: : Larga vida al viernes

Ya no soy el mismo de hace veinte años, eso me queda más que claro. ¿Por qué digo eso? Muy sencillo, sucede que el viernes salimos a casa de unos amigos y aún no me repongo. El sábado y el domingo se me fueron en banda. Durmiendo. Tratando de renovarme luego de tan grandiosa juerga. Lo pasamos más que bien, sin embargo mi cuerpo y mi mente no se han repuesto. Tengo los ojos abiertos, parezco despierto, pero no, en verdad estoy dormido. No estoy aquí. Estoy ausente. Aún no he llegado.

A veces uno amanece así, está pero no está. Para algunos esta ausencia es un estado permanente, en mi caso es producto de la fiesta del viernes. Según los antiguos romanos; viernes es el día de Venus. Diosa del amor. ¿Tiene sentido en el siglo XXI? Seguramente sí. Lo cierto es que este día suele ser más apetecible para quienes trabajamos en la semana. En estos momentos daría cualquier cosa por estar en cualquier parte menos aquí y lo peor es que generalmente cuando uno se siente así, el tiempo parece ponerse más lento. Lo hace de adrede. Es una manera cósmica de hacernos pagar por el tremendo relajo. Que no se nos olvide que no nos mandamos solos.

Como si fuera poco, afuera está nublado. Increíble. Uno nunca está conforme con nada. Si el día estuviera soleado, me quejaría por no poder estar en la playa, pero como está nublado me quejo igual. No sé de qué. Sólo sé que lo hago. Me quejo de todo, debe ser porque estoy trasnochado y aún no me he repuesto. Dos días durmiendo no fueron suficientes. Es sorprendente como una inocente noche de fiesta nos puede dejar las cosas patas para arriba. Al final, gústenos o no, todo es relativo. Dos días durmiendo pueden parecer una eternidad para algunos, para otros no. El vaso siempre esta o medio lleno o medio vacío. La apreciación dependerá de muchos factores. El color de las cosas siempre depende del color del cristal con que se miran. En sí, la falta de sueño no es un agravante al día nublado. No tiene la menor importancia. En general, debo reconocer que todo está bien. De a poco voy despertando.

Como decía el relativismo le da sabor a las cosas. De no ser relativas serían aburridas. Insípidas. Así es, ya que a diferencia del objetivismo que mantiene la idea de que la verdad es independiente de las personas o grupos, este otro considera que su apreciación depende o está en relación con el sujeto. El relativismo mantiene que existen muchas verdades acerca de las cosas. Puede ser, porque no, al final todo es relativo decía Einstein. Mi cansancio es relativo. Mi falta de sueño también, incluso para personas de mi edad. Posiblemente si estuviera en otro lugar no me sentiría así. El asunto puede ser que no estoy en el mejor estado físico para aguantar una noche de parranda como cuando tenía veinte. No faltará quien me diga que de qué me quejo. Lo comido, lo tomado y lo bailado no me lo quita nadie. Eso es verdad. Sabías palabras esas, sin embargo no creo haber bailado, al menos no lo recuerdo así, en todo caso si canté, guitarra en mano. Me creía todo un trovador.

Sé que por ahí hay quienes, en las más altas esferas, condenan el relativismo culpándolo de todos los males de la sociedad, sin embargo mientras aumento en años, más reconozco que los absolutos no le han hecho nada de bien a nuestra golpeada humanidad. Cada vez que alguien ha saltado a la palestra con una idea cerrada de que las cosas son como él dice, al final ha quedado una tremenda embarrada. Por siglos hay quienes han querido imponer sus ideas y al final sólo hemos visto guerras, dolor y destrucción. Como dije, cada vez que han tratado de imponer una manera única de pensar las cosas han terminado mal. Todo es relativo, esa es mi religión. Ahora quisiera poder estar durmiendo una siesta. Estar en cualquier parte menos aquí. Tengo apenas unos pocos días para reponerme antes de que llegue el próximo viernes a inaugurar oficialmente el fin de semana. En fin, para eso es que nos matamos trabajando; para poder parar un día a la semana y pasarlo bien. Por eso, larga vida al viernes.

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