: : El reloj del patriarca

No todo lo que aparece publicado en la prensa es serio. Algunas cosas son francamente para la risa. Pedazos de una comedia de Neil Simon. Sin ir más lejos, ayer leí sobre un discurso dado por el patriarca de la iglesia ortodoxa rusa, quien aprovechando bien su micrófono hablo en términos muy fuertes en contra del consumismo de occidente (nosotros), expresando que de seguir en esa dirección, la tierra no aguantará. Sabías palabras. Directas al corazón. Precisas.

Hasta ahí nada extraño. La cosa sonaba bien. Brillante. Elocuente. Comparto la opinión del patriarca éste. Me adhiero a su forma de pensar. Me tomaría un vodka con este caballero, siempre que su religión lo permita, no quisiera que después me tilden de mala junta. Decía que hasta ahí todo sonaba bien, ya que el sermón fue empañado por un pequeño detalle. El prelado ruso llevaba en su muñeca un reloj que cuesta unos treinta mil dólares. Espanto. No lo podía creer. Nada más y nada menos que un Breguet clásico. Háblenme de consumismo. Yo encontraba caro uno con el ratón Mickey dando la hora con sus bracitos como horero y minutero, y la colita como segundero. Una joya de precisión. Pero esto era de otro mundo. El monumento a la inconsecuencia.

La oración al aire libre de Kiev me hizo meditar, no en lo divino, sino en lo más mundano. En lo más frecuente. En lo más banal. Se me vino a la mente un partido de futbol de domingo, el señor árbitro recorriendo el campo. Revisa los arcos, mira el césped y además revisa que los jugadores no lleven pulseras ni adornos de ningún tipo, no porque el hombre de negro tenga nada contra el consumismo, sino porque en una jugada cargada de pasión podrían causar algún daño en su contrincante. Un pequeño rasguño o un profundo corte. Eso da igual. Siempre es mejor prevenir. Con esto en mente, pensé ¿porqué el jerarca no dejó la prenda esta en el vestidor? ¿Acaso no tiene asesores que le aconsejen antes de entrar en la cancha? Parece que no. En su jugada brillante, esa en la que ponía en su lugar a occidente por su consumismo, algo así como en una jugada defensiva ocasionar un penal innecesario. Casi le saca el ojo al atacante. Claramente una jugada para tarjeta roja. Expulsión directa. Un reloj de oro blanco con correa de piel de cocodrilo y calendario permanente cuando se está tratando de dar una enseñanza me suena bastante inconsecuente. Para las duchas se ha dicho, y sin chistar.

Así como el juez revisa que los jugadores no lleven nada al campo de juego que pueda herir a los del otro equipo, el jerarca ortodoxo hubiese sido sabio de no llevar el relojito en cuestión que en tiempos de crisis mundial, a más de alguno pudo herir. Algún daño se pudo causar a otro jugador, y por pequeño que sea, daño es daño. Todo rasguño deja marca. Por si no lo sabían, uno de cada seis rusos viven bajo la línea de la pobreza, o sea bajo los estándares del sueldo mínimo. Si bien es cierto, al igual que acá, en Rusia hay muchos millonarios, también hay muchos pobres. Cuesta entender que las riquezas mundiales estén tan mal repartidas. Cuesta creer que en un mundo en donde hay tanto para todos, haya algunos que no tienen nada. El patriarca debió haber dejado el reloj en el camarín.

Mi madre decía que es feo contar dinero delante de los pobres, eso nunca lo he olvidado y trato de hacer caso de sus consejos lo mas que puedo. Hay heridas que no sanan fácilmente. Creo que el consumismo es problema de cada uno. Es una cosa personal. Para eso es que uno se las pela trabajando, para poder tener para consumir. Ahora bien, la ostentación desmedida es otro problema. Me gustan los relojes. Me gustan muchos los relojes. También me gusta mucho llegar a tiempo a todas partes, aunque no siempre se pueda. Pero me molesta la ostentación, la poca modestia. La falta de tino. Creo que los que siempre han tenido no necesitan andar gritándolo a viva voz. Los que más gritan son los que de un día para otro salieron de la media. Triste. Igual que el patriarca y su reloj, creen que lo están haciendo bien. Pero no. A veces como que me canso de tanto sermón. Es divertido, pero todos son dueños de la verdad, y quienes no piensan como ellos están condenados. Me gustaría llegar al último día y ver quien tenía la razón. Cuando me llegue el momento, espero que mi reloj esté bien sincronizado. No me gustaría llegar tarde.

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