ninguna de esas posibilidades. En general, el primer cambio que a todos se nos viene a la cabeza es ganar más dinero. Trabajar por poca plata, eso sí que es vida de perro.

: : La historia no muerde

Aunque muchos no me lo crean, he pasado más de la mitad de mi vida en los Estados Unidos. Soy ciudadano y en muchos sentidos he asimilado por completo esta cultura. La he hecho mía. Por lo general se me puede ver utilizando gorros de baseball, me encanta el ketchup y la salsa barbecue. No me pierdo la Serie Mundial ni el Súper Tazón. Veo las películas sin subtítulos en español y me saco el gorro cuando entonan el himno nacional. Todo eso y mucho más me hacen decir que en el fondo soy un gringo más, aunque por mi apariencia exterior no lo parezca.

Cuando vivía en Nueva York me decían puertorriqueño, en California me decían mexicano, en Miami en más de una ocasión me han dicho cubano. Nada de eso me complica. Soy latino y no me duele. No me molesta. No me hago problema alguno. Dependiendo del lugar es el saco en el que nos meten. Que no me moleste debe ser porque, aunque les duela, soy gringo. Voto. Participo y molesto. Tengo opinión y la digo.

Ahora bien, como hispano he notado que muchos de quienes llegan a este país, por alguna extraña razón, en lugar de hacerse parte de esta cultura la quieren convertir en la de ellos. No creo que tenga nada de malo querer mantener vivas las raíces, recordar de donde venimos. Creo que eso está muy bien y a mis hijos se los inculco, sin embargo, me molesta que por otro lado no quieran aprender de la historia de este país. Estados Unidos es lo que es porque hubo quienes lucharon por independizarse. Quienes vieron lo que estaba mal y lo quisieron cambiar. La historia nos enseña que hubo un sueño americano y debo decir con dolor que para millones de personas, ese sueño ya no existe.

La historia no muerde. Esta ahí para ser estudiada, aprendida, asimilada. La historia debe servirnos de inspiración. Devolvernos la esperanza. Si ellos lo hicieron, porqué no nosotros. Sin embargo, los latinos llegamos acá y muchos no le paran bola a la historia. La ignoran. Se desentienden de ella. Hacen como si no existiera. La ignorancia es un mal que ataca a la comunidad latina de los Estados Unidos. La ignorancia en muchos aspectos.

Al sur del continente todos reconocemos a Bolívar y San Martín. En Cuba tienen a de Céspedes y a Martí. Nicaragua a Sandino. Los padres de la Patria están por todos lados, sin embargo, si les preguntamos a un latino en los Estados Unidos sobre quién fundo esta patria, la mayoría lo desconoce. No tienen idea. Tampoco les interesa saberlo. En todo caso, antes de continuar debo ser justo y en honor a la verdad, si le preguntamos a un gringo lo más probable es que también tenga poca idea del tema, ya que para ser honesto, la educación pública de este país va de mal en peor.

La ignorancia es caldo de cultivo para que florezcan males tales como la opresión, la desigualdad, el racismo, la usura, el esclavismo, el aprovechamiento, la avaricia, la corrupción, la desidia, las adicciones, el egoísmo, la falta de amor al prójimo. Los males de la sociedad que en lugar de haber sido derrocados por la inteligencia del hombre, parece que se han convertido en pandemias. Una vez más digo, no creo que haya sucedido por casualidad.

La libertad importa. No es un cliché. No es una moda. Es algo por lo que hay que vivir y hay que dar la pelea día a día para mantenerla. La democracia es un regalo que se nos fue dado y que hay que preservar. Proteger. Vigilar. Es frágil. No es indestructible. Tiene vida, hay que alimentarla. El espíritu de 1776 no ha sido olvidado y quisiera de alguna manera poder traerlo nuevamente a los hogares de los latinos que no le conocen, que nunca le han visto.

No ha habido un evento en la historia que en su origen pareciera tan improbable como la independencia del yugo opresor de una monarquía cruel e insensible. Sin embargo, un grupo de personas tenían un sueño. Éste fue más fuerte que el temor a las represalias, el castigo o la muerte. Este espíritu libertario se apoderó de sus corazones y no los dejó ser hasta no conseguir su objetivo. Este se conoció como el Espíritu del 76, y personificaba las creencias y acciones de un mítico grupo de personas a quienes conocemos como los Padres Fundadores.

Los Padres Fundadores fueron los líderes políticos que firmaron la Declaración de Independencia, participaron en la Revolución, o participaron en la redacción de la Constitución. De entre todos ellos destacan Benjamín Franklin, George Washington, Thomas Jefferson, Alexander Hamilton, John Jay, James Madison, John Adams y Thomas Paine.

Algunos mas conocidos que otros, todos ellos cumplieron un rol importantísimo en la historia de este país. Sin embargo, posiblemente uno de ellos sea el más desconocido para la mayoría de los latinoamericanos que vivimos en este país. Su nombre es Thomas Paine. Político, inventor, intelectual, radical, revolucionario y publicista estadounidense de origen inglés. Promotor del liberalismo y de la democracia. Su panfleto “Common Sense” (Sentido Común), publicado en 1776, desafió la autoridad del gobierno británico y la monarquía real. El lenguaje sencillo utilizado por Paine habló a la gente común y fue el primer trabajo en pedir abiertamente la independencia de Gran Bretaña.

En las primeras líneas de su escrito podemos encontrar algo que puede ser fácilmente reconocido en la actualidad: “Algunos escritores han confundido tanto la sociedad con el gobierno, como para dejar poca o ninguna distinción entre ellos; mientras que no sólo son diferentes, sino que además tienen distintos orígenes". La historia a veces nos habla de tal manera que parece estar refiriéndose a algún acontecimiento de actualidad. Es increíble, pero la naturaleza humana tiende a volver una y otra vez a sus orígenes y a repetir los mismos errores.

Así como Thomas Paine en su momento se refería a la monarquía, cuyo interés no era el de las personas que formaban las colonias, hoy podemos hacer un paralelo entre ella y las corporaciones, cuyos intereses no son distintos a los del Rey de esa época. No es pecado decir que los gobiernos se equivocan, y que no siempre tienen la razón. En ocasiones pierden el rumbo. Olvidan que en democracia fueron elegidos para gobernar para la gente y no para un puñado de personas. Las corporaciones no son el pueblo. Sus intereses no son de ninguna forma los intereses de quienes hemos votado.

Soy un eterno agradecido de la posibilidad que se me brindó de ser un ciudadano más de este país. Sin embargo, no creo que por haber nacido en otro lado mis derechos sean menores o distintos. Paine no sólo fue un inmigrante más, sino que vino a este país y dejó su huella. Dijo lo que tenía que decir y sirvió de inspiración para muchos. Creo que sus palabras no deben ser ignoradas sino por el contrario, deben ser desempolvadas y devueltas al lugar que merecen. Talvez para muchos la lectura de ese panfleto incendiario escrito hace tantos años sea la musa que andaban buscando. La historia no muerde, está ahí para mostrarnos el mejor camino hacia el futuro.

: : Con el invierno encima

A veces pienso que me gustaría meterme de manera seria en el tema de la política, Alcalde, Concejal, Diputado o Senador. A veces pienso que los electos representantes del pueblo en verdad no representan a nadie, por lo menos no a los que votamos. Sucede que ser político es caro. Una campaña para ser exitosa debe contar con muchos recursos, y por recursos me refiero al dinero.

Los que pueden dar dinero son generalmente los que más tienen. Suena lógico eso. Lo que no es lógico es que los que terminan verdaderamente pagando los costos de que ellos puedan seguir con sus abultadas cuentas corrientes somos los que tenemos menos, los que no podemos dar por razones obvias.

De esta manera, los representantes electos terminan pagando los favores a quienes les apoyaron con dinero y no con votos, esos quedamos al último.

