: : Los rompe discos

Unas diez personas enardecidas por un feroz agravio salieron a una conocida calle de la ciudad. El día era soleado. Toda esa semana fue igual menos el sábado que llovió por la mañana. El clima es raro durante el verano en la zona de las bananas. Llueve, no llueve. Cosa seria. Volviendo a lo mío. Los diez furibundos protestantes, como era de esperarse protestaban. Rompían discos de vinilo a martillazo limpio. La protesta era sanguinaria. Los martillos eran de buena calidad.

Por supuesto que estos diez hiperventilados rompedores de discos detuvieron el tránsito. Dos o tres bocinazos de conductores que se adherían a su crítica pública se podían escuchar si uno ponía atención. Como era de esperarse, todos los medios de la ciudad fueron a reportear. El par de cámaras anunciaban a viva voz la descontrolada situación. El mundo entero se debía enterar. Todos deben saber que estas diez personas no estaban contentas. Sus orgullos habían sido golpeados fuertemente. Habían sido pasados a llevar. Un concierto se efectuaría sin su consentimiento. Horror. Que insolencia.

Al otro lado, varios miles se alistan para asistir al magno evento. No se han enterado de la desmedida protesta en las calles de mi ciudad. No. No saben lo que sucede por acá. Sólo saben que habrá un concierto. Buena música. Una celebración. Hace bien de vez en cuando dejar de lado los problemas y disfrutar bajo el cielo estrellado de un buen espectáculo. Celebrar. Lo demás no importa. Es lo que recetan los doctores.

Pero que digo, claro que importa. Si leen esto alguna de esas diez personas vendrán y con los mismos martillos furibundos romperán la pantalla de mi laptop. No dudo que lo que escribo les moleste, principalmente porque no pienso como ellos. No encuentro que las cosas cambien cerrando todas las entradas de aire en la casa del vecino. Dentro de esa casa vive gente, que necesita de ese aire para respirar. Por poco que sea, algo de aire les llega y con eso siguen viviendo.

Me llama la atención el poder que aún creen tener estos diez censuradores que martillo en mano detienen el tránsito. Ellos creen que todos en la ciudad piensan de la misma manera y los que no lo hacemos deberíamos pudrirnos en el infierno. Alegan y alegan como si tuviesen seguidores por todos lados. No dudo que aún los haya. Pero la mayoría ya están retirados. El resto de la población ya no les para bolas. Alegan por lo largo que ha sido el proceso de transición en la otra casa, y no se dan cuenta que ellos quieren ser dictadores en ésta. Son unos déspotas que quieren mandar en las vidas de todos los que vivimos acá. Debo reconocer que es verdad que controlan los dos canales de televisión que tenemos, pero que le vamos a hacer. Los diez amartillados rompe vinilos viven de eso. De romper vinilos en la calle. Eso es lo que los mantiene. Para eso les pagan. Mientras haya vinolos que romper, ellos pararán el transito y públicamente los destrozarán. Por supuesto que los dos canales estarán presentes, o si no se podrían quedar sin avisaje. Discúlpenme pero mi metrópoli bananera es así. Hay cosas que de a poco cambiarán. Hay que tener paciencia.

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