: : Homenaje a un par de perras

Una semana como esta, pero en el año 1969, los rusos mandaron al espacio el Sputnik 5. En su interior iban dos perras y 40 ratones. Belka y Strelka eran las canes. Ya nadie habla de ellas. De las cuarenta ratas no se mencionan nombres. Tal vez por algún asunto de seguridad nacional. Recordemos que esto se hizo en medio de la Guerra Fría que por suerte ya terminó, o al menos eso nos han hecho creer.

Mandar dos perras al espacio sin nadie que les recogiera sus excrementos es cosa seria. Una falta grave a los códigos de etiqueta de la actualidad. El que tiene perro que lo cuide. Para eso estamos. El mejor amigo del hombre debe ser servido. En su momento nadie se quejó. Lo de las cuarenta ratas es otro problema. A ellas nadie las defiende ya que se cuidan solas. Además se les tiene mucha bronca por eso de las enfermedades que acarrean y otros males no menores. ¿Por qué cuarenta? Tal vez haciendo referencia a los cuarenta ladrones de Ali Baba. Ladrones, roedores. Claros problemas de los tiempos modernos a pesar de que han estado entre nosotros desde siempre. Los ladrones, a menos que sean como los seguidores de Robin Hood, no son queridos por nadie y por cierto los roedores tampoco.

Sin embargo lo de las perritas es otro problema. Me caen bien los canes. En mi casa tenemos una, se llama Lainey, en homenaje a un personaje de Seinfeld. Una belleza de animal. Noble como ella sola. Una tremenda compañía. Ella tiene quienes la cuiden. Las pobres Belka y Strelka son asunto olvidado. No hay estatuas en su honor ni nada. En la plaza roja deberían tenerles al menos una plaquita con sus nombres. Pero no, ya nadie las menciona. Se fueron al espacio una semana como esta pero hace cincuenta años y ya.

Por el bien de la humanidad se hacen experimentos con animales una y otra vez hasta conseguir resultados auspiciadores. Se les da la oportunidad a los científicos y a los inventores. Todos tienen una y otra oportunidad de hacer las cosas, menos nosotros los simples mortales. Que se le va a hacer. Así no mas es la vida.

Perros, monos y ratas en el espacio. ¿Qué vendrá después? Lo más probable que sean abogados, políticos, banqueros y millonarios también. Creo que al final da como lo mismo.

: : El plantón del domingo

El sábado quedamos en que el domingo trabajaríamos y no pasó nada. Mi señora tenía planes de ir a la playa y fueron cancelados. No fue culpa mía. Me habían dejado plantado. Sentado al lado del teléfono como una Penélope. La de Serrat. La que se quedó solterona. Pobrecita ella. Pero en fin, el punto queda claro. No necesito darles más detalles. De todo lo malo siempre sale algo positivo. Un aprendizaje, un contacto, una anécdota entretenida. En este caso, mientras esperaba que sonara el teléfono saqué del cajón mis lápices y una libreta y me puse a dibujar. Pasé toda la tarde dibujando. Tal vez algún día les muestre mis dibujos nuevos. Lo más entretenido es que me sentí muy bien haciéndolo. Fue un hermoso reencuentro.

Hace mucho que no pasaba una tarde dedicada al dibujo. Creo que me hizo bien. De vez en cuando es bueno dejar todo y recuperar aquellas cosillas que nos hacían feliz. Mi señora estaba molesta por el plantón que me habían dado, sin embargo quedó encantada con los bosquejos que saqué. Una maravilla. Una tarde de playa que se había ido por los caños se había convertido en una tarde para la creatividad.

No es agradable que nadie pierda nuestro tiempo, especialmente porque es bien sabido que el tiempo perdido no se recupera. Si yo decido perder mi tiempo es problema mío. Pero que otra persona lo haga no está bien. No es correcto. Debería de alguna manera ser penado por la ley. Alguien debería establecer un número ochocientos donde poder dejar estampada la queja. Un lugar donde uno pudiera desahogarse. Pero no existe ese lugar especial. Nadie le para bolas al tiempo. Nadie se pone a pensar en que el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos. Bueno, Milanés lo hizo y parece que fue el último.

Pero perder el tiempo tampoco es algo bueno. Cualquier cosa que se pierda se extraña. La memoria, las argollas, un libro o cuaderno. Se pierden los goles y en castigo te los hacen. Se pierden los estribos y las llaves. El asunto, es que a penas nos damos cuenta que hemos perdido algo, de inmediato lo extrañamos y más que nunca lo necesitamos. Triste, pero lo que se perdió se perdió. Especialmente el tiempo.

La pobre Penélope de Serrat perdió su tiempo esperando a su galán y al final perdió también su juventud y su cordura. Se quedó solterona. Triste. Una lástima. Los que la querían y miraban como pasaba esto sufrían. Así es, como mi señora sufría sabiendo que estábamos perdiendo una hermosa tarde para estar en la playa. Lo importante, es que algo bueno sacamos de todo esto. Al final no todo estaba perdido.

: : Puede que si y puede que no...

Al parecer los señores de British Petroleum lograron parar el derrame de petróleo en el Golfo de México. Al menos eso nos dicen los medios de comunicación. Quien sabe si podamos confiar en ellos. Puede que si y puede que no. La dualidad de la vida es una constante. Tenemos lo material y lo espiritual. Por cada Jing tenemos un Jang. Si tenemos día, también tendremos noche, razón y fe, bien y mal y bla, bla, bla. Para todo lo que hacemos hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que se dé como de que no.

Puede que el derrame de petróleo se haya detenido como puede ser que no. Quien sabe. Es triste depender tanto de los medios y al final no poder confiar al cien por ciento en ellos. Una lástima. Cuando chico creía en todo lo que leía. Ahora que ya soy un adulto encuentro difícil creer con la misma facilidad. Lo triste es que hay millones que nunca han dejado de creer y que se tragan cualquier cosa que les den. Horror. Triste pero cierto, y los mentirosos lo saben y por eso siguen alimentándolos con sus mentiras.

No es fácil no creer. Eso también es triste. No se puede vivir una vida sin creer en nada ya que llega un momento en que uno se encuentra solo. Aislado. Marginado. Nadie quiere estar con alguien que no cree en nada. Lo tildan de amargado. Por alguna razón hay quienes toman las creencias como si fueran golosinas. Ahora que lo pienso, puede que si lo sean, quien sabe. Las amarguras de la vida se pasan con los placebos como la religión y los deportes. Otros pasan las amarguras con alcohol. De acuerdo con esto los predicadores, los peloteros y don Juanito Walker deberían ser considerados males necesarios para las amargadas existencias de los humanos.

A veces me siento como si estuviera parado afuera de un restaurante mirando a los comensales disfrutar de sus cenas. Miro desde el otro lado de la vitrina. Los veo mover sus labios en gratas conversaciones pero no los escucho. Sólo oigo los ruidos de afuera. La gente que pasa apurada. Las bocinas y los motores. Los gritos lejanos. El zumbido molesto producido por la gente hablando por todos lados. Adentro en el salón están los que creen en algo sin cuestionarse nada. Afuera los que nos cuestionamos todo. Al parecer los de afuera somos más. Sin embargo nos comunicamos menos. Estamos repartidos. No nos conocemos. En verdad, puede ser que si sea más solitario de este lado.

Pasamos la vida caminando sobre este tejido de cuadrados blancos y negros. No siempre ponemos atención a las cosas, pero por cierto ahí están. Nos observan. Siempre hay alguien mirando. No estamos solos aunque a veces nos sintamos así. El dualismo está presente. No nos deja. Querámoslo o no, siempre está. Hoy jugaré a la lotería una vez más. Puede que gane o puede que no. Veremos. Para que pasen las cosas siempre hay que dar un primer paso. En todo caso, aunque los señores de BP hayan detenido el derrame, hay un cincuenta por ciento de probabilidades de que no les compre su combustible nunca más.

: : Dejando que la mente vuele

El verano de 1984 fue memorable por muchas razones las cuales no pretendo contar ahora, ya que no se trata de eso que voy hablar. La razón por la que mencioné esa fecha tiene que ver con un tema que acabo de escuchar en iTunes. Así funciona la mente. Es una loca que cualquier cosa, por pequeña que sea la trasporta. En verdad, cuando uno está en un lugar en el que se siente incómodo, lo único que le queda por hacer es dejar que su imaginación viaje lo más lejos que pueda. Con o sin rumbo da lo mismo. Que nos lleve a mejores lugares. A sitios en donde hemos sido felices o lugares en que creamos poder serlo.

Debo reconocer que siempre he sido un tipo afortunado, a pesar de que a veces me quiero convencer de lo contrario. La señora fortuna de una forma u otra se las arregla para dejarme saber que he sido acariciado por su varita mágica. La suerte siempre me da la razón aún cuando a veces piense que me ha dejado. Tengo suerte de tener tantos buenos recuerdos atesorados en mi memoria, y tengo suerte ya que sé que aún quedan muchas cosas buenas por venir.

El valor de los recuerdos varía según la edad en que fueron creados. Por ejemplo, los que guardo de ese verano se refieren mas al desenfreno de un jovencito que sólo piensa en el aquí y en el ahora. Eran hasta cierto punto egoístas. Unipersonales. Singulares. Ahora, mis recuerdos son colectivos, en ellos vienen el reflejo de las vidas de mis hijos. Ya no sólo veo a través de mis ojos sino que también por los de ellos. Disfruto de sus fotografías en Facebook junto a sus amigos y me trasporto a esos tiempos en que estaba con los míos. Mucho tiempo ha pasado. Mucha agua ha corrido por debajo del puente.

Gracias al macabro Internet muchas cosas buenas se han podido dar en nuestras solitarias vidas. Nos hemos vuelto a comunicar con los recuerdos. Nuestras mentes han dado una nueva y feroz pelea contra el Alzheimer. No somos pocos quienes nos hemos dado el tiempo de mirar atrás en nuestras vidas y de paso, ver como les ha ido a nuestros amigos de infancia. Que tiempos aquellos, sin preocupaciones ni problemas. Cuando el tiempo parecía que nunca iba a pasar. Cuando no amanecíamos molidos después de una noche de fiesta. Ahora, con suerte me da el cuero para salir de juerga una o dos veces al mes y la recuperación se da en un par de días y no en horas. Como ha pasado el tiempo.

De una cosa me he dado cuenta. Las cosas que me gustaban en esa época son mas o menos las mismas que me gustan ahora. No han cambiado mucho mis gustos con el paso del tiempo. En ciertas cosas se han refinado, en otras son exactamente iguales. Sigo siendo el mismo. Con algunos kilos de más. Pero que le vamos a hacer si la gravedad nos maltrata con los años. Es como la televisión que aumenta de peso a los animadores. Los años no pasan en vano.

La mente es cosa seria. Debe ser horrible perderla. Olvidar todo. Quedarse en blanco. Debe ser por eso que me da mucha lástima lo de Cerati. Su música acompaña muchos de mis recuerdos ochenteros. Una época inolvidable. Ojalá que se recupere.