Asumo que con esta forma de pensar, si alguna vez decidiera seguir una carrera de servicio público probablemente nadie apoyaría mi campaña con dinero sino con buenas intenciones, buenas ideas, lo harían con sus preocupaciones y problemas esperando que de verdad les pudiera ayudar, sin embargo los empresarios no me darían ni la hora.

Hasta ahí con mi carrera en el servicio público. Hasta ahí con la política. No hay mucho que hacer por ese lado. Sin embargo, siendo revoltoso por naturaleza (eso decía mi madre), no me puedo quedar quieto dejando que otras personas sigan controlando mi vida de manera claramente irresponsable, negligente, irrespetuosa, grosera, mal intencionada y, porque no decirlo, hasta perversa.

Creo que eso de ocupar Wall Street ha sido una idea genial, pero ahora que se nos vino el invierno encima, puede que vivir en carpas en un parque de Manhattan no sea tan buena idea. Es hora de volver a las casas y tomarse un chocolate caliente al lado de la chimenea. Es el momento de sentarse a repensar la protesta. Seamos honestos, el daño causado a las corporaciones no ha sido tal. Los ricachones se están riendo de todos mientras enciendes sus habanos con billetes de cien dólares.

Supongo que la idea de sacar el dinero de los bancos y ponerlo en instituciones como cajas de compensaciones y uniones de crédito suena bien. Los bancos se molestarían. Se sentirían incómodos. Al menos se preocuparían un poco. Quizás buscarían la forma de retornar al sentido común y al respeto por las personas. Definitivamente buscarían retener a sus clientes.

Creo que son muchas las cosas que están mal allá afuera. Razones para protestar tenemos de sobra. El espíritu detrás de estos movimientos es bueno. Es respetable. Es inspirador. Sin embargo, el rumbo aún no está claro. No hay un mapa que nos indique hacia dónde vamos. En estos momentos las brújulas apuntan para cualquier lado. El norte no está claro ni definido. No hay una cabeza. No hay un portavoz. Definitivamente, no hay un líder.

Si bien es cierto y como ya mencioné se les vino el invierno a los que protestan en Wall Street, las carpitas y la buena organización ya no serán suficientes. Espero que el invierno no se venga encima de todo el movimiento, enfriando los corazones de quienes por primera vez en muchos años hemos sacado la voz.

: : Esclavos modernos

A las cuatro de la tarde paramos de hacer lo que sea que estemos haciendo y nos vamos a la cocina. Un rito vespertino. Un respiro obligatorio. Una sana costumbre que viene a romper un poco ese dejo de esclavitud que nos abraza la mayor parte del día.

En la cocina tenemos dos refrigeradores. Modernos. Metálicos. Un par de hermosuras. Generalmente atestados hasta el tope de bolsas de comida. Cada uno guarda ahí sus meriendas. Hay quienes hacen una compra semanal y lo llenan de frutas, verduras y gaseosas. Compran leche para toda la semana. Pan de molde. Hay de todo. El surtido es variado y colorido. Una belleza.

Al descanso llegamos todos con el mejor de los ánimos. Excepto contadas excepciones que aprovechan el momento para llenar las mentes de los demás con su pesimismo y mala onda. Claro que no se les puede criticar demasiado, ya que todos, más tarde o más temprano pasamos por esos momentos de rabia. Rebeldía. Rebelión.

La esclavitud moderna es algo serio. Real. Tangible. Se le puede sentir, oler, saborear. Se le puede ver en cualquier lado. Es cosa de poner atención y abrir la mente.

Todos somos esclavos y lo que es peor, acá en el estado en donde vivo, no hay quien nos proteja. No. Acá como si fuera poco nos tienen convencidos de que los representantes son elegidos por nosotros y están en sus cómodas oficinas para velar por nuestros derechos. Una falacia más. Una broma. Una falta de respeto.

Nadie nos protege. No hay Chapulín Colorado que salga de detrás de algún mueble con la llave para soltar nuestros grilletes invisibles, esos que nos ha ido dejando el sistema.

