: : No es mi culpa

Generalmente los periódicos y canales de televisión guardan lo mejor para el domingo. Toda la carne a la parrilla dirían por ahí. Así que nada como un domingo en la mañana viendo el resumen noticioso de la semana. Una delicia. Un deleite. Un rato para uno. A veces con calma uno encuentra en estos reportes algún detallito que durante la ajetreada semana paso inadvertido. Por ejemplo, la cadena televisiva de noticias CNN, se dio el trabajo de entrevistar a un par de especialistas quienes contaron detalles de lo encontrado entre los libros y cuadernos personales de George Sodini, el desalmado asesino del gimnasio. En relación al perfil sicológico del verdugo, los expertos entrevistados estuvieron de acuerdo en que éste corresponde al del clásico asesino en serie. Todo asesino lo es en serio, pero no necesariamente en serie. Los crímenes cometidos son resultado de una compulsión, que puede tener sus orígenes en la juventud. Pero eso no es todo, ya que estos personajes son además el producto de una sociedad que va aislando a las personas al punto de desquiciarlas. Las va acorralando lentamente. Una sociedad altamente violenta y permisiva en la tenencia de armas de fuego ― cuatro tenía a su haber el homicida/suicida ―. Según los expertos, sus escritos delataban rasgos característicos de este tipo de personas. La culpa de su soledad era de todos menos de él. Terrible, en verdad terrible.

No soy muy amigo de las teorías de complots y conspiraciones. Sin embargo, los años me han abierto los ojos ante muchas cosas que en su momento fueron simples accidentes y terminaron siendo producto de las maquinaciones de diabólicas mentes. Personas que perseguían fines tan banales como lo es el dinero. Así es. Uno de los peores males es el amor al dinero. Lo que sucede es que siempre se ha sabido que con dinero se compran huevos, y eso parece ser lo único que importa. Por eso cuando aparecen estos personajes enfermos recuerdo eso. Acá la cosa ha sido siempre ver como se le echa la culpa a otro de los problemas. Todos están mal menos nosotros. Eso sucedió. Sodini estaba loco. Tomó sus pistolas y se desquitó con las culpables de su soledad. Las mujeres. No había nada malo en él. Ellas no le estaban poniendo mucha atención. Ellas no querían tener nada que ver con él. Por eso las fue a buscar y les disparó indiscriminadamente. Cuando leo o veo en televisión este tipo de noticias me erizo. No puedo creer que así sean las cosas. Que poco respeto tenemos los humanos por la vida. Nos hemos acostumbrado a que todo sea desechable. Prescindible. La vida también.

Locos como este siempre existirán eso está más que claro. No son fáciles de encontrar, pero ahí están. Entre nosotros. Agazapados. Mimetizados. Ahí. El problema más grande que le veo a este asunto, y que me perdone don Charlton Heston, es la facilidad que tienen estos personajes desquiciados para acceder a las armas. En verdad, cualquier persona puede llegar a ser un asesino en serie. Es cosa de que esté lo suficientemente loca y que tenga un buen reporte a la hora de adquirir sus armas. Ah, pero poner restricciones a esto sería ir en contra de los derechos de estas personas. Los derechos de todos. En qué momento nos perdimos tanto. ¿Acaso no es la vida el derecho primordial? Tener armas en casa no nos da más seguridad ni nos hace más hombres. Las armas son un peligro, como dicen por ahí, las carga el diablo. ¿Se acuerdan del jovencito que descubrieron con un arsenal en su casa? Horror. Otro pastel que andaba suelto.

Cuando vivía en Nueva York me entraron a robar en dos ocasiones. Fue antes de que Giuliani negociara con los ladrones y las prostitutas. Volviendo a lo mío, después de esas dos rapacerías, lo primero que se me pasó por la cabeza fue ir a comprar un arma. Partí presuroso a una armería. El encargado me atendió cordialmente. Me sentía en Macy’s. Con toda paciencia me mostró un montón de revólveres. Me explicó las características especiales de cada uno. Su versatilidad y el poder de destrucción. Una clase magistral. Las había de todos los calibres, tamaños y precios, y como si fuera poco, venían con un cupón para ir a practicar tiro gratis. Que mejor. Ofertón incluido. Esa noche fui a mi casa y en las noticias se vio el caso de una familia destrozada por la muerte de uno de sus hijos menores. Los niños habían encontrado el arma de su papá y jugando con ella uno fue herido de muerte. Miré a mis hijas y se me apretó el corazón. Inocentes. Indefensas. Un arma en la casa no era la solución de nada. Para mi sorpresa el trámite que demoraría un par de semana para revisar mis antecedentes duro un día. Mi arma estaba lista para que la fuera a buscar. No lo hice. Dije no gracias. Hoy camino desarmado por las calles. Nunca más he tenido problema alguno. Simplemente me cambié de barrio.

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