: : Se equivocó la gitana

No me gusta la lluvia. Supongo que en alguna parte de mi cabeza debe haber algún doloroso recuerdo bloqueado que tiene algo que ver con ella. Tal vez pasó algo terrible y casualmente ese día llovía. Quien sabe. En una de esas no me ha pasado nada y simplemente no me gusta porque sí. Si hiciera una lista de las cosas que no me agradan no podrían quedar fuera los circos y en especial los payasos. Tampoco pueden quedar fuera las gitanas.

No me gustan la lluvia, los payasos ni las gitanas. Una vez una gitana me tomó la mano y no me la quería soltar. Me dijo que si no le daba una moneda tendría mala suerte. La maldición de las gitanas a las que tanto le temen los borrachitos del mercado. La cosa es que no le dí la moneda, recuperé mi mano y me fui volando. Ella me gritó algo que no recuerdo. No creo siquiera haberlo oído. No miré para atrás. Simplemente me fui. Desde entonces, cada vez que veo una gitana o un payaso les hago el quite. Con la lluvia trato de estar preparado cargando en todo momento con un paraguas en la mochila.

A la salida del trabajo me pilló un aguacero de esos que dan miedo. El cielo se iluminaba, Truenos, relámpagos y mucho viento. Cosa rara, andaba sin mi paraguas negro. Lo había dejado en el balcón de mi casa. La noche anterior se lo había prestado a mi hijo y no lo puse de vuelta en mi mochila. Horror. Mala cabeza la mía. Como se fue a olvidar.

El cielo se veía gris. Una sola nube se había parado sobre la ciudad. Más o menos media hora me quedé parado debajo de un cobertizo mientras la lluvia caía sin dar tregua. No era el único descuidado a quien la lluvia había pillado a mitad de camino para cualquier parte. A mi lado había tres mujeres, un anciano con pantalón corto, un hombre joven con cara de contador, otro con cara de alcahuete y un guardia de seguridad. Todos capeaban la tormenta hablando por celular. Esperé pacientemente a ver si la lluvia paraba pero no. No paró ni un segundo, por el contrario, empeoró.

Desde donde estaba refugiado se veía la estación del tren. Uno tras otro se iban los trenes con dirección hacia mi casa. Al final y como era de esperarse no aguanté más y me lance a caminar rápidamente hacia la estación. Fue como saltar a una piscina. Llegué hecho sopa a la estación, pero llegué. A poco de esperar pasó el tren y partí camino a casa. En el vagón saque mi libreta y comencé a escribir.

Generalmente somos tan egocéntricos que pensamos que sólo a nosotros nos pasan las cosas buenas o malas. Hoy mientras esperaba que pasara el diluvio me di cuenta que no es así. Éramos varias personas las que estábamos bajo el mismo cobertizo. Todos esperábamos lo mismo.

Creo que la maldición de la gitana nunca surgió efecto. No dio resultado. Falló. Me di cuenta que a pesar de que no todas las cosas sean como quiero, mi suerte nunca ha sido mala. De una forma u otra siempre he logrado hacer todo lo que me he propuesto y a pesar de que en más de una ocasión ha parecido que toqué fondo, al final no ha sido así. Cuando era chico había un aviso en la radio que decía que cuando llueve todos se mojan, menos lo que usan impermeables marca Búfalo. Tal vez lleve un impermeable por dentro. Quien sabe.

No entiendo cual será mi cuento con la lluvia ni con los payasos pero creo que lo de la gitana lo superé. Cuando llegué a mi casa ya no llovía.

1 comentario:

Perros dijo...

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