Cuando me paro de mi escritorio y camino hacia la cocina para disfrutar de mi descanso, pienso en que quisiera estar en cualquier otro lugar menos aquí. Nada personal. No tiene nada que ver con mis compañeros de celda sino con que me gustaría pasar más tiempo con mi familia. Pero qué le vamos a hacer, no se puede y ya. Pasan los quince minutos. Devuelta al escritorio. Debo darme con una piedra en el pecho, al menos tengo un escritorio.

: : Yo indignado, ¿y usted?

Hace tres años el gobierno tuvo que sacar la chequera para arreglarles la casa a los bancos. Los más grandes estaban en la quiebra. No tenían dinero. Se lo habían comido todo. La especulación excesiva les había pasado la cuenta y todo el sistema se estaba “derritiendo”. Eso fue hace tres años. Hoy, los mismos bancos quebrados y desprestigiados han renacido. Citibank llegó a tener setenta y cuatro por ciento de utilidades. Un tremendo logro. Esperaban 81 centavos por acción y lograron 1.23. Un record. Se pasaron.

Es por cosas como esta que los indignados se han tomado Wall Street. Somos muchos los que estamos de acuerdo con esto. Sin embargo, los noticiarios no le han dado la cobertura que se merece. A veces pareciera que no lo han tomado en serio. Pero qué le vamos a hacer. El mundo parece no tener tiempo para mirar estas cosas. A la mayoría de las personas parece que les da lo mismo. Están adormecidas. Aletargadas. Sumidas por completo en la complacencia. En la comodidad.

En general, todos los indignados tenemos razones para estarlo, y digo tenemos, ya que me considero uno de ellos. El problema al parecer con este movimiento es que de una forma u otra, hay que canalizar la indignación hacia algo coherente. Entendible. Respetable.

El otro día se juntaron más de mil personas a protestar en mi ciudad. Fuimos con mi señora y mi hijo de ocho años. Al llegar nos regalaron unos letreros. Uno decía “No maten el sueño”, el otro decía “Sanemos América, cobrémosle impuestos a los ricos”. Le dije a mi niño cual letrero le gustaría tener y me dijo que el de los sueños, ya que el no entendía de impuestos. Lo encontré genial.

Lo que no encontré genial en lo absoluto fue algo que sucedió después. Dos reporteros de dos estaciones diferentes llegaron a cubrir la protesta. Cada uno venía acompañado de su respectivo camarógrafo. Hasta ahí todo bien. Lo que me molestó fue que durante largos minutos no hicieron nada. No hablaron con nadie. No se involucraron en lo más mínimo. A eso de las tres y media, como estaba programado, los asistentes comenzaron a caminar hacia el edificio del gobierno local. La policía cortaba el tránsito para garantizar la seguridad de los caminantes. Hasta ahí, todo bien. Cuando quedaba un grupo de no más de treinta personas, los dos periodistas y sus camarógrafos comenzaron a grabar sus reportes. En la noche, al ver los noticiarios, ambos informaron que la convocatoria había sido menor, algo que respaldaron con sus imágenes. Hicieron aparecer como si la protesta hubiese sido una cosa menor.

Tengo muchos amigos periodistas, productores y camarógrafos. Puedo dar fe de su integridad como personas y como profesionales. Lamentablemente debo decir, que aquí en los Estados Unidos, país en donde se dicta cátedra en muchas cosas, se ha perdido el norte. Las corporaciones han tomado el control de todo, empezando por los medios de comunicación. La libertad de prensa esta herida y se desangra. Hace tiempo que nos quejamos de este tipo de cosas y no son pocos quienes se ríen en nuestras caras, ello gracias a reporteros como estos. Personas que cumplen con informar lo que sus jefes corporativos les indican, o tal vez debería decir desinformar. Una vergüenza.

: : La búsqueda de la verdad

Los sucesos del mundo me llaman la atención. Leyendo los diferentes periódicos a los que tengo acceso gracias al internet, no sólo me informo, sino que a la vez me entretengo tremendamente. Ayer por ejemplo un anticuario decía que Nicolas Cage podría ser un vampiro ya que entre su colección de cachivaches tiene una fotografía de hace por lo menos doscientos años, en la que según él, aparece el actor. Lo sorprendente es que quiere rematar el retrato pidiendo un alto precio y ya han aparecido compradores.

