: : Cuentos de amor y azar

Hace algunos años un gran amigo me compartió una bella historia. Iba de vuelta a su casa después de una larga sesión de estudio para su post grado. Conducía su Fiat azul a una velocidad moderada, como se podía esperar de un joven serio y de buenas costumbres. En un semáforo quedó del lado de una bella pelirroja que conducía un auto gris. Sus miradas se cruzaron y algo sucedió. Inexplicable. Extraño. Especial. La luz verde les dio permiso para seguir y así hicieron. Sus carrocerías flirteaban en un juego de adelantamientos y cruces coquetos. Así siguieron por algunos largos e intensos minutos. Romanceando sobre ruedas. La pasión se encendía en cada parada. Una maravilla.

Por largos minutos se mantuvo el galanteo hasta que una caprichosa luz roja los separó dejándola a ella delante de él. ¿Un traspié? No. El conductor enamorado llamó raudo a una muchacha que vendía rosas y le pidió que entregara el ramo más hermoso a la joven del auto de adelante acompañado de una nota en la que él había escrito el número de su celular. Así hizo ella, entonces les dio la luz verde y partieron. Pasaron unos minutos de silencio y de pronto su teléfono móvil sonó. Era ella. Conversaron unos minutos y decidieron verse en un café cercano a donde se encontraban. Lo demás se puede adivinar. Salieron. Se enamoraron. Estuvieron juntos un tiempo y finalmente se separaron. Esa es una buena historia de amor o enamoramiento. Un encanto. Como para hacer una película con Tom Hanks y Meg Ryan. Mi esposa no soporta al señor Hanks, pero la vería sólo por Meg, su artista favorita.

El gran filosofo George Louis Constanza decía que no había tenido nunca una relación amorosa duradera producto de que no tenían una buena historia de cómo se conocieron. Puede ser. Quién sabe. Con mi actual señora llevamos nueve años de matrimonio. Nos conocimos por casualidad – llegué sin invitación a su fiesta de cumpleaños –, aunque no me crean, fui su regalo. Así es la vida. El amor es impredecible. Cuantas veces uno ha dicho que nunca más se enamorará. Imposible. El amor es cosa seria. No perdona. Hace lo que quiere y cuando quiere. Llega sin aviso y sin invitación.

En general la vida es una caja de sorpresas. Lo bueno y lo malo llega sin aviso. A veces cosas malas terminan siendo buenas y cosas que en su génesis parecían perfectas terminan siendo una maldición. La vida nos da sorpresas cantaba Pedro Navaja sin saber que al cruzar la calle se encontraría de frente con su final. Es difícil de entender todo lo que nos rodea ya que no existen patrones establecidos. El azar está por todos lados. Todos, unos más que otros tal vez, esperamos ese golpe de suerte que cambie para siempre nuestras vidas. Pero en verdad nada nos puede decir si será para mejor o para peor. La vida es así, caprichosa como el amor.

En todo caso, toda historia de amor es especial, ya que dudo que alguien pueda decir que todo fue planeado, a menos que forme parte de alguna familia real, y en ese caso no puede ser tomado en cuenta como evidencia. De ninguna manera ya que las monarquías se manejan en otros cánones que es mejor no tratar de descifrar. Para que. Sin embargo el sueño de toda doncella es conocer a su Príncipe azul. Es como la lotería, la princesa a la que medio mundo corteja. Todos la quieren con locura y con pasión. Hay quienes la persiguen con cabalas y cosas afines. Otros lo dejan a la discreción del azar. Que sea la suerte la que nos elija. Da lo mismo. Como todo, no tiene una lógica estática, tiene vida propia y elije a quien quiere cuando ella quiere. Lo que es yo, nunca me he ganado un verdadero premio. Una vez me encontré cinco mil pesos botados en la calle pero eso no cuenta. He estado un montón de veces entre los posibles ganadores, pero nunca he llegado a obtener un premio final. Mentira. Esa mujer de la que fui regalo de cumpleaños, ha sido un premio para mí. La mejor compañera que el azar me podía dar.

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