: : Todo tiene su momento

Hace pocas semanas, dos naturalistas aficionados descubrieron una tremenda huella de dinosaurio. Una maravilla para los estudiosos. Hoy me entero del descubrimiento de un anillo gigantesco alrededor de Saturno. Santos anillos de Saturno Batman, ¿cómo no lo habíamos visto antes? De despistado que somos probablemente. No hay otra respuesta. Será que no era el momento preciso. Ahora sí estaban dadas las condiciones exactas para descubrir un anillo nuevo en el espacio y una huella gigante estampada en la piedra de un sendero del sur de Francia. Como podemos ver, todo tiene su momento especial, oportuno, perfecto. Todo llega en su momento y por más que tratemos y tratemos no se da ni un segundo antes. No. Las cosas llegan cuando tienen que llegar y san se acabó.

Los más religiosos dicen que todo lo que nos pasa está escrito en alguna parte que no podemos ver. Puede ser. Démosle el beneficio de la duda. Sin embargo, creer que da lo mismo lo que haga con mi vida ya que mi futuro está escrito me da un poco de rabia. Me gusta pensar que soy yo quien está en el control de las cosas. Las cosas que me suceden son por mi culpa o por mi diligencia y no porque están escritos. El plan divino no me convence. Como que no me llena. No me lo creo. Pienso en que el azar no es más que eso. Azar. A veces se da a nuestro favor y en otras no. No podemos negar que el azar es así, misterioso, caprichoso, raro. Difícil de entender. Indomable. Un encanto.

Cambiando de tema, hace unas semanas mi amigo Marcial se escapó a la playa con su compañera. Cada vez que pueden lo hacen y me parece ideal. La cosa es que se fueron al “Patiperro Hostel”, al frente de la Plaza Victoria, en pleno centro de Valparaíso, a pocos minutos de la casa del bate Pablo Neruda. Me contaba que llegaron de noche, cansados. Un par de perros callejeros salieron a recibirlos. Un cuadro pintoresco y encantador. Golpearon a la puerta de la vieja casona y les abrió un gringo a pie pelado. Me dice que parecía hippie.

– Bienvenidos al hostal, dijo amablemente con su accidentado spanglish.
– Muchas gracias contestó mi amigo y entró siguiendo a su amada.

Acto seguido, el gringo hippiento los guió al mesón donde anotó sus datos en un empastado libro viejo. Algo poco común en estos tiempos de enfermiza y despiadada modernidad. A pocos minutos de estar en el lugar, la velada seguía develando magia a granel. Se desbordaba por las altas paredes, resplandecía en el crujiente piso de madera. Magia por todos lados. Ideal para una pareja en busca de descanso y romance.

Subieron por una larga escalera que crujía fuertemente a cada paso hasta su habitación. La casa estaba llena de recovecos y pasillos, muy limpia y acogedora. Ya en la pieza, Marcial me cuenta que era hermosa. Altas paredes, un armario viejo y una cama cómoda. Por la alta ventana disfrutaba de una vista diagonal a la calle, los viejos y pobretones techos de las casas del puerto y a lo lejos se podían divisar las grúas de estiba durmiendo, ansiosas de volver al trabajo a primera hora.

– Me acordé de mis juegos de mecano de cuando era chico. Me dijo mi amigo.

Verdad. Yo también jugué con mecanos cuando chico. Se me había olvidado. Eran entretenidos. Claro que me gustaba más jugar con legos. Mi viejo me los traía de sus viajes. Mi viejo se lo pasaba viajando. Pero volviendo a lo mío, Marcial estaba contento contándome su escapada de fin de semana. Al día siguiente, disfrutaron de un tremendo desayuno en un local que queda frente al restaurant Vinilo. Si algún día andan por ahí no pueden dejar de ir a comer o a tomarse un trago. Después pasearon en Trolley Bus, fueron a una feria de las pulgas y pasaron a la tienda de un anticuario italiano, dueño de la casa con la mejor vista del puerto. El paseo de fin de semana había sido un tremendo éxito. Un maravilloso paseo alejados del smog y del estrés de la capital. Una delicia. Mi amigo estaba contento recordándolo del otro lado de la línea.

No faltará quien se pregunte ¿porqué Pablo comparte esta historia con nosotros? No sé. Así soy. Impredecible como el azar. Aunque, pregúntome yo, ¿qué tenía que ver este magnífico relato en el plan divino? Quién sabe. Todo y nada. Tal vez ese hostal lleno de gringos necesitara de la visita de mi amigo para poder salir de sus deudas. El anticuario italiano debía toparse con mi amigo y su compañera. Si no llegaban a desayunar ese suculento desayuno se hubiera perdido. Creo que el azar le jugó en favor de mi amigo. Todo se dio para que su fin de semana fuera perfecto. Así es la suerte. Todo tiene su momento. La última vez que me escapé al puerto estaba nublado y hacía frio. Cosas de la vida. Tal vez ese no era mi momento indicado. Esa vez la suerte no estuvo conmigo.

1 comentario:

Ascanio dijo...

ahh que flojera a mi tampoco me convencen, muy acertado tu comentario.Pienso que somos nosotros los que hacemos realidad nuestra vidad, tan buena o tan mala como así queramos. y si esto que dice ya estaba escrito, pues por que no se tomaron la libertad de borrarlo, total cual escritor a su novela.