: : La camisa rayada

Ayer no había mucho que hacer en la oficina así que a las cinco y media en punto dije adiós y salí raudo hacia la estación de tren. El calor y la humedad del verano son brutales. Uno sale de la agradable atmosfera frescamente acondicionada para chocar de frente con un muro sofocante. Iba cruzando la calle a mas o menos una cuadra de la estación y escuché la sirena de una ambulancia que se estacionaba frente a la estación. Nada fuera de lo común. Habitualmente las ambulancias son ruidosas.

Cuando llegué a la estación vi la ambulancia estacionada y a tres paramédicos empujando una camilla por la escalera mecánica. Una llevaba un maletín grandote. Debe haber sido la que mandaba. Nadie se interesaba en la situación. Generalmente nadie se preocupa de lo que sucede al lado de ellos así que los mirones son pocos. He notado que en general nos vamos poniendo insensibles ante la desgracia y el dolor ajenos. Detrás de los paramédicos iba una tipo que gritaba en otro idioma que nadie entendía. Podría haber sido del medio oriente o de sus cercanías. Chillaba y manoteaba como loco. Llevaba puesta una camisa rayada como de seda en tonos café oscuro y oro. Fea la camisa, realmente fea.

Cuando los paramédicos llegaron al lobby de la estación iban muy agitados, por el calor, la humedad y la presión del momento. Nadie se inmutaba a su alrededor. Ni una persona se acercó a abrirles la puerta. Yo venía subiendo las escaleras detrás de ellos. Observando de lejos. Impresionado por lo feo de la camisa del hombre que gritaba y al que nadie parecía tomar en cuenta. Un loco más cerca de la estación. Nada fuera de lo común. Los paramédicos empezaron a preguntar dónde estaba el accidentado. Nadie sabía nada. Se acercaron a los guardias de la estación que acosaban como de costumbre a una dama con poca ropa. Ellos no tenían idea de lo que se les preguntaban. Típico en todo caso. Luego preguntaron a la señora del quiosco, pero ella preocupada de su clientela nunca pone atención a nada de lo que pasa por ahí. Uno de los paramédicos se dio vuelta y me miró, pero por mi gesto se dio cuenta rápidamente que yo tampoco les sería de ayuda. Entonces, la mujer del trío que cargaba el maletín miró al hombre de la camisa fea. Le pregunto si hablaba inglés. El hombre no respondió. Luego volvió a hacer gestos para que lo siguieran. La mujer le seguía haciendo preguntas. A esa altura era obvio que el único que sabía algo de algún necesitado de servicios médicos era el hombre de la camisa rayada, sin embargo los paramédicos no se movían. Se empezaron a quejar del porqué el hombre no hablaba inglés. Se quejaban en español.

No sé que habrá pasado entonces. Ya que entre al andén y subí por la segunda escalera mecánica. Desde lejos seguía mirando la situación y nadie se movía del lobby. El sentido común me hace pensar que lo que el hombre de la antiestética camisa queria que lo siguieran. Me sorprende que después de todos los gestos que hacía nadie se diera cuenta de que quería decir algo. Increíble. En todo el espectáculo se deben haber perdido con facilidad unos diez minutos. Una eternidad para la persona que esperaba por atención. Creo que el problema no fue el idioma sino la camisa.

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