: : De aguas, muros y divorcios

De puritano tengo muy poco, y de santo menos. No soy quien para comentar respecto de lo que sucede detrás de las cuatro paredes del hogar de nadie. No puedo hacerlo, ya que no me gustaría tampoco que nadie opinara de lo que sucede dentro de las mías. Creo que el divorcio es algo terrible, pero a veces es lejos la mejor opción. Puede que a no todo el mundo le parezca acertado mi comentario, pero quienes han pasado por el dolor de la separación saben que hay vida después del matrimonio.

En París se abrió una feria del divorcio a la que asistieron miles de personas. En Francia, al igual que en un montón de partes, la mitad de los matrimonios terminan en separación. Durante los dos días que duró el evento, los asistentes pudieron disfrutar de charlas de todo tipo. Por supuesto que siempre habrá alguien queriendo vender algo. Nunca se me hubiera ocurrido que un tema como el divorcio diera para sacar dinero sin ser abogado.

La organizadora de este magno evento dijo que su inspiración salió del segundo divorcio de Sarkozy. El asunto perdió su estigma y las sociedades lo toman como algo común. Tiene sentido, por cada yin hay un yang y por cada día su noche. Si se celebran ferias para las bodas, es natural que haya una para los divorcios. Suena bien. Es parte de la dualidad en la que nos ha tocado vivir. A estas alturas ya deberíamos estar más que acostumbrados.

Todo el mundo tiene derecho a equivocarse. Nadie es perfecto. Somos humanos. No tengo nada en contra de la institución del matrimonio, pero por más que me quieran convencer que es algo instituido por Dios, no lo puedo creer. Me suena más a algo creado por los hombres. Así es. Hasta hace algunas décadas, no eran pocas las familias que se mantenían unidas por el qué dirán. Por temor al castigo de las miradas de los vecinos. El divorcio era un problema serio. Escondido pero real. ¿Qué pasó al final? Generaciones y generaciones de niños con serios problemas sicológicos. La rigurosidad, en muchos casos religiosa, acabaron por producir generaciones llenas de problemas. Disfuncionales. Temerosos de todo y de todos. Mentirosos. Así es, por que al final sólo repetían las conductas que veían en sus hogares. Con padres que no se soportaban, que se engañaban, que se maltrataban.

Ahora finalmente las cosas salen a la luz. Como sociedad hemos aprendido a aceptar la realidad tal y como es, imperfecta. Donde las separaciones son normales. Son naturales. Son humanas. No podemos seguir adelante sin mirar atrás. Sin demostrar que hemos asimilado nuestros errores. Comprender que la rigidez de ciertas apreciaciones no es correcta. Que hay matices. Al insistir en forzar las cosas no se consigue nada. Al final la fuerza del cauce de un río termina por imponerse. Por más que se construyan paredes más altas para contener las aguas, estas finalmente se revelan. Es la ley de la vida. Hay ciertas fuerzas que son indomables.

Veinte años se han cumplido desde la caída del Muro de Berlín. Recuerdo aquel día como si fuese ayer. Estaba sentado en el living de la casa que compartía con mi hermano. Fumando. Incrédulo. Me hubiese gustado estar allí. Ser parte de la historia. En parte lo estaba siendo. La televisión tiene sus defectos, pero debo aceptar que también tiene sus aciertos lo mismo que el internet. Me hubiera gustado estar en París para asistir a esa feria. No por que piense en divorciarme, ya que en mi segundo matrimonio creo que finalmente estoy haciendo las cosas un poco mejor, sino que porque es algo histórico a su manera. Es el primero, pero no será el último. Pienso que al final, el sentido común siempre termina por imponerse. Mi madre siempre decía que lo último que se pierde es la esperanza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy buena QH. Lo felicito. Cada dia escribes mas acertivamente,

Utaf