: : El ocio en tiempos de crisis

No hay nada más terrible que el ocio en tiempos de crisis. Especialmente cuando en todo el mundo las empresas andan súper estresadas debido a que nadie está consumiendo sus productos o servicios por temor a quedarse sin dinero. En tiempos como estos lo peor que puede haber es estar sin hacer nada. No tener nada que hacer en la oficina es pavoroso. Nefasto. Lo peor.

En casos como estos, el ocio es un martirio. Dar vueltas y vueltas por el internet buscando algo en que mantenerse ocupado no es buena cosa. Terrible. Debe ser parecido a la espera del condenado por el amanecer de su último día. Un calvario. Ponerse a jugar solitario no ayuda en nada, es una pesadilla.

Pero las reuniones cuando no hay nada que hacer son aún peores, más terribles. Todos sentados alrededor de una gran mesa con caras serias. Mirando sus celulares como si el Presidente les hubiera mandado un correo electrónico importante. Un tragicómico suplicio. Todos están de acuerdo con cualquier cosa que se diga con tal de salir luego de ahí, para ir a sentarse nuevamente detrás del escritorio a hacer nada. Para seguir dando de comer a la sicosis de la inactividad. Hay que aparecer ocupado. Sea como sea, no se debe notar que uno no está en nada. Lucir serio y ocupado es la consigna. Muy serio.

La terrible sicosis del ocio en la oficina. Así es, sicosis. La sicosis de la inactividad desmedida. Esa sensación de persecución a que aumenta a medida que pasan las horas, los días y los meses. Uno se siente perseguido cada vez que alguien se asoma por la puerta de la oficina. No es bueno que a uno lo pillen en nada. El estrés producto de la falta de trabajo es peor que el estrés que produce el exceso del mismo ya que nunca se sabe cuándo llegará el jefe con ánimos de recorte. Con una de esas soluciones creativas de reducción de personal ¿Seré yo el próximo Maestro? Espero que no. Espero que no haya próximo alguno. Que nadie se quede sin trabajo. Eso es otro estrés grandote. La pena que produce cuando un compañero es despedido. La nefasta sicosis del ocio hace eso, que uno se sienta constantemente perseguido. Sé que suena terrible, pero es bien sabido que nadie tiene el trabajo garantizado. Todos somos prescindibles y absolutamente reemplazables. Es triste pero cierto. El estrés de la desocupación en la oficina no ayuda en nada a la autoestima, eso está más que claro, por el contrario, nos tira para abajo y nos estrangula contra el piso. Cuando nos entra la sicopatía ésta nos desconectamos de la realidad. Afecta nuestros pensamientos, sentimientos, percepción y conducta. Es cosa seria repito, cosa seria.

El ocio en la oficina es entretenido sólo cuando estamos haciendo tonto al jefe y nada más. Ahí sí que la navegación por el ciberespacio vale la pena y jugar solitario tiene un encanto especial. Un placer oculto. Un vicio prohibido. Un deleite. Mientras todos los demás trabajan, uno sumergido en ganarle a la maquina. Sin duda es una delicia.

Bueno, decir que no hay nada más terrible en tiempos de crisis que el ocio es una exageración. Claro que hay cosas peores y más terribles que el ocio, pero por el bien de lo que escribo no entremos en esos debates. Pero ustedes me entienden. Captan lo que quiero decir. Por ahora sigamos con este tema del recreo forzado por culpa de la mala economía, ya que gracias a que no tengo nada que hacer en este instante es que puedo darle vueltas al asunto lo suficiente como para escribir algo. Escribir en tiempos de inactividad es un buen ejercicio mental. Escribir en cualquier tiempo es un buen ejercicio mental, y leer en tiempos en que el trabajo escasea también. La lectura es altamente recomendada para mantener el Alzheimer alejado de la casa. Mantenerse sano de mente es una buena cosa. Si uno aprovecha el recreo entonces algo bueno puede sacar. Lo terrible es que si uno no tiene cuidado con esto del ocio, cuando pase el tiempo de las vacas flacas y una vez más estemos tapados de trabajo no sabremos qué hacer. Estaremos lentos y fuera de práctica. Sin ganas de producir. El ocio excesivo produce acostumbramiento. A cuidarse del enviciamiento.

Lo más temible de este tiempo de recreo excesivo es que cuando regrese el trabajo nadie va a querer hacer nada acostumbrados a los juegos. Se nos olvidará producir enviciados con las películas en Hulu o a los videos graciosos de YouTube. La crisis del mercado nos está mal acostumbrando a todos y nadie se da cuenta. El ocio es la madre de todos los vicios, dicen por ahí. Sabias palabras esas, sin duda una gran descripción.

Una buena cosa sería que los jefes hicieran un compromiso de no tomar represalias con sus pobres empleados si estos se llegan a enviciar con el ocio, ya que no ha sido culpa de ellos. Si buscamos culpables deberíamos mirar a Wall Street. Si el ocio es la madre de todos los vicios, Wall Street es el padre de la crisis. Buena pareja nos resulto ésta. Pero ya no se habla del origen del problema, y como en todas las cosas, se dio vuelta la página y nadie pagó por el desastre que se armó. Por eso no es culpa mía ni de nadie que no haya mucho que hacer. Hay que ver como logramos que la cosa se reactive, ese es otro asunto, ya que como les decía antes, el ocio se convertirá en costumbre y las farmacéuticas aun no salen con una vacuna efectiva para esta nueva pandemia que nos afecta, ya que con la última, lo único que lograron fue que se nos olvidara que los que armaron esto se fueron de vacaciones.

No hay comentarios.: