: : La parada suprimida

En la misma calle en la que vivo, hay un paradero donde llegan buses de distintos recorridos. Es una estación final. La última, o en este caso mañanero la primera. Generalmente parto desde ahí hacia la estación del tren que me lleva hasta el downtown donde trabajo. Es un viaje de poco más de una hora. Una pequeña eternidad.

El lunes pasado, cuando llegué a la estación en cuestión, me encontré con la sorpresa de que la parada había sido temporalmente suprimida. Durante la noche, la calle había sido cerrada para hacer no se qué tipo de trabajos, que por el tipo de maquinaria y el nivel de destrucción que presentaba el pavimento, parece que tomarán un buen tiempo en terminarse.

Debo decir que no es ninguna gracia que a uno le supriman el paradero sin aviso. Hay sorpresas que no importa por donde vengan, no tienen nada de agradables. Por más que uno le busque el lado positivo no lo tiene. Al menos por ahora, en vista de los no pocos inconvenientes que han provocado. Es feo ser pasado a llevar. Muy feo.

Como la molestia por el tema era mucha, trate de averiguar por aquí y por allá cual era el dichoso arreglo a ver si mejoraba mi ánimo y pasaba de mi esta copa. Pero no. La mejora no era más que un parche para tapar el pobre trabajo de los urbanistas municipales. Algo que debía haber sido hecho veinte años atrás, pero que en su momento se considero que podía esperar.

Por alguna extraña razón, las entidades que están para protegernos, para velar por nosotros, quienes regulan nuestro actuar y que nos controlan, no consideran que un buen trabajo sea motivo suficiente para ser recordados. Eso da lo mismo. Lo que en si importa es ganar lo más que se pueda, y que los amigos personales también se beneficien mientras dure el paseo. Da lo mismo, total lo que yo dejo mal hecho, otro lo parchará más adelante aplicando la misma política. Arreglar las cosas seriamente y para siempre, es un muerto que nadie quiere cargar.

La parada de buses estará clausurada por un tiempo indeterminado, no eternamente por suerte. Se supone que dentro de algunos días se volverá a abrir. Por suerte es solo temporal y no permanente, ya que en ese caso la cosa se pondría fea de verdad. Lo peor de las cosas permanentes es que no tienen vuelta atrás, no hay esperanza alguna, no hay más.

Todos llevamos dentro una pequeña ilusión también llamada esperanza. Es triste vivir sin esperanza de algo, de lo que sea. Esta expectativa de que hay algo más y mejor es la que nos mantiene en este mundo. Sin ella nuestras vidas serían vacías y planas. Siempre que nos levantamos estamos esperanzados en algo. Que el examen sea suspendido. Que me suban el sueldo. Por eso jugamos a la lotería con la ilusión de cambiar nuestras vidas llenándonos de millones, por eso es que vamos a la iglesia y nos portamos bien con la esperanza de que algún día iremos al cielo. Esa ilusión la tendremos hasta el último momento, por eso decimos que es lo último que se pierde. Por ahora tengo la esperanza de que algún día abran de nuevo la calle y el paradero vuelva a funcionar.

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