: : La bendita cafetera

Como posiblemente cualquier otra oficina de la ciudad, la parte más importante de equipo es la máquina para preparar coladitas de café. No sé qué haríamos sin ella. Dentro del orden de importancia este pedazo de equipo debe estar primero en la lista, seguida probablemente por computadores, copiadoras y demases. Desde ayer está descompuesta. No funciona. Dejó de existir. Horror. La falta de cafeína se nota en el ambiente. Los que no están dormidos, caminan como locos por los pasillos extrañamente estresados.

Así son las oficinas modernas. Dependientes. Adictas a la tecnología. Yonquis. Todos lo somos en verdad. Supongo que por una parte no tiene nada de malo. La tecnología le ha dado una mano al hombre alivianando en parte el trabajo. Sin embargo, a pesar de que ahora parecieran las cosas ser más fáciles de hacer, seguimos sin tiempo. Atrasados. Con el trabajo pisándonos las colas. Ahora producimos más, queda por verse si la calidad será mejor.

Somos exigentes con todo y con todos menos con nosotros mismos. Poco tiempo nos queda para lo personal. Así es. No hablo solamente del tiempo en que vamos a socializar al gimnasio, sino del tiempo verdadero que pasamos en la introspección. Por eso disfruto mucho de mi viaje en bus y en tren de la casa al trabajo y viceversa. No me molesta. Es entretenido. Un paseo.

Esta mañana no fue distinta a otras, sin embargo el viaje fue muy agradable. Lo pasé leyendo un libro que mi esposa me trajo de la biblioteca. Muy interesante su elección. Se ve que me conoce mejor que yo. En verdad, a medida que pasa el tiempo he descubierto que no me conozco como creía conocerme. Puede ser que este descubrimiento personal va de la mano con lo vivido. Por supuesto que uno cambia. No somos piedras, aunque simbólicamente lo seamos. Vivimos en un mundo en constante evolución. Cambiamos. Por eso es que es bueno parar y mirar hacia dentro. Ya que de un día para otro dejamos de ser los mismos. Quién sabe si nos guste lo que encontremos.

Simbólicamente si somos piedras que deben ser talladas para lograr la perfección que se espera de nosotros, emocionalmente no. Es importante que no se nos olvide sentir. Tampoco debemos dejar relegada a los tiempos de la infancia esa maravillosa capacidad de asombro que nos permite seguir descubriendo. No hay peor ciego que aquel que no quiere ver, o el que cree que ya lo ha visto todo. Con los ojos abiertos se ve mejor. Con los ojos cerrados podemos ver aquellas cosas que se nos escapan. Como decía el Principito, lo esencial es invisible a los ojos.

La máquina de café nos ha fallado a todos. La parte positiva es que hemos tenido que bajar a comprar café al negocio de Emily. En verdad, el que bajó fue el jefe. Nos trajo café a todos. Podríamos decir que hizo su buena acción del día. Nos demostró su aprecio de una manera sencilla. No hay nada como sentirse valorado. Los pequeños gestos son los que hablan más que mil palabras. Ahora, más despiertos y con el nivel de cafeína compensado podemos volver a concentrarnos en youtube.

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