El mundo en el que vivimos está totalmente loco. La forma de ver las cosas varía de manera contundente entre una persona y otra. En verdad, las interpretaciones de los hechos noticiosos cuentan con una gran cantidad de matices. Algunos peores o más estrafalarios que otros.

Así sucede también con la historia. Dependiendo de las ideas políticas de quienes las escriben es el perfil que agarran. Por eso es que no es difícil, si uno busca con un poco de paciencia, encontrar alguien que cuente la historia de acuerdo a nuestras propias ideas preconcebidas.

Los de un lado dicen que la cosa es blanca, mientras que por el otro lado argumentan que es negra. No falta el que discrepa de ambos y dice que para él la cosa es verde. Para otro es azul. No se ponen de acuerdo y lo que menos tienen es la intención de hacerlo. Lo que todos ellos persiguen es que los demás acepten religiosamente lo que ellos opinan y nada más. Genial.

Reconozco que en general a mi me sucede lo mismo. Soy decididamente uno de ellos. Tengo claro que las cosas son de un color y es muy difícil que me convenzan de lo contrario. Leo lo que otras personas me envían para cambiar mi manera de pensar. A veces, o en general en la mayoría de las ocasiones no termino ya que discrepo de tal manera que prefiero no seguir adelante. Sin embargo a veces, debo reconocer, algunas de mis apreciaciones han sido removidas.

Cuando eso sucede, me refiero a que me muevan el piso, generalmente un nuevo camino se abre en mi cabeza. Una nueva ruta a seguir en la búsqueda de esa verdad absoluta que supongo todos, en mayor o menor medida buscamos. Busco y busco. A veces encuentro. Me convierto en un seguidor. Me hago del hábito y tomo ese estandarte.

La verdad es una cosa bastante subjetiva. Todos dicen tenerla sin embargo creo que lo único que en verdad me ha quedado claro con los años, es que pareciera ser que no es así, nadie la tiene. Nadie está ni cerca de encontrarla. En una de esas, la verdad no existe. Nos metieron en la cabeza eso de que la verdad existía para mantenernos ocupados buscándola. Todos somos un poco como Indiana Jones. Caminamos por la vida con nuestra chaqueta de cuero, nuestro sombrero, un látigo y una libretita para ir anotando nuestros avances. Todos hemos sido enviados a buscar algo por encargo.

Como siempre digo, puede que esté totalmente equivocado. Puede ser que no sea más que, como dicen mis amigos cubanos, un “comemierda”. Lo que sí puedo reconocer casi con total absolutez es que en esta búsqueda, he conocido muchas personas geniales. Interesantes. Realmente especiales. Podrá ser que nunca encontremos esa verdad que tanto buscamos, pero como me dijo un profesor hace algún tiempo, de esta búsqueda no terminaremos con las manos vacías.

: : Libertad de pensar

Soy libre de escuchar o decir lo que quiera, así como soy libre de no hacerlo. El que lee lo que escribo es libre también de leerlo y si quiere puede no desecharlo. Es un derecho que no es sólo mío, sino que lo compartimos todos los que somos ciudadanos. Así aparece en la Primera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos. Nadie nos puede obligar a adoptar una religión u obstaculizar la libertad de culto, de expresión, de prensa, de reunión, o de petición. Así son los derechos. Las sociedades avanzan y crecen cuando son capaces de dar libertades y derechos a quienes forman parte de ella. Cualquier alusión a lo contrario debería ser ilegal.

Es por eso que, aunque no siempre comparto la opinión de otras personas respecto a diversos temas, respeto su derecho a expresarlas. Debe ser por eso que me sorprendió por sobre manera cuando, hace algunas semanas, un “amigo” de facebook tuvo su día de rabia conmigo. Todo partió por un comentario que hice respecto a un hecho político. Nada del otro mundo. Algo posiblemente majadero, pero inofensivo. Al menos eso creía. Claro que por el tono en que empezó a increparme, me quedó claro que no pensábamos igual.

