: : Pasó la vieja



Quise decir tantas cosas y no lo hice. Me guarde todas las emociones una vez mas y las palabras simplemente estuvieron ausentes. El momento de hablar pasó rápidamente. Las oportunidades generalmente son así, impredecibles. Entonces miré hacia atrás esperando encontrar algo, no se que. No se bien lo que esperaba encontrar, solo se que ya no había nada mío, solo una plaza vacía, un balcón polvoriento, pasto seco y soledad.

Me vino entonces esa extraña sensación. Vacio. El silencio que hay cuando ya todos se han ido y solo queda apagar la luz y cerrar la puerta. Pena.

No es fácil contener las lágrimas en momentos así, sin embargo, es más terrible que estas nunca salgan. Creo que lo peor que nos puede pasar es que no podamos llorar. Que el dolor del destierro, del desarraigo, la partida de un ser querido o lo que sea no nos abandone nunca y se quede ahí para siempre.  

Quise decir tantas cosas y no lo hice. Quise hablar y no pude. Me callé. Miré al suelo. Sentí miedo, pavor. Me dediqué a escuchar en silencio, en todo caso esa es la mejor manera de escuchar, ya que si todos hablamos al mismo tiempo nadie entiende nada. Así es que escuché. Hice nota mental de cada letra, de cada rictus, de cada sombra. Pude decir algo y no lo hice.

Si alguna vez se repite la escena hablaré. Diré todo. No me guardaré nada. Ahora, ya pasó la vieja. La oportunidad de decir las cosas se fue para no volver. Hoy no queda más que seguir adelante con la vida y hacer como que nada ha pasado. Guardarlo todo en cajitas de colores hasta que la cabeza explote o se pare el corazón. Volver a sonreír pero con la mirada un poco más opaca que antes. Dejar que el brillo de la alegría se vaya y ser. Si, ser. Una vez más ser el que todos conocen o mejor dicho, el que todos creen conocer.