: : El sueño y la soledad



Una mañana extraña desperté y súbitamente descubrí que ya no necesitaba a nadie. Entonces pude escuchar el silencio sin necesidad de intérpretes. Sentí el vacío fresco del último piso y respire hondo. En ese momento, o mejor dicho en esa mañana extraña, por primera vez mire el reloj y le dije al tiempo que me dejara en paz. Que tampoco a él le necesitaba más. 

Como me sentía bien conmigo mismo agarré un libro y después agarré otro. Leí a Cortázar y a Benedetti, a Borges y a Gabo. Leí a los más grandes pero también leí a los otros, los que aún no han sido descubiertos. Leí y leí sin preocupaciones ya que había descubierto que no necesitaba a nadie y tampoco tenía ataduras con el tiempo.

Salí a la terraza y fumé. Miré la ciudad desde las alturas y nuevamente respiré profundo. Miré a la ciudad y pensé que en ella no había nadie para mí. Me sentí libre. Miré a la ciudad y sonreí.
Entré nuevamente al living y me senté en mi sillón. Por un segundo recordé a mi viejo que generalmente hacía lo mismo, claro que a él nunca lo vi fumar. El día que cumplí dieciocho el mijo me invitó a salir. Por primera vez fumé delante de él. Por primera vez nos tomamos una cerveza juntos. Fue un momento hermoso. Único. Increíble.

Miré a mi lado y tomé otro libro. Cualquiera. El primero. Lo agarré y seguí leyendo. Leí y leí solo por el gusto de leer. Solo porque me gusta. Solo para mí. Eso es lo rico de leer, es un maravilloso ejercicio que no agota.

Esa mañana que desperté para descubrir que no necesitaba a nadie y que ya no tenía ataduras con el tiempo nunca fue, no existió. Fue una alucinación. Un sueño extraño y en verdad, a pesar de parecer liberador, fue un sueño triste. Oscuro. Melancólico. Quiero leer, ser dueño de mi tiempo y no depender de nadie, pero en verdad, lo que más quiero es no sentirme solo.



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