Respetuosamente le respondí a su nota, ya que en verdad no tengo problemas con eso. Se quejó de que era negativo y que nunca escribía nada constructivo, algo que me sorprendió, ya que siempre he creído en que la crítica constructiva enriquece y amplia la visión de los demás así como la propia. Mi “cofrade” no lo vió así y continuó descargando su rabia contra mí, y cada vez que le respondía, sólo conseguía que se enfureciera más. Reconozco que a veces tengo la habilidad de hincharles las redonditas a ciertas personas, pero créanme cuando les digo que en este caso en particular quería un debate. Buscaba una discusión elevada. Una simple conversación medianamente civilizada. Pero no lo logré. Mi “camarada” feisbuquiano seguía recargando mi muralla con sus agravios y de pasó, escribiendo mensajes en la suya para que quienes me conocieran me eliminaran, ya que para él yo era un hacker.

En una de sus acotaciones hizo mención a que llevaba más de un año leyendo mis comentarios, a lo que no pude menos que comentar en tono de pregunta que si tanto le molestaban mis observaciones, ¿cómo no lo había mencionado antes? o, en el peor de los casos, ¿cómo no me había eliminado de entre sus contactos? No me respondió. Siguió adelante con sus embestidas. Una pena.

Este acontecimiento comenzó al medio día y se prolongó hasta bien entrada la tarde. Ya de noche, me escribió una amiga en común pidiéndome que lo eliminara de entre mis amigos, ya que claramente él no me consideraba dentro de esa categoría… por respeto a ella lo hice esa misma noche. Triste, tolerancia cero la de mi “amiguete” de facebook.

Por supuesto que antes de acabar con su día de rabia me di el gusto de escribir un último pensamiento que decía más o menos así; A esos tales que persisten en obrar desde la descalificación y la falta de respeto, les dejo claro que seguiré adelante a pesar de sus atropellos, porque entre otras cosas en mi espacio “mando yo”. Si tanto les molestan mis opiniones me pueden "eliminar" en cualquier momento... Facebook, twitter y las demás redes sociales abren un espacio para el diálogo y la discrepancia, para la pluralidad, no para la violencia, los fundamentalismos y la falta de respeto... yo leo lo que postean mis amigos y no siempre comparto sus opiniones... sin embargo los respeto a todos... yo aprendo y me informo gracias a las opiniones de los demás... he dicho...

: : Nada al azar

Por más que quiera, que trate de la manera más tenaz, no puedo dejar de pensar que todo no es más que una farsa. Una maquinación enferma. Maquiavélica. Un cruel y monstruoso plan. ¿De quién? Sólo un desalmado podría haberlo tramado. Un genio del mal. Un héroe de lo descabellado. Una mala persona. Una muy mala persona. Pero que quieren que les diga, soy chileno. Por naturaleza desconfiado.

Las sociedades por todos lados están pidiendo cambios. Saliendo a las calles, descargando su descontento a través de las redes sociales, pidiendo que se les respeten sus derechos, que se les trate como personas. Un poco de dignidad. Algo de compasión. Piden cambios por doquier y están en su derecho. Está bien que alcen la voz. Pero aunque parezca increíble, desconfío.

Pero así no mas es. Sin ir más lejos, veamos el caso de la sociedad chilena. Marchas, paros, protestas, reyertas, carnavales, youtuberos, facebookeros y twiteros, todos ellos de la mano de los disturbios, de los edificios y automóviles quemados, las barricadas, los heridos y los detenidos. Del caos. La ingobernabilidad. Todo lícito dentro del gran plan. Nada es dejado al azar.

Trato una y otra vez de sacarme este pensamiento de la cabeza, pero no puedo. Esta idea de manipulación sigue ahí aferrada con dientes y uñas.

