El árbol que creció en mi cabeza

 Cabr@s querid@s, hace tiempo que no me sentaba a escribir. No necesariamente porque no tuviera nada que decir, pero, principalmente, debido a una aplastante apatía que se había subido a mi espalda. Había hecho nido sobre mi espíritu, y lo había encerrado en un cuartito pequeño, mohoso, poco iluminado, frio en invierno y sofocante en verano. Pero felizmente ya pasó. Se acabó. Me la saqué de encima y estoy de vuelta. Contento, motivado y soñador, como siempre, pero peor.

En este tiempo de silencio, aunque no lo crean, he seguido presente, solo que callado. Meditabundo. Abstraído. Perdido en mi propia tontera. Y como suele suceder, querámoslo o no, la vida me siguió pasando y la seguí viviendo. Como siempre saludando a todo el mundo en la calle, observando sus reacciones e imaginando que pasaría por sus cabezas. Soy un observador de lo cotidiano. No meto mi cuchara en los problemas de los demás a menos que me inviten, y, en general, hace tiempo que nadie me invitaba. Lo cual me parece perfecto, ya que para qué calentarse la cabeza con problemas ajenos, cuando uno tiene un saco de problemas propios en un rincón.

Bueno, pasada esa pequeña nota del editor, les contaré una nueva historia, claro que la cosa partió hace algún tiempo. Como algunos recordarán, hace como veintidós años regresé a esta ciudad por un lapso, una de mis tantas etapas. Como podrán imaginar, pasó de todo. El desorden, los sentidos alterados, el caos y la anarquía gozando en plenitud. En ese entonces, en medio de este desbarajuste vital que les mencionaba, y sin que nadie se diera cuenta, me incluyo en ese despiste absoluto, sucedió algo que no esperaba que pasara. Una semilla se sembró en mi cabeza, y un arbolito comenzó a crecer calladito, bien piola, sin que nadie lo regara, simplemente creció. Sus raíces se afianzaron en mi interior. Pero durante mucho tiempo, este árbol no dio fruto alguno. Crecía no más, y entre tanta maleza que uno va juntando en la cabeza, se fue alzando majestuoso.

Con eso los dejaré por ahora, tómenlo como una introducción y no me jodan, que ya vienen nuevos escritos, ya que esta historia recién comienza, y a modo spoiler, les contaré que el árbol en cuestión dio frutos. Deliciosos, dulces, jugosos. Un regalo inesperado. La vida nos juega esas pasadas entretenidas e insospechadas, y nos regala segundas oportunidades. No siempre estamos preparados para tomarlas, pero a veces, bajo especiales circunstancias, si lo estamos. Pa´lante no más Jotita, así me diría el mijo, dele no más con todo y sin miedos, mire que ya no estamos en edad de andar con pendejerías. Un abrazo a tod@s, y feliz 2023.

No hay comentarios.: