: : Un mal sueño

Que quieren que les diga. En verdad no sé por dónde empezar. Por ahí dirán que por el comienzo, el detalle es que no tengo claro cuando comenzó todo. Puede haber sido al nacer, o durante la adolescencia. En una de esas comenzó cuando rehusé hacer el servicio militar, a pesar de que daba lo mismo ya que no salí llamado. Quién sabe. Puede haber sido después de mi fiesta de graduación que duró tres días. Da lo mismo. Lo importante es que se dio. Sucedió. Pasó.

Hay quienes dicen que para que algo suceda se requiere que todos los elementos estén en una disposición especial. Hay quienes miran la alineación de los planetas. Hay quienes no dan un paso sin haber consultado primero a la gitana. En asunto de creencias no hay nada que hacer. Hay de todo y para todos. Yo tengo las mías. Son raras. Especiales. Mías. Creo y no creo a la vez. Soy un fiel y a la vez el peor de los infieles. Soy un santo y un diablillo. Soy la dualidad misma. El día y la noche a la vez.

Hubo un tiempo en que pensé en que lo mío era la noche. Un vividor. Un desordenado. Pero con el tiempo me di cuenta que la mejor de las noches es la que paso durmiendo. Las vueltas de la vida. El cazador cazado. Ahora con suerte llego a la medianoche. Solo en cuerpo, ya que en espíritu estoy más que dormido. Si no me creen, es cosa de que le pregunten a mi señora, ella les dirá que es cierto.
Podía pasar toda la noche de fiesta y después de una ducha, salir al laburo fresco como lechuga. Esos días se fueron. Ya no están. Se acabaron. Ahora si no duermo una cantidad de horas (aún no clarificada cien por ciento), me levanto destruido. No valgo un peso. No sirvo para nada.

Sepan que en esas condiciones venía a la oficina. Temprano en el bus. Absolutamente dormido. Ausente. Perdido. Poco antes de llegar a mi parada, casi en forma instintiva, hice lo que correspondía. Toqué el timbre. Anuncié con tiempo mis intenciones de descender del transporte. En eso, para mi sorpresa, una persona manejando un Volvo negro no encontró nada mejor que hacerle una encerrona al bus. La conductora respondió ágilmente la afrenta a la altura que ameritaba la situación. Frenó. Por supuesto que en su reacción de reflejos felinos no reparó en mi persona. En ese preciso segundo me hallaba de pié frente a la puerta de atrás, aquella por la que siempre sugieren uno baje. Volé por el pasillo. Una horrible manera de despertar. La peor, o si no la peor debe estar dentro de la lista de top ten. Volé tratando de agarrarme de algún fierro o algo firme que detuviera mi marcha. Nada. Mientras tanto, mi mochila iba golpeando cabezas como una enajenada. Sin control. Por supuesto eso era lo de menos. Mi vuelo era realmente lo impactante.

No sé cuantas cabezas habré golpeado en mi alocado viaje, pienso que unas tres, seguro que me odiaron. Lo más probable es que fueran tanto o más dormidos que mi persona. Por suerte el asunto no pasó a mayores. No chocamos. No me rompí nada y sí, logré afirmarme de un poste de metal que frenó mi marcha. Me disculpé con las personas a quienes mi mochila había agredido y me bajé por la puerta delantera.

Como ya dije, que quieren que les diga. No fue esa la mejor forma de despertar. Hoy ando con las vitaminas bajas. Tengo mis fuerzas en su nivel mínimo y aún no despierto por completo. Ando con la mente dormida. Estoy físicamente presente, pero eso es todo. No hay más. Si me buscan, hoy no me encuentran. En una de esas, lo del bus no fue más que un mal sueño.

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