: : Creer o no creer…

Nueve, nueve del cero nueve. Hoy renacen los Beatles para millones de fanáticos. Se casan un montón de chinos supersticiosos. Los mentalistas, adivinadores, religiosos y vendedores de fortuna hacen predicciones de todo tipo. Se prenden velas de todos colores. Inciensos. Un gran día para creerse cualquier cuento. Hablando de cuentos, hace unas pocas semanas me llegó un correo electrónico donde me decían que me había ganado la lotería en otro país del otro lado del atlántico – no recuerdo bien cual –, lo encontré genial. Mi fortuna no sólo había mejorado sino que además lo había hecho en otros países también. Así es la suerte supongo. No tiene fronteras. Si soy afortunado aquí porqué no habría de serlo allá. Me parece que es de lo más lógico.

El email me pedía que respondiera mandando todos mis datos personales. Ahí me saltó una duda pequeña. ¿Cómo habían sabido ellos de mí por allá en el viejo continente? ¿Podría ser todo no más que una cruel broma? Horror. No puedo creer que haya personas así de desalmadas. ¿Cómo es posible tanta crueldad? No sé que habrá pasado con mi premio, el asunto es que ante las no pocas dudas no lo cobré.

Mi casilla de correo electrónico siempre está llena de mensajes no deseados, igual que el buzón de mi casa. Es lo que más llega. Pura basura. Debe ser buen negocio mandar porquerías por correo. Hay alguien en alguna parte que se está llenando los bolsillos a costa de mandar cosas que nadie quiere. Pero todos caemos en eso una que otra vez. ¿Qué tal esas cartitas que dicen que si no se las mandamos a un montón de personas en los próximos pocos minutos no tendremos buena suerte, o no se nos cumplirán los deseos o quién sabe qué más? Al principio era entretenido. Ya no tanto. Sin embargo no dejan nunca de llegar.

Una vez le hicimos una broma a un compañero de trabajo y pusimos su número de teléfono en una encuesta y lo comenzaron a llamar números ochocientos de todo el país. Él se quejaba y nosotros nos reíamos. Que diablillos fuimos. Me acuerdo y me río. A mí de vez en cuando me llama uno que otro número ochocientos ofreciendo más basura. Apenas puedo con todo lo que tengo guardado como para ponerme a comprar más. Es un cuento de nunca acabar. Correos no deseados y números ochocientos. Increíble. Cero respeto por nosotros los usuarios de lo que sea que usemos. Los usuarios somos usados de mil maneras y sin el menor respeto. Cero.

Hacer bromas es entretenido mientras uno no complique a la otra persona. No soy mucho de hacer bromas en todo caso. Soy un irrespetuoso es verdad, pero no me lo paso haciendo bromas todo el día. Hay gente que es buena para eso. Son los menos en todo caso. Yo me declaro un incompetente en el departamento de las bromas, pero faltar el respeto sin que nadie se de cuenta es mi especialidad. Para eso si que soy bueno. Un cara dura dirían por ahí. Si hubiera un ranking podría estar entre los top cien. No digo top ten ya que sé que en este país hay varios que merecen estar ranqueados es esas casillas más que yo. Lo mío es molestar en la oficina. No le hago daño a nadie, generalmente son bromas que solo los más cercanos a mí entienden. Pero no soy el único, ya que por suerte comparto el mismo mal hábito con otros compañeros de trabajo, incluso en casa con mi señora. Mi viejo también tiene el mismo sentido del humor sarcástico dirían algunos. El sentido del humor es importante, ayuda a que el día sea menos pesado. Una cosa es que nos guste lo que hacemos, y otra es que disfrutemos en el lugar en que lo hacemos. Trabajar en un ambiente agradable haciendo lo que a uno le gusta es un regalo. Un verdadero premio.

Hoy es un día místico. Especial si uno quiere creerlo así. A veces es simplemente cosa de creer. Hoy es una fecha ideal para jugar a la lotería. Qué le vamos a hacer, así es la vida. Todos de una forma u otra somos supersticiosos. Todos queremos creer en algo, en lo que sea. Para muchos es la razón de levantarse por la mañana, ver si se le puede torcer la mano a la suerte. Hoy puede ser ese día. Nunca supe lo que pasó con mis millones de dólares. Nunca respondí el correo electrónico. Comentando el hecho con algunos conocidos me di cuenta de que habían recibido cartas semejantes. Más sospechoso aún el asuntito. En mi caso no me sentí muy cómodo con todas mis preguntas sin respuesta. Preferí no correr riesgos innecesarios. Ustedes me entienden. Lo más probable es que hubiesen hecho lo mismo. Lo claro es que los millones no están depositados en mi cuenta. Por suerte no estoy sobregirado. Esperemos que siga así la cosa.

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