: : Enero tocando a mi puerta

El último mes del año es especial por decir lo menos. Es lento. Extraño. Pocas cosas pasan ya que nadie está poniendo atención a nada. Es época de reflexiones. Se hacen balances. Se sacan cuentas. Hay quienes sacan las maletas del closet para caminar alrededor de la manzana en que viven. Hay quienes ya trazan las líneas de lo que serán sus cambios para el año que viene. Se preparan para escribir en sus cuadernos nuevos, ya que de este cuaderno no quedan más páginas que escribir.

Llámenlo locura mía o como quieran, pero no puedo apartarme de estos rituales. El fin de año tiene una fuerza poderosa en la mente de todos, querámoslo o no. Los más religiosos celebran y los otros también, cada uno a su manera particular. Se prenden velas. Se adornan las casas por dentro y por fuera y las tarjetas de crédito son usadas sin la menor compasión. Pobrecitas las tarjetitas. A gastar se ha dicho, miren que es fin de año y hay que celebrar.

Los que lo pasaron mal celebran, pensando en que el año que viene será mejor. Los que lo pasaron bien también celebran, agradecidos de su buena fortuna. Por si o por no, la fiesta va igual. Las rachas buenas y las malas no son más que eso, rachas. Tarde o temprano se tienen que acabar.

El dos mil nueve fue un año complicado, de esos que muchos quisieran olvidar. Pero como en la vida, la miseria de muchos es la riqueza de unos pocos, no todos se quejan. Los que tenían, ahora tienen más. La crisis de las hipotecas sirvió para que naciera una nueva camada de ricachones de los bienes raíces. Qué le vamos a hacer. Así de fallado está el mundo en que vivimos. Tan loco está, que Obama, en medio de su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz defendió la guerra como un medio para mantener la paz. Increíble. Lo que pasa es que el mejor negocio que se ha creado es la guerra, y en este país hay quienes lo saben muy bien. El festival de millones que se mueven es increíble y a la vez vergonzoso. Lo siento Barack, pero en esto no comparto para nada tu opinión.

Por más que quiera –cosa que en ningún caso es–, no puedo defender la necesidad de utilizar la fuerza para lograr nada. Por ahí leí que hacer la guerra para defender la paz es como fornicar para defender la virginidad. No tiene sentido. Es una chifladura. Aún siento que el sentido común debería ser el arma más poderosa. El respeto por el metro cuadrado del vecino y cosas por el estilo. De eso realmente se trata la vida, todo lo otro no es más que negocio. Sucio, pero negocio al fin y al cabo. Respeta y serás respetado.

Para el año que viene me gustaría que la crisis económica se acabara y volvieran las cosas a la normalidad. Eso y bajar de peso. Además, me gustaría que hubiese menos guerras. Que se acabaran las ocupaciones ilegales. Menos hambre. Menos enfermedades. Que los inmundos mercaderes de la miseria y del dolor nos dejen en paz para que disfrutemos un poco de la vida sin mariposas en el estómago. La avaricia de estos individuos y su poco respeto por la vida de los demás es la que tiene al mundo patas para arriba.

Ya no nos falta nada para que demos vuelta la página del calendario y entremos de lleno en enero, en el nuevo año. El primer mes ya está tocando a mi puerta. Ojalá que las cosas sean diferentes. El dos mil nueve no fue un período memorable, sin embargo tampoco fue una pérdida total. Creo que si saco cuentas, puedo decir que en general no fue un mal ciclo para mí y para mi familia. Tengo claro que en mi mente el año que viene debería ser mejor, pero cuando lo pienso detenidamente, mis conclusiones de este año, no son distintas a las del año anterior.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, Pablo:

Como decía Benito Juárez: "El respeto al derecho ajeno es la paz." Si no, vuelan dientes...

Michael