Creo que alguien está detrás de todo esto. Las cosas no suceden así por así. Hay un plan. No sé de quién. Pero todo esto no es casualidad. Siempre hay quien se beneficia de todo este tipo de situaciones que no necesariamente son los marchantes, ni los dirigentes, ni los delegados, ni los huelguistas, tampoco los vecinos del barrio. Dios quiera que no sea más que mi sicosis. Ojalá que al final me equivoque.

Sucede que la historia, por medio de las desclasificaciones de documentos gubernamentales, de tanto en tanto nos deja ver que nada sucede al azar. Siempre hay alguien detrás de cualquier suceso de gran envergadura. No nos olvidemos del señor Kissinger, el gran artífice de los descalabros latinoamericanos de los sesenta y setenta. No olvidemos a los discípulos de Milton Friedman, los Chicago Boys. Su plan se llevó a efecto. Unos pocos se hicieron inmensamente ricos y los demás, bueno, los demás solo somos el motor de esas riquezas. Piezas, cilindros, tornillos y tuercas, reemplazables y desechables. Por si acaso, tres ministros del actual gobierno son miembros de este grupo de economistas de elite, Lavín, Larroulet y Fontaine. Lo que me hace desconfiar aún más.

Muchos de los cambios que la gente pide en las calles y a cacerolazos vienen de esa época, cuando este grupo de economistas hicieron realidad sus magníficos planes. Pido una vez más disculpas por mi tozudez, pero no dejo de pensar que todo este fervor reformista no sea más que una nueva etapa de este plan y ya estén resueltos los nuevos pasos a dar. Como de costumbre, en beneficio de unos pocos y los demás, que se jodan.

: : Un mal sueño

Que quieren que les diga. En verdad no sé por dónde empezar. Por ahí dirán que por el comienzo, el detalle es que no tengo claro cuando comenzó todo. Puede haber sido al nacer, o durante la adolescencia. En una de esas comenzó cuando rehusé hacer el servicio militar, a pesar de que daba lo mismo ya que no salí llamado. Quién sabe. Puede haber sido después de mi fiesta de graduación que duró tres días. Da lo mismo. Lo importante es que se dio. Sucedió. Pasó.

Hay quienes dicen que para que algo suceda se requiere que todos los elementos estén en una disposición especial. Hay quienes miran la alineación de los planetas. Hay quienes no dan un paso sin haber consultado primero a la gitana. En asunto de creencias no hay nada que hacer. Hay de todo y para todos. Yo tengo las mías. Son raras. Especiales. Mías. Creo y no creo a la vez. Soy un fiel y a la vez el peor de los infieles. Soy un santo y un diablillo. Soy la dualidad misma. El día y la noche a la vez.

Hubo un tiempo en que pensé en que lo mío era la noche. Un vividor. Un desordenado. Pero con el tiempo me di cuenta que la mejor de las noches es la que paso durmiendo. Las vueltas de la vida. El cazador cazado. Ahora con suerte llego a la medianoche. Solo en cuerpo, ya que en espíritu estoy más que dormido. Si no me creen, es cosa de que le pregunten a mi señora, ella les dirá que es cierto.
Podía pasar toda la noche de fiesta y después de una ducha, salir al laburo fresco como lechuga. Esos días se fueron. Ya no están. Se acabaron. Ahora si no duermo una cantidad de horas (aún no clarificada cien por ciento), me levanto destruido. No valgo un peso. No sirvo para nada.

Sepan que en esas condiciones venía a la oficina. Temprano en el bus. Absolutamente dormido. Ausente. Perdido. Poco antes de llegar a mi parada, casi en forma instintiva, hice lo que correspondía. Toqué el timbre. Anuncié con tiempo mis intenciones de descender del transporte. En eso, para mi sorpresa, una persona manejando un Volvo negro no encontró nada mejor que hacerle una encerrona al bus. La conductora respondió ágilmente la afrenta a la altura que ameritaba la situación. Frenó. Por supuesto que en su reacción de reflejos felinos no reparó en mi persona. En ese preciso segundo me hallaba de pié frente a la puerta de atrás, aquella por la que siempre sugieren uno baje. Volé por el pasillo. Una horrible manera de despertar. La peor, o si no la peor debe estar dentro de la lista de top ten. Volé tratando de agarrarme de algún fierro o algo firme que detuviera mi marcha. Nada. Mientras tanto, mi mochila iba golpeando cabezas como una enajenada. Sin control. Por supuesto eso era lo de menos. Mi vuelo era realmente lo impactante.

No sé cuantas cabezas habré golpeado en mi alocado viaje, pienso que unas tres, seguro que me odiaron. Lo más probable es que fueran tanto o más dormidos que mi persona. Por suerte el asunto no pasó a mayores. No chocamos. No me rompí nada y sí, logré afirmarme de un poste de metal que frenó mi marcha. Me disculpé con las personas a quienes mi mochila había agredido y me bajé por la puerta delantera.

Como ya dije, que quieren que les diga. No fue esa la mejor forma de despertar. Hoy ando con las vitaminas bajas. Tengo mis fuerzas en su nivel mínimo y aún no despierto por completo. Ando con la mente dormida. Estoy físicamente presente, pero eso es todo. No hay más. Si me buscan, hoy no me encuentran. En una de esas, lo del bus no fue más que un mal sueño.

: : Nosotros, el resto

Hace tiempo que no me tomo el tiempo de sentarme a escribir algo. Será que el exceso de trabajo me tiene medio agotado y ando con las ideas desordenadas. Los pensamientos no llegan con la claridad que deberían y eso me tiene complicado. Pueden ser esas algunas de las razones, sin embargo me quedo con la alternativa que dice “ninguna de las anteriores”.

Para buscar excusas somos todos campeones. Bueno, quizás no todos pero si la gran mayoría. Lo primero que siempre llega a nuestros labios es la negación. No puedo, no sé, no tengo tiempo. En verdad, el tiempo siempre está, es cosa de mirar a otras personas, aquellas quienes al parecer tuvieran más horas en sus días que nosotros, el resto de los mortales.

Excusas, excusas y más excusas. Para eso somos campeones mundiales. Top One. No fallamos nunca. Los reyes. Los mejores. No perdemos oportunidad alguna de salirnos de los embrollos con una buena evasiva. Una disculpa. Un escape. Pero no siempre podemos zafarnos por completo. A veces tenemos que poner la cara y asumir. Si no he publicado nada es porque por alguna razón caí en un bajón creativo. Lo que los gringos llaman un Writers Block, eso, un bloqueo. ¿La razón? No tengo idea. Pero lo que si se es que los fatídicos eventos de los últimos días me han tenido pensando mucho sobre lo frágiles que somos. El poco control que - aunque no queramos – tenemos de nuestras vidas. No somos eternos.

No entraré en detalles pero hace pocos días falleció trágicamente una persona muy conocida y querida por muchos, una celebridad. Era apenas dos años mayor que yo. Un niño. El asunto es que como en la mayoría de los casos, al morir siempre aparece lo mejor de las personas. Nadie habla de lo malo, de lo cascarrabias ni ninguna de esas cosas, solo se reconocen las bondades del occiso. Bueno, volviendo a lo mío, muchas cosas buenas se hablaron (y se siguen hablando) de esta persona, entre ellas, el cómo vivió su vida. La disfrutó. Hizo más de lo que muchos de nosotros haremos en todas nuestras vidas. No sólo por el hecho de tener los recursos monetarios para hacerlo, sino porque en él habían verdaderas ganas de hacerlas.

No dudo que lo monetario es un dato no menor. Aún así, hay gente que gana menos que yo y parece que siempre hacen más. Entre esas cosas darse el tiempo de, por ejemplo escribir lo que piensan. Reconozco que dejé de escribir por flojera. Por ahí quedaron algunos intentos que fueron ferozmente censurados por mi editora y por mí mismo. A veces uno no tiene ninguna piedad consigo mismo. Somos despiadados. Eso, supongo, tampoco es de lo mejor. Las excusas excesivas, la flojera y la feroz y despiadada autocritica no son lo mejor. A veces, hay que hacer el esfuerzo de simplemente ser más felices con lo que tenemos.